Maniobras de supervivencia para los libros
Debacle. Catástrofe. Terapia intensiva. Son algunas de las expresiones que los diversos actores de la cadena de producción y venta del libro argentino utilizan, en voz baja, para graficar el momento que viven.
También se podría usar la imagen de la tormenta perfecta o la metáfora pugilística de estar contra las cuerdas.
Las crisis sucesivas no han dado respiro. La cantidad de títulos publicados no ha dejado de caer desde hace más de tres años, las ventas en librerías se derrumban, y en el último mes la situación se deterioró.
La devaluación que siguió a las Paso del 11 de agosto impactó directamente en el precio del papel, insumo principal de la industria, que se cotiza en dólares. Hubo semanas de parálisis total.
A la ya persistente retracción del consumo se le suman los últimos aumentos de precios en los libros, que se han dado en forma variable según el sello.
“La última devaluación pegó muy fuerte. Eso produjo su traslado al valor de venta”, señala el librero cordobés Rubén Goldberg.
El propietario de Rubén Libros detalla: “Los libros importados fueron los que más rápido aumentaron, con un promedio de 30 por ciento de incremento”. El mismo comportamiento se dio en toda la cadena de importadores. Para hacerse una idea: Tema libre ,el último libro del chileno Alejandro Zambra, publicado por Anagrama, de 144 páginas, cuesta $ 1.650.
Las subas han sido dispares en el caso de las editoriales argentinas. “No todas aumentaron sus precios, y las que lo hicieron lo realizaron en un porcentaje menor –
describe Goldberg–. Lo que sí se ve es que los nuevos títulos vienen con un precio mayor teniendo en cuenta que toda la cadena de edición sufrió mayores costos, siendo el precio del papel el principal causante”.
En lo que hace a las editoriales cordobesas, en general, han tratado de absorber los aumentos del costo de producción. “Algunas dejaron su precio igual durante el mes de agosto. En lo que va de septiembre algunas están actualizando sus listas”, revela Goldberg. Y añade: “Todo este panorama ha dejado un saldo negativo en las ventas, de modo que el libro no puede escapar a una situación que cubre todo el panorama económico nacional”.
Números en rojo
No fomentar un mal clima es una consigna a la que todos tratan de atenerse, pero los números son demoledores. De agosto de 2018 a agosto de 2019, la baja en la venta de libros está entre el 20 por ciento y el 25 por ciento.
Algunos grupos filtran en off datos que confirman las dificultades que afronta el sector. Desde hace varios años, por la baja del consumo, se vienen achicando las tiradas iniciales, y ahora se estima que la caída en la producción de 2018 a 2019 rondará el 25 por ciento, revelan desde uno de los gigantes editoriales con mayor presencia en el mercado.
Prudencia en la contratación, prudencia en inversión y en las tiradas. Reprogramación de libros ya contratados. Si antes salían 60 novedades, ahora saldrán 35/40 títulos promedio. Son datos que surgen de Planeta, uno de los grupos editoriales de habla hispana más importantes.
La devaluación afectó a la baja la cantidad de novedades, y redujo el número de unidades en reimpresiones, confirma un hombre de Planeta en Córdoba.
Mercado recesivo
Leonora Djament, editora del sello porteño Eterna Cadencia, señala: “El impacto de la última devaluación fue brutal en varios sentidos y dejó al descubierto una vez más algunas situaciones propias del sector editorial”.
“Por un lado –enumera–, las editoriales quedamos (estamos) en mano de las papeleras que venden papel cotizado en dólares. Durante dos semanas no hubo precio hasta que el valor del dólar finalmente ‘se estabilizó’, ese eufemismo que se usa en economía. Por lo tanto, no pudimos imprimir libros durante esas dos semanas. Y una vez que volvimos a tener cotizaciones, la devaluación se trasladó al precio del papel. Por la suba del papel y de las imprentas, tuvimos que aumentar los PVP (precio de venta al público) la semana pasada. Esto en un mercado totalmente recesivo. De todos modos, la baja en la venta de los libros es una anécdota al lado de la baja en el consumo de todos los productos básicos y el aumento de la pobreza”.
El panorama es difícil en todos los frentes. La ventaja que podría otorgar vender libros en el extranjero y facturar en dólares está desactivada. Explica Djament: “Las editoriales quedamos presas de las últimas medidas en relación a las exportaciones: el Gobierno impuso restricciones (ingreso de divisas a 5 ó 180 días) que tienen sentido para las cerealeras pero que son absolutamente inviables para quienes exportamos libros que se venden en el exterior en plazos larguísimos. Así, tanto el mercado interno como el externo se nos vuelven cada vez más complejos”.
Alejo Carbonell, editor del sello cordobés Caballo Negro, asegura que la merma “se notó sobre todo en las ventas al público”. “Los precios ya venían muy caros desde hace meses –señala–, el último cimbronazo lo que hizo fue bajar más aún las ventas porque la gente piensa mucho antes de gastar en un libro. El desierto de los pasillos de la Feria del Libro es una muestra de esto”.
“Lo que estamos haciendo durante todo septiembre es ofrecer en la ciudad de Córdoba, donde tenemos a la gran mayoría de nuestros lectores, todo el catálogo con un gran descuento en varias librerías –suma Carbonell–. Es un esfuerzo que nos deja casi sin ganancias, pero creemos que es fundamental sostener el vínculo con los lectores, un vínculo por el que hemos hecho mucho esfuerzo durante una década y que queremos revalidar”.
“No hemos trasladado al precio final el último aumento que sufrimos a través de los insumos de imprenta –cierra el editor–, pero, lamentablemente, no nos quedará otra en unas semanas más”.
Días de feria
La editora Gabriela Halac, del sello local Ediciones DocumentA/Escénicas, opina que el golpe