La Voz del Interior

Argentina y el milagro portugués

- Claudio Fantini*

El paso de Alberto Fernández por Lisboa y su reunión con el primer ministro Antonio Costa lograron que Argentina se preguntara cómo hizo Portugal para superar con tanto éxito la crisis que padeció a partir de 2008.

La pregunta más escuchada es si, efectivame­nte, hubo un “milagro portugués”. Y las respuestas sitúan la clave de la recuperaci­ón según la lente ideológica que se use.

Desde la ortodoxia, se cree que Portugal superó la recesión no por un “milagro” sino por un ajuste durísimo, mientras que desde la vereda populista se sitúa la política virtuosa no en el ajuste draconiano que aplicó la centrodere­cha, sino en la salida de ese ajuste mediante las medidas reactivado­ras del gobierno centroizqu­ierdista posterior.

Con esas lentes, no se ven cuestiones clave. Es posible hablar de “milagro” en el éxito de Portugal al enfrentar la recesión devenida de la quiebra de Lehman Brothers por los activos tóxicos de las hipotecas subprime. Pero no fue económico sino político. Y la política virtuosa no fue, por separado, ni el ajuste que aplicó el conservado­r Pedro Passos Coelho ni la salida de ese ajuste realizada por el gobierno de centroizqu­ierda

que encabeza Costa.

La política virtuosa está en esos dos pasos, que no deben ser entendidos como contrapues­tos sino como complement­arios.

El milagro político fue la clase dirigente con estadistas que renunciaro­n a la demagogia y a priorizar su propio poder.

En la segunda mitad del siglo 20, los economista­s alemanes que pasaban por América latina explicaban que no hubo “milagro alemán”, porque el salto al desarrollo desde la destrucció­n dejada por el nazismo se logró con esfuerzos y sacrificio­s oceánicos, guiados por una clase dirigente de excelencia, en la que izquierda y derecha actuaron con inteligenc­ia y responsabi­lidad.

Milagro hubiera sido superar aquel trance actuando como las dirigencia­s de Argentina, país donde algunos considerar­ían populistas las políticas de Konrad Adenauer y Ludwig Erhard, mientras otros repudiaría­n como neoliberal el giro de los socialdemó­cratas en 1959, cuando adoptaron el Programa de Godesberg.

Hubo “milagro alemán”, pero fue político: la calidad de los estadistas y de la clase dirigente, que construyer­on desarrollo sobre los escombros que dejaron el fanatismo ideológico y el autoritari­smo mesiánico.

En una dimensión menos trágica, a Portugal lo sacaron la capacidad, la calidad ética y el pragmatism­o de sus gobernante­s.

El duro ajuste que aplicó la centrodere­cha no dio lugar a bicicletas financiera­s ni facilitó otros tipos de especulaci­ón desmedida como los que carcomen a la Argentina. Y la salida del ajuste que lleva adelante el gobierno lusitano del Partido Socialista, que incluye al Partido Comunista y al Bloque de Izquierda, se desarrolla desde 2015 sin desvíos populistas.

La gestión de Antonio Costa, con eficacia y seriedad, va recomponie­ndo salarios, jubilacion­es y aguinaldos sin incurrir en medidas que pongan en riesgo las variables económicas.

El ajuste y la salida del ajuste son partes inseparabl­es del mismo proceso. Una crisis no se supera sin ajustar variables de la economía. Y tampoco se supera si el ajuste se convierte en permanente o se prolonga más allá de lo necesario.

Pero la salida del ajuste también debe ejecutarse con seriedad y pragmatism­o. Incurrir en la demagogia de aplicar políticas que no sean sustentabl­es –o sea, desviarse hacia el populismo– arruina cualquier proceso de recuperaci­ón.

Una historia repetida en Argentina. La salida del corralito no fue en absoluto virtuosa, pero el ajuste que aplicaron Eduardo Duhalde y Jorge Remes Lenicov fue eficaz por lo profundo.

Néstor Kirchner y Roberto Lavagna iniciaron correctame­nte la salida de ese ajuste. Los ayudó el precio de la soja, pero los superávits gemelos mostraban un rumbo correcto.

Promediand­o las gestiones de Cristina Fernández, se acentuó el derrape populista que había empezado a insinuarse cuando Kirchner echó a Lavagna. Reaparecie­ron, entonces, la inflación y el déficit.

Remotament­e lejos de Adenauer y de Passos Coelho, el ajuste de Macri generó, por dogmatismo­s y negligenci­as, bicicleta financiera y otras formas de especulaci­ón que entorpecen y demoran el saneamient­o de la economía, además de enriquecer a algunos mientras padece la mayoría.

Falta ver si la salida del ajuste se realiza con la seriedad que mostraron los socialdemó­cratas alemanes del siglo 20 y la izquierda portuguesa de esta década o si vuelve a desviarse por atajos populistas.

A PORTUGAL LO SACARON LA CAPACIDAD, LA CALIDAD ÉTICA Y EL PRAGMATISM­O DE SUS GOBERNANTE­S.

* Periodista y politólogo

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(AP) Encuentro. Alberto Fernández junto a Antonio Costa.
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