Jóvenes trans van por sus derechos
Niños y niñas que están cambiando su identidad de género van con sus padres a un lugar de encuentro generado por la Provincia. Se acompañan, comparten sus experiencias y analizan las dificultades que aún subsisten en las escuelas, los centros de salud y
“Cuesta mucho que la gente entienda que el mundo no es rosa o celeste. Cuesta que alguien lo entienda si no está sensibilizado o involucrado en estos temas, pero no es por maldad, es por ignorancia y eso se cura”, dice Martín, papá de un nene trans de 10 años que hace un año dejó su ropa “de nena” para usar prendas con las que él se siente cómodo, las que encajan con su identidad de género.
Martín viaja desde Villa General Belgrano hasta el Centro Cívico en la ciudad de Córdoba donde miércoles de por medio funciona un espacio de encuentro para familias coordinado por la Comisión Interministerial de Derechos Humanos, Géneros y Diversidad Sexual, iniciativa del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Córdoba.
Allí, niños, niñas y jóvenes se predisponen a participar del cuarto encuentro junto a sus padres o a personas adultas que los acompañen. Nadie queda afuera: todos se presentan, incluso la periodista de La Voz a la que invitan a la ronda y le ceban unos mates. La palabra inclusión adquiere un sentido integral en ese microclima, incluso para Martín que aún va solo a los encuentros pues su esposa y su hijo no se encuentran preparados para ir.
El buen humor, los chistes y el saludo cálido dan la bienvenida a la familia de Tobías que llega en búsqueda de conocer a otras familias que estén atravesando el mismo proceso: el cambio de identidad de género.
Los primeros en hablar son los González, que ya tienen cancha en esto de romper el hielo: son los papás de Agustín, el primer joven trans en hacer el cambio de DNI en Córdoba. “Todo lo que construimos en estos años debemos deconstruirlo y volver a construir miradas en el hogar, no sólo como padres, sino como hermanos, vecinos. Todos transicionamos. El impacto es una ola expansiva y ya no vemos al niño solo”, explica la mamá.
“Vivir en un cuerpo que no es el tuyo o –mejor dicho– que es tuyo, pero que no elegiste es jodido”, confiesa Lautaro, un joven trans que explica que su autopercepción fue desde que tiene memoria, pero que se animó a contarlo a los nueve años cuando aún en el colegio debía usar el nombre de nena que le asignaron al nacer. Hoy tiene 20 y las ideas muy claras. “Acá venimos a charlar y a plantear las dificultades que tenemos, y formar un espacio de contención”, agrega.
“Creo que lo principal es que trabajemos desde la empatía hacia el otro, hacia cada persona que es diversa”, dice Noah, un joven trans no binario.
Al hablar con Noah se hace indispensable el uso del lenguaje inclusivo. Su corporalidad y forma de vestir van de la mano con una identidad trans, pero que no se vuelve a enfrascar en lo binario (pasar de ser mujer a ser varón con los estereotipos del varón), sino que combina características: tiene un porte más “masculino” y usa pelo corto pero con aros grandes en sus orejas.
“Si bien en mi familia siempre me apoyaron me acerqué a este espacio para conocer otras realidades, construir desde acá y ayudar a otros”, dice .
En otra parte de la gran ronda está sentada Meli (nombre ficticio), una nena que viene acompañada de su hermano. Meli vive en un barrio humilde de la ciudad de Córdoba y pertenece a un entorno muy conservador. El camino es aún más difícil para ella que está en la transición su identidad de varón a mujer con muy poco apoyo de su familia.
Aunque en Argentina hay una ley completa y avanzada aprobada hace siete años –la ley 26.743 de Identidad de Género– aún no se respeta en muchos ámbitos por desconocimiento y, a veces, por indiferencia. Es por ello que el colectivo trans y sus acompañantes deben acompañarse en la lucha por hacer respetar sus derechos en la escuela, en la salud, en el trabajo y frente a otras personas.
“Creamos el espacio partiendo de datos como el de que la esperanza de vida de una persona trans es de 35 años y una de las razones se da por la expulsión temprana que sufren de sus hogares y de la escuela. Por eso vimos necesario que ellos tengan un espacio de encuentro con nuestro acompañamiento”, explicó Alejandro Escudero Salama, subdirector de Justicia y Derechos Humanos y coordinador del espacio cuyo nombre completo es “Programa de Derechos Humanos de las Niñeces, juventudes trans y sus familias”.
“Además, los papás se nos acercaban pidiendo asesoramiento para acompañar a sus hijos, una contención que no encontraban en otros ámbitos”, agrega.
Allí nueve profesionales de distintas disciplinas (psicología, trabajo social, ciencias políticas, comunicación, entre otras) planifican las temáticas de cada miércoles y el funcionamiento del grupo.
“La idea también es que a partir de este espacio se generen políticas públicas para, con, entre y desde los protagonistas, que son el insumo fundamental para construirlas, mejorarlas o adaptarlas a sus necesidades”, enfatiza Escudero Salama.
La dinámica se organiza con un temario por encuentro que luego se trabaja en tres grupos: jóvenes, padres (o acompañantes adultos) y representantes de distintas instituciones.
En este encuentro puntual, dos funcionarios del Ministerio de Justicia de la Nación que se encontraban en Córdoba reconocieron que hay muy pocos espacios similares en el país. Entre algunas definiciones, Diego Borisonik, director de políticas integrales de diversidad sexual de esa cartera, dejó en claro que cuando se habla de los derechos de las personas LGTBIQ se habla de derechos humanos. “Ahí no hay discusión alguna. Los derechos humanos no se debaten, se trabaja para protegerlos”, indica ante los presentes.
El tema del cuarto encuentro fue el adultocentrismo, que fue debatido en los tres grupos: jóvenes, padres y representantes institucionales de distintos ministerios y áreas del gobierno. Los chicos reflexionaron sobre cómo les cuesta que los adultos respeten su voz y opiniones. Entre juegos y reflexiones, Kevin, de unos 12 años, se nota preocupado. Es que no puede dejar de pensar en las pruebas que tiene que rendir en una semana. Lautaro se ofrece a ayudarlo y lo incentiva a que disfrute el momento.
Mientras, el adultocentrismo también era debatido entre los padres, que hacen autocrítica pero también reconocen la importancia de poner límites a sus hijos, como le pasa a cualquier padre.
En medio de los relatos, las lágrimas se entremezclan con las risas y la identificación en los relatos de unos y otros trae suspiros de alivio a los papás más nuevos. Algunos reconocen que el espacio les permitió acercarse más a sus hijas e hijos y entenderlos más.
Mate va, mate viene, todos coinciden en que el ámbito donde se presentan las mayores dificultades de inclusión de sus hijos es en las escuelas: en muchas de ellas siguen formando filas diferenciadas por nenas y varones, al igual que en la clase de educación física. Los baños son otro gran dilema.
Para Natalia Navarro (mamá de Noah) es importante que los padres de niños cuya identidad de género esté en transición busquen información. “Se deja de dramatizar cuando contás con conocimiento adecuado. Eso es fundamental, al igual que el diálogo. Por caso, cuando me interioricé me di cuenta de la importancia de que te llamen por el nombre con el que te identificás”.