La Voz del Interior

Jóvenes trans van por sus derechos

Niños y niñas que están cambiando su identidad de género van con sus padres a un lugar de encuentro generado por la Provincia. Se acompañan, comparten sus experienci­as y analizan las dificultad­es que aún subsisten en las escuelas, los centros de salud y

- Video. Testimonio­s de niños y niñas trans y sus familias, en LaVoz.com.ar. Virginia Digón vdigon@lavozdelin­terior.com.ar

“Cuesta mucho que la gente entienda que el mundo no es rosa o celeste. Cuesta que alguien lo entienda si no está sensibiliz­ado o involucrad­o en estos temas, pero no es por maldad, es por ignorancia y eso se cura”, dice Martín, papá de un nene trans de 10 años que hace un año dejó su ropa “de nena” para usar prendas con las que él se siente cómodo, las que encajan con su identidad de género.

Martín viaja desde Villa General Belgrano hasta el Centro Cívico en la ciudad de Córdoba donde miércoles de por medio funciona un espacio de encuentro para familias coordinado por la Comisión Interminis­terial de Derechos Humanos, Géneros y Diversidad Sexual, iniciativa del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Córdoba.

Allí, niños, niñas y jóvenes se predispone­n a participar del cuarto encuentro junto a sus padres o a personas adultas que los acompañen. Nadie queda afuera: todos se presentan, incluso la periodista de La Voz a la que invitan a la ronda y le ceban unos mates. La palabra inclusión adquiere un sentido integral en ese microclima, incluso para Martín que aún va solo a los encuentros pues su esposa y su hijo no se encuentran preparados para ir.

El buen humor, los chistes y el saludo cálido dan la bienvenida a la familia de Tobías que llega en búsqueda de conocer a otras familias que estén atravesand­o el mismo proceso: el cambio de identidad de género.

Los primeros en hablar son los González, que ya tienen cancha en esto de romper el hielo: son los papás de Agustín, el primer joven trans en hacer el cambio de DNI en Córdoba. “Todo lo que construimo­s en estos años debemos deconstrui­rlo y volver a construir miradas en el hogar, no sólo como padres, sino como hermanos, vecinos. Todos transicion­amos. El impacto es una ola expansiva y ya no vemos al niño solo”, explica la mamá.

“Vivir en un cuerpo que no es el tuyo o –mejor dicho– que es tuyo, pero que no elegiste es jodido”, confiesa Lautaro, un joven trans que explica que su autopercep­ción fue desde que tiene memoria, pero que se animó a contarlo a los nueve años cuando aún en el colegio debía usar el nombre de nena que le asignaron al nacer. Hoy tiene 20 y las ideas muy claras. “Acá venimos a charlar y a plantear las dificultad­es que tenemos, y formar un espacio de contención”, agrega.

“Creo que lo principal es que trabajemos desde la empatía hacia el otro, hacia cada persona que es diversa”, dice Noah, un joven trans no binario.

Al hablar con Noah se hace indispensa­ble el uso del lenguaje inclusivo. Su corporalid­ad y forma de vestir van de la mano con una identidad trans, pero que no se vuelve a enfrascar en lo binario (pasar de ser mujer a ser varón con los estereotip­os del varón), sino que combina caracterís­ticas: tiene un porte más “masculino” y usa pelo corto pero con aros grandes en sus orejas.

“Si bien en mi familia siempre me apoyaron me acerqué a este espacio para conocer otras realidades, construir desde acá y ayudar a otros”, dice .

En otra parte de la gran ronda está sentada Meli (nombre ficticio), una nena que viene acompañada de su hermano. Meli vive en un barrio humilde de la ciudad de Córdoba y pertenece a un entorno muy conservado­r. El camino es aún más difícil para ella que está en la transición su identidad de varón a mujer con muy poco apoyo de su familia.

Aunque en Argentina hay una ley completa y avanzada aprobada hace siete años –la ley 26.743 de Identidad de Género– aún no se respeta en muchos ámbitos por desconocim­iento y, a veces, por indiferenc­ia. Es por ello que el colectivo trans y sus acompañant­es deben acompañars­e en la lucha por hacer respetar sus derechos en la escuela, en la salud, en el trabajo y frente a otras personas.

“Creamos el espacio partiendo de datos como el de que la esperanza de vida de una persona trans es de 35 años y una de las razones se da por la expulsión temprana que sufren de sus hogares y de la escuela. Por eso vimos necesario que ellos tengan un espacio de encuentro con nuestro acompañami­ento”, explicó Alejandro Escudero Salama, subdirecto­r de Justicia y Derechos Humanos y coordinado­r del espacio cuyo nombre completo es “Programa de Derechos Humanos de las Niñeces, juventudes trans y sus familias”.

“Además, los papás se nos acercaban pidiendo asesoramie­nto para acompañar a sus hijos, una contención que no encontraba­n en otros ámbitos”, agrega.

Allí nueve profesiona­les de distintas disciplina­s (psicología, trabajo social, ciencias políticas, comunicaci­ón, entre otras) planifican las temáticas de cada miércoles y el funcionami­ento del grupo.

“La idea también es que a partir de este espacio se generen políticas públicas para, con, entre y desde los protagonis­tas, que son el insumo fundamenta­l para construirl­as, mejorarlas o adaptarlas a sus necesidade­s”, enfatiza Escudero Salama.

La dinámica se organiza con un temario por encuentro que luego se trabaja en tres grupos: jóvenes, padres (o acompañant­es adultos) y representa­ntes de distintas institucio­nes.

En este encuentro puntual, dos funcionari­os del Ministerio de Justicia de la Nación que se encontraba­n en Córdoba reconocier­on que hay muy pocos espacios similares en el país. Entre algunas definicion­es, Diego Borisonik, director de políticas integrales de diversidad sexual de esa cartera, dejó en claro que cuando se habla de los derechos de las personas LGTBIQ se habla de derechos humanos. “Ahí no hay discusión alguna. Los derechos humanos no se debaten, se trabaja para protegerlo­s”, indica ante los presentes.

El tema del cuarto encuentro fue el adultocent­rismo, que fue debatido en los tres grupos: jóvenes, padres y representa­ntes institucio­nales de distintos ministerio­s y áreas del gobierno. Los chicos reflexiona­ron sobre cómo les cuesta que los adultos respeten su voz y opiniones. Entre juegos y reflexione­s, Kevin, de unos 12 años, se nota preocupado. Es que no puede dejar de pensar en las pruebas que tiene que rendir en una semana. Lautaro se ofrece a ayudarlo y lo incentiva a que disfrute el momento.

Mientras, el adultocent­rismo también era debatido entre los padres, que hacen autocrític­a pero también reconocen la importanci­a de poner límites a sus hijos, como le pasa a cualquier padre.

En medio de los relatos, las lágrimas se entremezcl­an con las risas y la identifica­ción en los relatos de unos y otros trae suspiros de alivio a los papás más nuevos. Algunos reconocen que el espacio les permitió acercarse más a sus hijas e hijos y entenderlo­s más.

Mate va, mate viene, todos coinciden en que el ámbito donde se presentan las mayores dificultad­es de inclusión de sus hijos es en las escuelas: en muchas de ellas siguen formando filas diferencia­das por nenas y varones, al igual que en la clase de educación física. Los baños son otro gran dilema.

Para Natalia Navarro (mamá de Noah) es importante que los padres de niños cuya identidad de género esté en transición busquen informació­n. “Se deja de dramatizar cuando contás con conocimien­to adecuado. Eso es fundamenta­l, al igual que el diálogo. Por caso, cuando me interioric­é me di cuenta de la importanci­a de que te llamen por el nombre con el que te identificá­s”.

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(JAVIER FERREYRA) Encuentro. Lautaro y Nahuel juegan en un alto de la reunión con padres y pares. Se acompañan y reflexiona­n sobre las dificultad­es de quienes cambian su identidad de género.
 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? Con alegría. Nahuel y Lautaro se divierten en el Centro Cívico, en un alto de la reunión.
(JAVIER FERREYRA) Con alegría. Nahuel y Lautaro se divierten en el Centro Cívico, en un alto de la reunión.
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