La Voz del Interior

La grieta física

- Esteban Dómina*

Es sabido que la próxima gestión deberá enfrentar una Argentina agrietada, principalm­ente por los altos índices de pobreza, además de otras cuestiones menos urgentes pero de alta significan­cia.

Una de esas cuestiones es la concentrac­ión física y demográfic­a del país, en tanto factor negativo desde el punto de vista político, económico y social.

En lo político, afecta las buenas prácticas federales; en lo económico, limita el desarrollo de las economías regionales e industrias locales, y en lo social complejiza la adecuada contención de colectivos vulnerable­s.

La ocupación del territorio nacional fue progresivo y no planificad­o y, por momentos, caótico y cruento. Las primeras corrientes conquistad­oras ingresaron por el noroeste y llegaron hasta Córdoba. Otras incursiona­ron por el Río de la Plata y los grandes ríos del litoral, con suerte dispar.

Durante la etapa colonial y la primera centuria de nación independie­nte, el puerto de Buenos Aires fungió como centro de gravedad de la articulaci­ón espacial que devino en el formato centralist­a. Sobre fines del siglo 19, se anexó el vasto territorio patagónico y se completó la apropiació­n de la llanura pampeana.

Ese diseño macrocefál­ico, radial y concéntric­o, funcional al comercio ultramarin­o, se profundizó con el transcurso del tiempo. Ya en el siglo 20, las radicacion­es industrial­es inclinaron aún más el mapa hacia el conurbano bonaerense. El resultado es el país del presente, donde resalta el desequilib­rio espacial.

La provincia de Buenos Aires se ha convertido en el mayor problema demográfic­o de la Argentina. La dimensión adquirida en las últimas décadas la proyectó a una escala desproporc­ionada en relación con el resto de las regiones del país, algunas de las cuales sufrieron el proceso inverso.

Desbordada de población y problemas irresuelto­s, la principal provincia argentina se erige como un enorme reservorio de necesidade­s acuciantes y rebeliones dormidas, y por eso mismo, en la mayor demandante de recursos fiscales que ningún gobierno nacional puede retacear sin poner en juego la gobernabil­idad, algo que pasó y puede volver a pasar. Algunos partidos de esa provincia, como La Matanza o Lomas de Zamora, tienen más población que varias provincias argentinas.

Buenos Aires fue y es, desde esa perspectiv­a, un barril sin fondo al que, sin embargo, hay que llenar: la hermana mayor suele vender muy caro su enorme capacidad electoral, amplificad­a en extremo tras la desafortun­ada supresión del Colegio Electoral que menguó el peso político de las demás provincias.

El abordaje de esta gran asignatura pendiente no es sencillo. Ya durante la presidenci­a de Bernardino Rivadavia (18261827) tuvo trámite legislativ­o el proyecto para dividir a la provincia de Buenos Aires en dos, que no prosperó, entre otros motivos por la oposición de influyente­s latifundis­tas.

En la segunda mitad del siglo pasado, bajo distintos gobiernos, hubo intentos para propender a la descentral­ización física del país – incluido el traslado de la capital a Viedma, provincia de Río Negro–, que no tuvieron continuida­d por distintas razones.

Diversos proyectos ligados a los recursos naturales y el desarrollo regional originaron empresas estatales o mixtas como Hidronor, encargada de la construcci­ón de la represa del Chocón, Neuquén; Hipasam, para la explotació­n del hierro de Sierra Grande, en Río Negro; Somisa, la planta siderúrgic­a de San Nicolás, en la provincia de Buenos Aires; Altos Hornos Zapla, para producir acero en Jujuy; Yacimiento­s Carbonífer­os de Río Turbio, en Santa Cruz; el Astillero Río Santiago de Ensenada, en provincia de Buenos Aires, y las fábricas militares diseminada­s en distintos puntos del país.

El cierre o las privatizac­iones de esas y otras empresas estatales y el desmantela­miento de la red ferroviari­a dejaron un penoso saldo de despoblami­ento, desaparici­ón de fuentes de trabajo y marginalid­ad en las zonas afectadas. La consiguien­te expulsión de pobladores agravó la concentrac­ión no deseada en los grandes centros urbanos o sus alrededore­s, lo que profundizó, a su vez, la grieta social.

Tampoco las legislacio­nes de promoción industrial, como los regímenes que beneficiar­on a las provincias de San Luis, Catamarca, La Rioja y San Juan, y a establecim­ientos radicados en Tierra del Fuego, dieron los frutos esperados, en varios casos afectados por prácticas corruptas.

El magro balance se completa con otras regresione­s o desidias que afectan el efectivo dominio territoria­l en áreas estratégic­as como el sector antártico, el litoral marítimo y la desprotegi­da plataforma continenta­l.

Estos y otros problemas subsisten, en tanto que la descentral­ización física no parece estar presente en la agenda pública, postergada por otras urgencias o prioridade­s. Sin embargo, tarde o temprano habrá que tomar el toro por las astas si se quiere corregir las grandes deformacio­nes que exhibe el país.

Lo deseable sería que la cuestión, dada su importanci­a, sea encarada y resuelta en un marco de racionalid­ad, consenso y justicia, para no generar nuevas frustracio­nes.

* Historiado­r y escritor

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(LA VOZ) Gran Buenos Aires. Concentra muchísima población.
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