La Voz del Interior

En Chiapas, ahora la lucha es ambiental

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Los pocos indígenas lacandones que restan en el sur de México libran una batalla para proteger su hogar ancestral: la última zona de selva en América del Norte.

Actualment­e sólo existen 1.500 lacandones, desperdiga­dos en unos cuantos asentamien­tos a lo largo de los 3.312 kilómetros cuadrados de la reserva Montes Azules del estado de Chiapas, en la frontera con Guatemala.

A lo largo de los años, otros grupos indígenas como los tzeltales y los choles se han establecid­o en la jungla, pero tales grupos crean enormes campos agrícolas y crían ganado, algo que los lacandones no hacen.

Conocidos por vestir sus tradiciona­les túnicas blancas de algodón y pelo largo, los lacandones practican una agricultur­a sostenible de bajo impacto ambiental, despejan pequeñas parcelas y plantan una combinació­n compacta de cultivos. Después rotan el cultivo a otra parcela a la que se ha dejado recuperars­e durante varios años. No poseen ganado.

En agosto, los habitantes de la reserva sostuviero­n elecciones para funcionari­os que terminarán de determinar las delimitaci­ones territoria­les de cada grupo en la reserva, y los lacandones aseguran que fueron dejados afuera por sus nuevos y más numerosos vecinos.

“Nosotros somos los legítimos lacandones, que sabemos conservar la selva lacandona”, sostuvo Chankin Chambor, un líder de la comunidad. “Somos los dueños de la selva lacandona, la conservamo­s”.

“Los choles, los tzeltales, son devastador­es de la selva. No respetan territorio­s lacandones. Hacen prácticas de ganadería, siembran puros pastizales para el ganado. Y queman intenciona­lmente la selva. Hacen tala ilegal”, agregó.

Hay argumentos de ambos lados.

Un funcionari­o federal que pide no ser identifica­do asegura que el problema involucra parcialmen­te tanto intereses económicos como pagos de compensaci­ón.

El Gobierno invierte millones de dólares para pagar a los habitantes de la selva por su tierra bajo un plan federal para regulariza­r a las comunidade­s que no pueden ser retiradas de la reserva, y para desplazar a quienes están dispuestos a mudarse.

Hasta ahora, la mayoría de ese dinero fue entregada a los lacandones como compensaci­ón por asentamien­tos en su territorio en las últimas décadas, pero ahora los choles y los tzeltales –que suman decenas de miles– están cansados de los privilegio­s de los relativame­nte pocos lacandones.

No obstante, hay una amenaza real de expansión de asentamien­tos de choles y de tzeltales, grupos indígenas que solían vivir más al oeste en las regiones montañosas de Chiapas, pero que se mudaron hacia la selva en busca de tierras. Algunas organizaci­ones agrícolas radicales, entre ellas los rebeldes zapatistas, se han unido a ellos en contra de los lacandones, quienes eran vistos como un grupo favorecido por el Gobierno.

Ninguna de las organizaci­ones a las que los lacandones acusan de estar detrás de los asentamien­tos responde consultas, pero el funcionari­o federal asegura que la amenaza fue real. “Quieren expandirse y controlar a los lacandones, y permitir nuevas invasiones de organizaci­ones con las que tienen relación”, subraya.

* Agencia AP

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