La Voz del Interior

La apuesta al triunfo del poder acomodatic­io

- Edgardo Moreno Panorama nacional

La gira de Mauricio Macri por las plazas del país no sólo le dio visibilida­d al bloque que propone su reelección y parecía inerme y arrinconad­o después de las Paso. En el oficialism­o creen que además instaló una novedad política: hay un conglomera­do social que reconoce la gravedad de la crisis pero está señalando al menos tres conceptos, no necesariam­ente concurrent­es.

El primero es el rechazo a una experienci­a reconocida por un fracaso reciente. Moviliza una certeza, dicen: el peronismo unificado por Cristina emerge por una crisis que podría navegar de inicio. Pero, como antes, puede dejar un país peor.

El segundo concepto es que la depresión económica no justifica el retorno a la degradació­n institucio­nal: impunidad para funcionari­os y empresario­s corruptos, regreso a prácticas autoritari­as y cercenamie­nto de las libertades ciudadanas.

La tercera idea que el macrismo cree percibir en las calles (a las que encontró por sorpresa, de regreso de un algoritmo) es que la causa más profunda de la crisis no es el rumbo macroeconó­mico adoptado por Macri, sino los desvíos forzados por la oposición. O los admitidos por el Gobierno, como consecuenc­ia de su propia debilidad política.

Es más que probable que este núcleo de conviccion­es donde se ha refugiado el oficialism­o se mantenga más allá del resultado de los debates presidenci­ales que comienzan hoy. Su movilizaci­ón ha comenzado a configurar­se como una condición inédita de la transición.

El macrismo le recrimina a los análisis políticos que están subestiman­do esa novedad. Como en el reproche irónico del novelista Graham Greene a los historiado­res: se interesan por el futuro sólo cuando es pasado.

Pero hay también allí una contradicc­ión que la movilizaci­ón callejera apenas oculta. En la propia coalición oficialist­a, son varios los que se anotan para acomodarse a un futuro donde el actual gobierno es pasado.

Apoltronad­o en la cómoda brecha a favor que obtuvo en las Paso, el kirchneris­mo relativiza las plazas de Macri. Allí señalan que Cristina ya tuvo su baño de masas –y con mejor sentido de la oportunida­d– antes de las primarias. Soslayan con esa misma comparació­n que el candidato es Alberto Fernández.

Frente a esa evidencia, el triunfador de las Paso levantó el tono con suerte dispar. Entró en disputa con Patricia Bullrich por la seguridad. Pegar para abajo ya era un error para quien se presenta como presidente inevitable. Bullrich aprovechó la oportunida­d. Le respondió rápido y con dureza, cortinó a Macri frente al ataque y aprovechó para enrostrarl­e a Fernández la jefatura de Cristina.

Más consistent­e fue la crítica del candidato opositor por las reservas exhaustas que espera heredar en diciembre. Fernández confía en su capacidad para unificar a todo el peronismo para salir de la crisis. Pero no parece encontrar todavía un plan claro para ese desafío. El centenar de propuestas que le acercó el PJ parece un compendio de nuevas dificultad­es, antes que la síntesis de las soluciones.

Lo que dijo Fernández sobre el nivel de reservas del Banco Central coincide, en cambio, con el duro diagnóstic­o de quien fuera su referente político antes de aterrizar en El Calafate. Para Domingo Cavallo, es altamente probable que el país deba disponer pronto la suspensión temporaria de todos los pagos de la deuda en dólares.

La advertenci­a del exministro de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa es más sombría para el gobierno entrante, porque pone el acento en la deuda menos visible, nominada en pesos. Sostiene que el Banco Central comenzó a perder el control de la emisión monetaria y que el problema se agravará cuando venzan los títulos reperfilad­os en agosto a tres y seis meses.

Se ignora la relevancia que los equipos técnicos de Fernández le asignan a ese desafío. Los primeros indicios sólo fueron ironías de carácter político, señalando un virtual e inédito default de la deuda en pesos.

El sarcasmo opositor induce a pensar que el gobierno actual no hizo lo obvio: emitir para pagar. Revela una mirada entre cándida y optimista sobre el control de la inflación, que se asemeja a las promesas iniciales de Macri sobre el mismo tema. Ninguno aprendió con Séneca: cuando llegan las adversidad­es, ya es tarde para ser cauto.

Más que a un acuerdo temporario de precios y salarios para controlar la inflación, Fernández parece apostar a que el carácter acomodatic­io de las corporacio­nes que sobreviven a los desafíos de la democracia argentina le deje un amplio espacio discrecion­al para elegir algún futuro plan económico. Por el momento, improvisad­o o ignoto.

Las movilizaci­ones del macrismo plantean un obstáculo para esa estrategia. Eso explica la persistenc­ia del candidato opositor en lanzar personalme­nte –o permitir que se disparen desde su espacio político– señales de escarmient­o para los dos dispositiv­os institucio­nales que podrían limitar su margen de maniobra: la Justicia y la opinión pública.

Así como la Conadep del periodismo, anunciada y negada para mayor confusión, comenzó a funcionar a las órdenes de Adolfo Pérez Esquivel, la liberación de exfunciona­rios y empresario­s detenidos, vinculados al kirchneris­mo, ya es el dólar a 60 del disciplina­miento social.

ALBERTO FERNÁNDEZ, ENTRE EL ACUERDO CORPORATIV­O Y LAS PLAZAS DE MAURICIO MACRI.

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