“O salteás una comida diaria, o la canasta se te termina el 22”
“O te salteás una comida diaria, o se te termina el 22 de cada mes”, escuchó Martín Maldonado, coordinador del proyecto Czekalinski y uno de los voluntarios que, durante seis meses, comerá la canasta básica alimentaria (Caba) con la que el Indec mide la pobreza en Argentina.
Las palabras de su hermana –que lo ayuda a organizarse con el plan alimentario– le hacen ver la realidad: el día 22, una semana antes de terminar el mes, ya no le quedaba nada de los 58 productos que se establecen como parámetro para que un adulto varón de entre 30 y 59 años llegue a alimentarse sin convertirse en indigente.
“El 22 me quedé sin carne ni verduras; quizás mi estrategia fue desordenada y tenga que cambiar”, agrega Martín.
Pero hay otra consecuencia: antes de comenzar la investigación, Martín pesaba dos kilos y medio más que ahora, tras un mes de comer Caba. Aunque clara que, “al empezar cualquier dieta, es normal bajar de peso, pero eso debería estabilizarse después”.
Algo similar le pasó a Florencia Demarchi, otra de las voluntarias para investigar qué pasa cuando alguien come como lo hacen más de 14 millones de pobres, según una medición que se utiliza desde hace más de 30 años, sin cambios, y que parece obsoleta desde varios puntos de vista.
“Bajé de 60 kilos a 57,5. Supongo que pasó al eliminar muchos alimentos grasos que no están en la Caba”, dice Florencia, a la que sí le alcanzaron las cantidades indicadas, ya que se toma mucho tiempo para planificar, pesar, cocinar y racionar, aunque con un gran esfuerzo: “Llegué justo con todo. Sólo me sobró un poco de pan y de papa. Hambre no pasé, salvo a veces a la mañana, porque desayuno muy temprano y entonces antes del mediodía sólo puedo consumir pan y agua. O mate cocido si me alcanza”, cuenta esta licenciada en Nutrición y docente.
Claudia Albrecht es la otra voluntaria que los acompaña: “Bajé dos kilos exactos. La última