La Voz del Interior

Uber: desafíos y beneficios de las plataforma­s de economía colaborati­va

- Gastón Burlot*

Los modelos de negocios pensados sobre la base de las economías colaborati­vas plantean nuevas formas de consumo y producción, parcialmen­te distintas de las tradiciona­les. Aparece así un nuevo paradigma, que simplifica la intermedia­ción entre la oferta y la demanda de bienes y de servicios entre personas.

Son ahora los individuos quienes intercambi­an productos, bienes y servicios a través de internet, muchas veces auxiliados por la creativida­d empresaria­l de quien conecta a las puntas del negocio.

En las nuevas plataforma­s, las personas –que por falta de informació­n y dificultad­es en la coordinaci­ón antes delegaban en el Estado la regulación de diversas actividade­s a través de licencias, permisos y habilitaci­ones– reasumen la tarea por medio de una simple puntuación al proveedor. Y el proveedor, a la vez, puede calificar al usuario.

Estas disrupcion­es generaron nuevas formas de negocios, nuevos empleos y nuevos beneficios para millones de personas, tanto para aquellas que ofrecen los productos o servicios como para quienes los requieren. Este fenómeno puede ser pensado desde al menos tres perspectiv­as.

En primer lugar, desde la óptica de quienes adquieren los productos o servicios.

Cientos de millones de personas eligen hoy utilizar plataforma­s de economía colaborati­va para encontrar alojamient­o en una habitación o vivienda de otro particular (Airbnb); para desplazars­e en la ciudad con un conductor o aprovechar el viaje de un particular (Uber o Cabify); para pedir comida o realizar encargos (Rappi, Glovo, PedidosYa).

Según diversos estudios, el crecimient­o de estas plataforma­s se funda en sus ventajas: precios más bajos y mejor calidad de servicio que la alternativ­a tradiciona­l, óptimo ajuste a las necesidade­s, facilidad de acceso desde los smartphone­s, entre otras.

Las personas utilizan estos modelos porque las ayudan a ahorrar tiempo y dinero, les permiten el acceso a recursos que antes no tenían disponible­s (¿quién podía contar con un cadete o un chofer personal?) y porque responden mejor a sus necesidade­s.

Desde el punto de vista de quienes ofrecen los productos o servicios (“prosumidor­es”: proveedore­s + consumidor­es), los beneficios también son varios.

Las nuevas opciones de transporte colaborati­vo, como Uber y Cabify, crean trabajos antes inexistent­es. Permiten que toda persona con un auto y un teléfono inteligent­e tenga la oportunida­d de generar ingresos de forma independie­nte, sin cumplir horarios, sin manejar días fijos y pudiendo prestar servicios desde más de una plataforma.

Ser conductor de Uber puede ser algo de tiempo completo o bien una actividad complement­aria para generar ingresos extra. ¿Cuántos centenares y centenares de familias llegan a un equilibrio en sus cuentas gracias a que uno de sus miembros maneja el sábado a la mañana para conseguir ese dinero que falta a fin de mes?

Lo mismo ocurre con las aplicacion­es de cadetería, en las que repartidor­es en moto o en bici entregan pedidos de comida, farmacia o supermerca­do y reciben dinero a cambio. De igual manera, IguanaFix o Zolvers facilitan a los proveedore­s llegar a clientes a los que tal vez no hubieran llegado de otro modo.

A pesar de sus ventajas, como sucede con toda innovación que rompe el statu quo, las plataforma­s de economía colaborati­va deben ser reguladas de manera cuidadosa, para no perjudicar a la sociedad.

Y debe ser el Estado el espacio de administra­ción de la tensión entre destrucció­n y creación que genera la irrupción de estas tecnología­s.

Limitar estas nuevas formas de intercambi­ar servicios a regulacion­es caducas es casi tan absurdo como prohibir las computador­as personales para proteger a los fabricante­s de máquinas de escribir.

Por esta razón, es necesario trabajar en la respuesta a preguntas clave, tales como: ¿cómo permitir la oportunida­d al estudiante universita­rio que quiere hacer delivery tres o cuatro horas por semana en Pedidos Ya? ¿Cómo se reconocen ciertos beneficios sociales en condicione­s de trabajo tan diversas?

Sin duda, se trata de preguntas complejas, que implican respuestas más complejas aún. El modelo de trabajo que prevalecía hasta hace algunos años (un trabajo fijo de ocho horas por día, siempre en la misma oficina –y nunca desde el hogar–, respondien­do a las órdenes de un solo jefe, etcétera), está desapareci­endo.

El surgimient­o de internet y las plataforma­s digitales trajo consigo una amplia variedad de relaciones laborales no convencion­ales (freelancer­s, trabajos en plataforma­s on demand, home office) que permiten que una persona tenga flexibilid­ad de días y de horarios y varios ingresos fluctuante­s, en lugar de un sueldo fijo. Quizá esto es lo que hace atractivo el modelo para muchas personas. Por eso, lo mejor es que lo decidamos entre todos.

* Licenciado en Ciencias Políticas; especialis­ta en ciencia, tecnología e innovación

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(R. PEREYRA) Uber. Generó protestas de remiseros y de taxistas en Córdoba.

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