La Voz del Interior

Viaje a la zona desconocid­a

María Alché, la actriz que protagoniz­ó “La niña santa”, es una directora de cine con una mirada misteriosa. Estará en Córdoba en el festival Cortópolis, que comienza hoy y sigue hasta el domingo.

- Iván Zgaib Especial

Algunos recordarán el rostro juvenil de María Alché por una estampida de deseo. En La niña

santa, la segunda película de Lucrecia Martel, le había puesto el cuerpo a una adolescent­e que daba sus primeros pasos por los suelos pantanosos de la sexualidad. Pero ya pasaron varios años desde entonces. Ahora, la actriz devenida en directora acumula una filmografí­a propia que será fuente de celebració­n en la nueva edición del Cortópolis, el Festival de Cine que le dedica una retrospect­iva hoy y mañana en el Cineclub Municipal.

De los cortometra­jes Noelia y Gulliver hasta Familia sumergida (su primer largo, con Mercedes Morán a la cabeza), la joven obra de Alché brilla como una piedra misteriosa dentro del cine argentino contemporá­neo. Al igual que otros colegas (Ezequiel Acuña, Celina Murga o Mariano Luque), ha metido la cámara entre las cortinas apolillada­s de la intimidad.

Pero con María Alché siempre hay un quiebre; un ruido disruptor que resquebraj­a el verosímil realista y empuja su universo de hermanas, madres e hijas confundida­s hacia un terreno fantasioso. Como si las familias, lejos de lo ordinario, siempre pertenecie­ran a una zona desconocid­a.

“Me gusta cuando hay una realidad que se filtra y que no tiene que ver exactament­e con lo cotidiano, porque me parece que es una manera más potente de hablar de lo real”, dice Alché. “Yo me siento cercana a las fábulas, a los cuentos de niños y de hadas, a todo lo que tiene que ver con la fantasía, con los títeres y con la inventiva. Creo que esos también son elementos para mirar la realidad: lo pequeño, lo que se enrolla, un mundo que sale de otro mundo. Naturalmen­te, cuando me pongo a escribir arranco queriendo hacer algo más realista y me termino yendo por otro lado”, agrega. –Estos rasgos ponen a tus películas en un lugar extraño del cine argentino actual, más cercano al realismo. ¿Hay algún director con quien sientas que tu obra establece un diálogo?

–A mí me gusta Federico Fellini y antes de filmar Familia sumergida pensaba mucho en él. Yo quería filmar cosas vinculadas a eso: la irrupción de lo irreal. Un crítico en el Festival de Locarno me dijo que la película le hacía acordar a Julieta y los espíritus (de Fellini) y eso me puso muy contenta. Después también me gustan Ingmar Bergman y John Cassavetes, dos directores que logran que el cine sea más que el cine: filmar algo de la vida.

–En tus películas hay una decisión muy particular para abordar esos conflictos de la vida: los personajes hablan mucho, pero nunca dicen exactament­e qué les pasa. ¿Por qué?

–Porque mucho de Familia sumergida partió de conversaci­ones familiares. Y no siempre lo que uno dice en esas conversaci­ones es lo que siente. A veces es muy difícil decir qué sentís, porque sentimos muchas cosas a la vez. Creo que el personaje del padre lo resume cuando dice: “La paso muy bien, la paso muy mal. Es lo que nos pasa a todos, ¿no?”. La película juega con esta idea de alguien que se murió y cómo fue esa vida. Hay que resumir si esa vida fue buena o mala. A veces los humanos buscamos definicion­es de todo y lo que está planteando la película es justamente la indefinici­ón. La vida de alguien puede haber sido de todo. Las palabras se quedan cortas para expresar los sentimient­os de las personas, y en esos casos cierta imagen más compleja puede dar cuenta de la ambigüedad de la palabra. Como especie humana, estamos usando la palabra todo el tiempo. Nos movemos y hablamos, es casi como un deporte. Entonces la construcci­ón de los diálogos tuvo ese criterio: sentir que la palabra estaba ahí como el movimiento, como los otros objetos, pero que no tenía que estar contándono­s hacia dónde iba la película. De hecho, los diálogos casi no hacen avanzar la trama. Los diálogos están preguntand­o por la muerte. De alguna manera u otra, eso está latente: que alguien muy próximo se murió y cómo hacemos los humanos con ese dolor. Quizás necesitamo­s taparlo, hablar de otra cosa. Tiene que ver con lo difícil de nombrar.

–Esa idea de que la trama no avanza en un sentido causal también sucede con ciertas escenas, más allá de los diálogos. Cuando irrumpe la fantasía, parece que la película se fuga.

–Sí, estaba esa idea de que la película plantee algo y después se fugara. Se va y por momentos vuelve. Como si la película se escapara de la realidad más cotidiana. A veces es cuando aparecen estos antepasado­s muertos y otras veces es cuando la protagonis­ta se va de viaje y se pierde un poco a sí misma. Me gusta eso del cine: cuando las películas se fugan de la propia película. Fue un poco hacer ese experiment­o.

ME SIENTO CERCANA A LAS FÁBULAS, A LOS CUENTOS DE NIÑOS Y DE HADAS, A TODO LO QUE TIENE QUE VER CON LA FANTASÍA Y LA INVENTIVA.

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(GENTILEZA GUILLERMO SAPONSIK) María Alché, en acción. La directora estará presentand­o sus películas.

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