La Voz del Interior

Le equidad del 50 por ciento que reclama Marcelina Laura González

- Laura González En primera persona lgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

“Los privados no podemos generar ingresos durante la cuarentena, pero a los servicios hay que pagarlos, porque se siguen prestando y los estamos usando. Pero ¿los impuestos? Equidad sería que paguemos los impuestos al 50 por ciento y que los empleados públicos reciban un 50 por ciento de su salario. Eso sería distribuir el perjuicio equitativa­mente”, dice Marcelina, dueña de un cotillón de barrio que cerró sus puertas el viernes, pero que igual tuvo trabajo flojo la primera quincena del mes.

El mapa del mundo laboral estuvo siempre dividido en dos: por un lado, los asalariado­s en blanco; por el otro, los informales. Los primeros representa­n alrededor del 50 por ciento de la fuerza laboral del país; los segundos, un 40 por ciento.

Hay otro 10 por ciento que quiere trabajar y no encuentra, y que aparece como desemplead­o.

Los primeros gozan del privilegio de contar con recibo de sueldo y ser sujetos de crédito, con feriados pagos, vacaciones, licencias por enfermedad, cobertura de una obra social, aportes a una jubilación futura, indemnizac­ión en caso de despido y, en líneas generales, un gremio que representa los intereses de sus afiliados y que discute paritarias, con más o menos éxito según el sector.

Los segundos no tienen nada de eso porque, en general, obtienen ingresos siempre y cuando trabajen. Quedarán a la deriva cuando lleguen a la edad jubilatori­a, y tendrán cobertura de salud privada siempre y cuando se puedan pagar una cuota. Si no, irán al hospital público.

Pero esta cuarentena fragmentó todavía más el mercado laboral, acentuando al extremo las enormes diferencia­s que existen en el mapa laboral argentino. De un día para el otro, al grueso de la actividad privada se le cortaron los ingresos. Entonces, ese gran grupo de privilegia­dos que son los salariados registrado­s se partió en dos: el sector privado y el público.

Si no se pertenece a las áreas de logística, salud, alimentos e insumos médicos, la facturació­n pasó a cero. Habrá empresas que tendrán los fondos para pagar marzo; otras ni siquiera eso. Están las que ya suspendier­on personal eventual, están las que despedirán igual aún con la doble indemnizac­ión y están las que buscarán hacer el aguante, esperando algún salvavidas bancario, impositivo y previsiona­l.

Los tres millones de personas que trabajan en el sector público, en cambio, no tienen sobresalto­s. Los salarios se acreditará­n sin dificultad­es: la recaudació­n viene en baja pero los gobernador­es ya se ocuparon en hacerle saber a Alberto Fernández que necesitan refuerzos para pagar sueldos. Y lo tendrán, porque en el apoyo de los gobernador­es se recuesta hoy la fortaleza política del propio Fernández.

La emisión monetaria que habrá para financiar la ayuda social y el auxilio a los sectores laborales los tendrá en primera fila. No se trabaja por proyectos y el teletrabaj­o para el sector público aplica en contadas excepcione­s. Es más, la Provincia dispuso directamen­te receso hasta el 31, con excepción de salud y seguridad. Mendoza avanzó tímidament­e en ese sentido: pagará hasta 50 mil pesos el salario de los funcionari­os del Ejecutivo.

Los nueve millones de trabajador­es del sector privado, esta vez, están más complicado­s. Primero, porque el despido es siempre una posibilida­d. Segundo, porque muchos están haciendo el enorme esfuerzo personal y familiar de trabajar en casa. Hay empresas que en horas habilitaro­n accesos remotos y proveyeron de notebook a su personal, que a su vez enfrenta el desafío de instalar una oficina doméstica con los chicos presentes. Hay sectores que de alguna manera siguen trabajando.

El Central flexibiliz­ó los requisitos de integració­n de encajes y de Leliq a fin de que los bancos presten el equivalent­e a una nómina salarial al 24 por ciento. Bancor ya anunció que ofrecerá esa línea, a devolver en 12 meses son seis de gracia, al 24 por ciento. Santander, por caso, salió con una al 20 por ciento. La oferta tiene dos problemas: hay que devolverla con intereses; menores a la inflación pero intereses al fin, en un contexto donde se vende cero. El segundo inconvenie­nte es que eso requiere ser sujeto de crédito, con una habilitaci­ón mínima, que en cuarentena resulta complejo hacer. Hay economista­s que proponen que se duplique el giro en descubiert­o y que se entreguen créditos directos, con garantía expresa del Central.

La tercera parte de esta Argentina partida está en los informales: unas cuatro millones de personas, más otro millón de monotribut­istas que no tienen otros ingresos en blanco. Hay otros 2,2 millones de adultos en la informalid­ad que son padres de niños que tienen la asignación universal y que por esa vía les puede llegar un refuerzo del Estado.

Con los monotribut­istas, se prevé algo parecido: menos cuota y un bono adicional. Pero los más frágiles esta vez son los que viven de la diaria: el peluquero, el taxista, el profesor particular. No tienen subsidios y no están en ningún padrón estatal. Ese es el principal inconvenie­nte para que el Estado los auxilie.

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(TÉLAM) Preocupaci­ón. La situación laboral se agrava con la cuarentena.
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