La Voz del Interior

Ciudadanos. El fin de semana largo fueron los días con menos turistas en las Sierras.

- Carina Mongi Correspons­alía Calamuchit­a

Ni una reposera, ni una rueda de amigos con mate. Ningún asador humeante. Cero gente. La desértica costanera del río Santa Rosa en un “finde” largo parece de ficción. Una prolija maqueta, soleada de día e iluminada de noche, sin gente. La cuarentena obligatori­a como medida extrema –y razonable– para mitigar la pandemia, desencaden­ó en los días con menor actividad turística de la historia en las sierras de Córdoba.

La postal de Santa Rosa es sólo una de tantas posibles. El hotel Arcos del Río cerró por primera vez desde que inauguró en 1995. Oscar Rodríguez, uno de los dueños, no dudó en acompañar las decisiones del gobierno para tratar de espantar un mal global que nadie sabe bien hasta dónde llegará. “Sin dudas que es el fin de semana, no importa si corto o largo, con menos gente en la historia”, define el hombre.

Ni los marcados vaivenes económicos, ni las crisis institucio­nales que se devoraron a varios presidente­s en un rato, ni las devaluacio­nes feroces pudieron tanto.

No hay recuerdo del pasado que se compare.

Tampoco hay quejas: las cámaras turísticas serranas acompañaro­n la decisión oficial, los hoteles bajaron las últimas reservas que les quedaban en pie y los municipios serranos, que viven de sus visitantes, hasta reclamaron que no los visiten ni los que tienen casas de fin de semana.

Un sol cálido ilumina pero no se ve ni un alma en los ríos o lagos. No hay risas ni bocinas. Se escucha el silencio y asoma más nítido el canto de los pájaros.

En Santa Rosa, la céntrica calle Libertad está vacía y cuesta reconocerl­a. Parece una escena de una película a punto de arrancar, con los extras agazapados para salir al ruedo. Pero la realidad supera a la ficción por amplio margen.

No pasó un mes, cuando los días de Carnaval desbordado­s de gente no hacían suponer lo que vendría. En un suspiro, el panorama mutó y se convirtió en antagónico. El tiempo se detuvo.

En Villa General Belgrano, los playeros de una estación de servicios se miran unos a otros. Con guantes y alcohol en gel como nuevas armas, no recuerdan días así, sin casi automóvile­s en los surtidores. Apenas asoma un cliente, que atienden entre tres.

El famoso barril cervecero de la plaza José Hernández, en el centro del pueblo, por única vez en años está libre de acoso fotográfic­o. Los bares, cerrados, tienen las sillas patas para arriba.

“Es increíble: días hermosos con el cielo súper nítido, y sin nadie”, apunta Patricia, quien agradece que esta haya sido la reacción general. La encargada de un complejo turístico que está vacío imagina, como la mayoría, que este aislamient­o social se prolongará más allá del 31 de marzo. Muchos intuyen que se estirará hasta después del “finde” largo de Semana Santa (del 9 al 12 de abril).

“El tiempo estuvo bárbaro, pero con todo vacío, que es lo correcto. Es lo que podemos hacer nosotros. Lo económico se verá después”, apunta el hotelero Rodríguez.

Como el resto, espera que haya medidas de salvataje del Gobierno y que “sean equitativa­s” para los sectores más castigados por los efectos colaterale­s del virus.

Todas las zonas zonas turísticas cordobesas arriman similares imágenes. Villa Carlos Paz, la ciudad que por sí sola suma un tercio de la capacidad hotelera turística de la provincia, también luce desértica.

Todo es al revés en estos días: las calles deshabitad­as y los ríos solitarios hoy son la mejor noticia. El mundo turístico se “planchó”, para contribuir a la pelea contra un enemigo colectivo y global.

Lo admiten casi todos los empresario­s turísticos.

Giselle Castracane fue funcionari­a del área de Turismo en Villa General Belgrano y tiene emprendimi­entos familiares en el rubro, pero asegura que hoy le preocupa más “la gente que vive al día que el sector turístico, que sin dudas será de los más afectados”. Ella marca que no había espacio para otra reacción: “Aislarse es lo único que nos va a salvar de llegar a la situación que viven otros países”, apunta.

La ruta 5, que atraviesa el Valle de Calamuchit­a, es otra sin nadie. Se pueden recorrer kilómetros sin cruzar a un solo vehículo.

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(LA VOZ) Como si fuera una película. La calle más céntrica de Santa Rosa de Calamuchit­a vacía, en pleno fin de semana largo. Cero turismo en las Sierras.

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