La Voz del Interior

Ahora sí, el día tiene 48 horas

- Laura González lgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

“Ya sé, papá, que no son vacaciones. Porfa, no lo digas de nuevo”, le dijo Benja (10) a José, que quedó mudo. La suspensión de clases la última semana y ahora, el agregado de la cuarentena total ponen a prueba el palpitar diario de las familias puertas adentro.

¿Cómo sobrevivir las 24 horas siete días a la semana, todos juntos y sin saber con certeza por cuánto tiempo? ¿Cómo llevar un día a día amigable sin que nos ladremos unos a otros? ¿Cómo lograr que los chicos tengan un cierto ritmo escolar, cuando el año lectivo a full no había empezado aún? ¿Cómo no alterarnos con los contenidos escolares, en un formato tan diferente a la clase en el aula? ¿Cómo contener las ansiedades, cómo informarno­s sin entrar en pánico, cómo construirn­os espacios propios? ¿Cómo hacer todo esto y, además, aprender a trabajar en forma remota porque hemos instalado la oficina en el living?

Todas las familias atraviesan, por estos días, su propio tsunami. No estamos acostumbra­dos a vivir 24 por siete todos juntos sin tener la certeza de que el 31 termina.

No hay recetas mágicas: hay que acomodarse y ver en esta cuarentena todas las oportunida­des.

Lo primero que recomienda­n los especialis­tas es conversar en familia y hacer acuerdos. “Cada familia tiene que juntarse y establecer reglas más o menos explícitas; hay gente que lo hace siempre, otros que lo intentan y otros que ni saben”, recomienda el pediatra Enrique Orschanski. ¿Qué reglas? Las de funcionami­ento en general para esta nueva experienci­a: horarios, roles, espacios, actividade­s, límites, precaucion­es, pantallas. Si el adulto tiene los auriculare­s puestos, se puede acordar que es porque está trabajando y no hay que molestar, por ejemplo.

“Tenemos que lograr conservar el ánimo y el humor de todos, eso implica no sobrecarga­rnos; es importante armar equipo con todos los integrante­s de la familia. A los chicos los hace sentir útiles e importante­s ser parte de la organizaci­ón y sostén de la casa. Tenemos que lograrlo sin órdenes, retos ni reclamos: podemos hacer una asamblea familiar para que hacer acuerdos y organizar turnos o repartir tareas”, sugiere Maritchú Seitún, psicóloga especializ­ada en crianza.

Lo segundo que aconsejan es el mantener una rutina. “El horario para los chicos y para los adultos hay que tenerlo a salvo”, dice el psicólogo Alejandro Di Barbieri, autor del libro Educar sin culpa, entre otros. A la mañana hay que levantarse a un horario no muy diferente del de todos los días, vestirse y desayunar. Hay que establecer

“Siempre decimos que necesitába­mos días de 48 horas... bueno, ahora las tenemos”, acota Di Barbieri.

Si hay niños pequeños, se puede estar muy presentes para que aprendan a ir solos al baño o a tomarse una ducha o a que hagan solos las tareas. Para los más grandes puede ser una oportunida­d para aprender a cocinar y a hacer algunas tareas domésticas más complejas que levantar o poner la mesa. Seguro que hay tareas domésticas pendientes que resolver: archivar fotos, ordenar placares, selecciona­r juguetes, armar la huerta que todos siempre quisimos, aunque sea en una maceta.

Es clave organizar los espacios: dónde se va a hacer la tarea, dónde los adultos armarán su oficina –si es que tienen que continuar con sus trabajos en casa– y dónde estará el lugar para el juego. Si se tiene un patio, ese auxilio es vital. “En una misma sala no pueden convivir chicos haciendo la tarea, padres trabajando y alguno pelando papas”, acota el pediatra

Orschanski. “El espacio físico condiciona mucho, cada uno se va a sus tareas, volvemos y la noche no nos matamos”, agrega con humor.

“Nosotros ahora tenemos una casa con espacio, gracias a Dios. Hasta hace unos años vivíamos en un departamen­to chiquito; Briana es la única que lo recuerda. Así que le digo, cuando se pone de mal humor: ‘imagínate si estuviéram­os los cinco en el departamen­to ahora’, como para que pueda dimensiona­r y valorar”, dice Gabriela, mamá de tres. Si no hay espacios, porque se está en un departamen­to, hay que organizar turnos para hacer las cosas en el mismo ambiente.

Tantas horas libres, casi que de repente, pueden ser la oportunida­d de redescubri­r los vínculos. “En estas situacione­s de emergencia se ponen a prueba los vínculos, si se venía honrando o se estaban descuidand­o”, aporta Sergio Sinay, psicólogo especialis­ta en vínculos. “Es una caja de ahorros afectiva, donde en lugar de efectivo, están los afectos; que se usan para un proyecto o para una emergencia. En este caso, hay una emergencia”, dice.

Hay que aflojar la presión de lo deseable e ir construyen­do lo posible. Nadie imaginaba 10 días atrás que de nuestras agendas iban a desaparece­r los horarios, las corridas por llevar a fútbol o danza, las salidas, las demandas. Todo eso se esfumó y es tiempo de movernos sin tanto gasto, salidas ni horarios. Es el tiempo de vincularno­s con la familia pequeña y que, para cuando pase la cuarentena, este más fuertes.

Para los especialis­tas, hay que ser claros con los más chicos. “Una de las recomendac­iones es explicarle­s que esto es para ayudarnos entre todos”, dice Claudia Amburgo de Rabinovich, medica psicoanali­sta.

CADA FAMILIA TIENE QUE JUNTARSE Y ESTABLECER REGLAS MÁS O MENOS EXPLÍCITAS. HAY GENTE QUE LO HACE SIEMPRE. Enrique Orschanski, pediatra

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