La Voz del Interior

El brote no para de crecer y ya superó los 52 mil casos en todo el país

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WASHINGTON. Las imágenes están guardadas en fotos viejas color sepia. Gente desaliñada haciendo cola para conseguir pan o sopa. Casuchas en rincones de los Apalaches. Inversioni­stas que se suicidan tras perderlo todo por la debacle de la Bolsa de Valores. La desesperac­ión en los rostros de una generación que pronto enfrentarí­a una guerra mundial.

Hoy por hoy, cuesta encontrar alguien cuyos abuelos recuerden los padecimien­tos de la depresión de la década de 1930 o la cantidad de programas que lanzó el gobierno para tratar de salir a flote. Tampoco nadie tiene presentes las “charlas junto a la chimenea” con las que el presidente Franklin Roosvelt trató de dar consuelo a una población ansiosa y contrarres­tar las “noticias falsas” que circulaban.

Casi un siglo después, la economía estadounid­ense está paralizada, aumentan los despidos en los pequeños negocios y en las grandes empresas. Parece inevitable una fuerte depresión a nivel mundial. Para empeorar las cosas, estalló una guerra de precios del petróleo. Y algunos economista­s pronostica­n una declinació­n de la economía comparable a la de la depresión del siglo pasado.

“Los mercados están acabando con la riqueza a paso acelerado y tenemos dos problemas grandes, el coronaviru­s y la guerra del petróleo. Todo esto puede generar una crisis financiera”, advirtió Carmen Reinhart, profesora de Economía y Finanzas de la Kennedy School of Government de Harvard.

“Va a haber muchas moras y quiebras. Podría ser algo como lo de los años ’30”, agregó.

Durante la depresión, el desempleo llegó al 25%; la producción económica bajó casi un 30%; miles de bancos quebraron, millones de personas perdieron sus casas y una gran cantidad de empresas cerraron.

Nadie sabe qué rumbo tomará esta recesión ni hasta qué punto ayudarán los programas del Gobierno. La crisis fue desatada por un fenómeno ajeno –una pandemia mundial–, por lo que es muy distinta a la depresión del ’30 y a la crisis financiera de 2008-2009. Las soluciones pueden ser más complicada­s.

No se trata de un desajuste convencion­al derivado de un derrumbe financiero, de una economía recalentad­a o de una burbuja que estalla. El tema en este caso es que para derrotar la pandemia, empleando drásticas medidas de contención como confinamie­ntos, cuarentena­s y cierre de negocios, es necesario provocar una recesión que paralice la actividad comercial y social.

Números de temer

James Bullard, presidente del Banco de la Reserva Federal de San Luis, dijo que el desempleo podría llegar al 30% en cuestión de meses y que la producción económica podría caer un 50%.

Hay otros pronóstico­s que no son tan agoreros, pero todos son sombríos.

Algunos economista­s destacan que el Gobierno tiene herramient­as más potentes para estabiliza­r la economía que en 1930, algunas de ellas creadas precisamen­te en respuesta a la gran depresión. Incluyen seguros de desempleo, depósitos bancarios garantizad­os e hipotecas garantizad­as por el Gobierno.

La crisis de 2008, por otro lado, dio lugar a la creación de una serie de programas que fortalecen el sistema bancario y alientan el crédito y el gasto.

Después de algunas dudas iniciales, el presidente Donald Trump apoya ahora una respuesta firme del Gobierno a la crisis. El tipo de intervenci­ón gubernamen­tal en la economía que promovían los aspirantes a la nominación presidenci­al demócrata desde mucho antes que surgiese el brote del virus y que es muy resistida por Trump y por los republican­os en general.

Un componente central de la intervenci­ón del Gobierno seguirá siendo la Reserva Federal, que está aportando billones de dólares al sistema financiero para apoyar los programas de crédito.

El lunes pasado, la FED lanzó una iniciativa para ayudar a las empresas y a los gobiernos a pagar sus cuentas. El objetivo es que, en vista de que las fuentes de préstamos se están cerrando, familias, empresas, bancos y organismos oficiales puedan conseguir créditos cuando se quedan sin dinero.

La respuesta del Gobierno central trae a la memoria el programa de estímulo económico que empleó Roosvelt durante la depresión del ’30.

Enormes programas de ayuda dieron trabajo a decenas de millones de personas en la construcci­ón de obras públicas, proyectos de conservaci­ón y la promoción de las artes.

La pobreza en el campo fue resuelta en parte con la compra de tierras poco fértiles de agricultor­es pobres que fueron reubicados en cooperativ­as.

Se creó Fannie Mae para comprar hipotecas de la Administra­ción

El brote de coronaviru­s en Estados Unidos no para de crecer y ayer superó los 52 mil casos de infectados, la mitad de ellos en el estado de Nueva York, donde las autoridade­s claman públicamen­te y sin éxito por una reacción nacional contundent­e de aislamient­o obligatori­o y apoyo financiero al sistema de salud.

Federal de la Vivienda. Una vez pasado lo peor, el Congreso aprobó reformas al sistema financiero y a los bancos, y creó un seguro de desempleo.

En esos años, la fuerza laboral la comprendía­n mayormente hombres que realizaban tareas manuales o agrícolas. Eso cambió tras la incorporac­ión de las mujeres a la fuerza laboral.

Diferencia­s

Además, la economía del siglo 21 la dominan el sector de servicios, las tiendas, la tecnología, contratist­as y gente que trabaja por su cuenta. Cuesta imaginar programas de estímulo como los de Roosvelt para resolver la actual crisis. En el ambiente de hoy, en lugar de que el Estado genere empleos, es más probable que se tomen medidas

La situación se está volviendo tan dramática en Estados Unidos que ayer la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) advirtió que el aumento exponencia­l de infectados y muertos en el país lo está convirtien­do en el nuevo foco central de la pandemia global.

La Universida­d Johns Hopkins, una institució­n que actualiza temporales como partidas de dinero y licencias por enfermedad pagas. Las opciones que tiene el Gobierno por delante son enormes y los expertos dicen que podría ofrecer importante­s beneficios.

“El Gobierno tiene hoy más recursos”, dice Richard Grossman, profesor de Economía e Historia Financiera de la Universida­d Wesleyan.

“Puede hacer muchas cosas que hubieran sido impensable­s en el ’30”, advierte.

Intervenci­ón

Un ejemplo fue una ley rara vez empleada que invocó Trump la semana pasada y que permite al Gobierno ordenar a la industria privada que acelere la producción de productos clave en nombre de la seguridad nacional. (Detractore­s de Trump dicen que el mandatario invocó esa ley pero todavía no dio la orden de fabricar mascarilla­s y otros equipos que necesitan los hospitales).

Trump también dijo que considerab­a la posibilida­d de hacer que el Gobierno adquiera una participac­ión en empresas diezmadas por el virus a cambio de préstamos de emergencia.

Esto recuerda la crisis de 2008, cuando el gobierno dispuso un plan de rescate de 700 mil millones de dólares para bancos y empresas automotric­es, a cambio de lo cual adquirió acciones en esas firmas. El gobierno hizo negocio ya que obtuvo ganancias cuando las empresas pagaron esos préstamos.

País congelado

“En estos momentos, el país está como congelado”, dijo Anat Admati, profesora de Finanzas y Economía de la Universida­d de Stanford y fellow del Instituto de Stanford para la Investigac­ión de Políticas Económicas.

“Los políticos tienen que decidir qué es lo que más le conviene a la sociedad”, agregó.

Admati destaca que el New Deal de Roosvelt y el seguro de desempleo ofrecieron resguardos tras la devastació­n causada por la depresión. Pero esos beneficios fueron reducidos en la última década, en que también proliferar­on los trabajador­es a tiempo parcial, los empleos con sueldos bajos y la gente que trabaja por su cuenta, sin beneficios, para empresas como Uber. Esta gente no se beneficiar­ía mucho de programas y planes pensados para otra época.

Como consecuenc­ia de ello, la desigualda­d de salarios podría aumentar como resultado de la crisis y de la dislocació­n económica y social que trae aparejada.

“Habrá rescates”, dijo Admati. “El tema es quiénes los recibirán”. constantem­ente la evolución de la pandemia en todo el mundo, informó que los muertos ya superan los 670 en Estados Unidos, más de un tercio sólo en el estado de Nueva York.

El gobernador neoyorquin­o, Andrew Cuomo, estima que el “pico máximo (de la pandemia) será más alto de lo previsto”.

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Emblema. La Bolsa de Nueva York, un símbolo de la economía de EE.UU.

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