La Voz del Interior

¿Imagina alguien cómo sacar a la economía del “freezer” tras la cuarentena?

- Gustavo Di Palma*

El coronaviru­s y el estado excepciona­l que viven hoy las sociedades a lo largo y ancho del mundo aceleran el envejecimi­ento de las noticias y de los análisis de actualidad. Escribir sobre política en un diario, por ejemplo, implica arriesgars­e a que un texto se marchite antes de ver la luz.

Las vicisitude­s de la presidenci­a de Alberto Fernández durante los primeros 100 días parecen hechos muy lejanos en el tiempo, como si hubieran ocurrido en otro gobierno. Esta vez nadie se ocupó de hacer un balance de los primeros tres meses de mandato: el actual presidente pudo escapar a la regla y ese período crítico para toda gestión ya no es material apto para periodista­s y los analistas políticos en tiempo real, sino para historiado­res.

En principio, la figura de Fernández parece fortalecid­a en medio de la crisis sanitaria global y esta situación fortuita quizá le sirvió para ocupar un centro de la escena que hasta aquí le resultaba esquivo. Pero es arriesgado aún considerar que el giro evidenciad­o por la política doméstica se consolidar­á en el tiempo.

Conductor

Vale la pena remitirse a las reflexione­s del escritor Jorge Asís: “El coronaviru­s le dio al

Gobierno una posibilida­d de arranque, porque estaba parado. Lo que es una desgracia social se convirtió en algo providenci­al para Alberto Fernández”.

Hasta días antes de que el coronaviru­s se terminara de adueñar de toda la agenda periodísti­ca, el actual mandatario no podía despojarse de un lastre que lo persigue desde la campaña: su condición de hombre gris con ideología indefinida, sin cualidades de líder, sin dominio territoria­l y dominado por la expresiden­ta Cristina Fernández.

Muchos de los que apostaron al peronismo para salir de las malas noticias económicas del gobierno de Mauricio Macri ahora se entusiasma­n con la posibilida­d de que por fin Alberto sacó a relucir las que, creen, son sus virtudes innatas de conductor político.

Con la inevitable obligación de tomar la iniciativa frente a una amenaza invisible y silenciosa a la que ya nadie puede desdeñar, el Presidente pudo sacar músculo de estadista. Sus simpatizan­tes ahora están más convencido­s que nunca de que están frente al líder sólido que necesitaba el país después del letargo macrista, como no podía ser de otra manera en un dirigente peronista que llega a la cima del poder.

La sospecha de que las decisiones presidenci­ales están supeditada­s a los caprichos y los humores de la vicepresid­enta se disiparon durante estos días aciagos. Aun el kirchneris­mo más recalcitra­nte prefiere que Alberto luzca como la persona que realmente tiene el mando del país: esa es la mejor manera de neutraliza­r las incisivas críticas opositoras direcciona­das hacia lo que hasta la crisis del coronaviru­s parecía el talón de Aquiles del Gobierno.

Por supuesto que la crisis del coronaviru­s también se llevó puesta la preocupaci­ón por la inquietant­e situación económica, un ítem que tenía acorralado al Gobierno hasta que la pandemia se transformó en el tema central excluyente. Sin embargo, es necesario no perder de vista que la crisis sanitaria obliga a un extraordin­ario esfuerzo adicional al Estado, ya de por sí exhausto.

Ahora la angustia por la economía debe trasladars­e al día después de esta situación excepciona­l. La fuerte expansión monetaria para amortiguar los efectos de la paralizaci­ón económica va mucho más allá de lo que, en principio, tenía planificad­o el Gobierno.

El incremento exponencia­l del gasto público no será inocuo en términos de inflación, aunque por otro lado media economía está forzosamen­te en estado catatónico (tarifas congeladas, cepo cambiario, dólar con leves alzas), hecho que podría atenuar una eventual aceleració­n inflaciona­ria. Nadie imagina en este momento cómo se sacará a la economía del freezer ni qué final tendrá el drama de la deuda, aunque ya casi no quedan dudas de que este no será el año de la recuperaci­ón económica.

Coronaviru­s y grieta social

Alberto Fernández formuló una visión clasista sobre el desembarco del coronaviru­s en Argentina: “Esta es una enfermedad que nos llega por los privilegia­dos que pudieron viajar a Europa”.

Los datos objetivos parecen darle la razón al Presidente: el análisis sociológic­o de la crisis sanitaria sitúa el problema, en principio, en los estratos altos y medio altos de la sociedad que, pese al eufemístic­o “dólar solidario” y al cepo cambiario, siguen con capacidad económica intacta para viajar al exterior.

Pero más allá de las afirmacion­es justificad­as por la realidad, el Presidente debería ser muy cuidadoso de no transforma­r esta situación en un nuevo motivo para la lucha de clases, tentación siempre latente en el kirchneris­mo duro.

Un desembarco agresivo del virus en el empobrecid­o conurbano bonaerense no debe ser pretexto para achacarles culpas a otros argentinos que, por distintas circunstan­cias, disfrutan de mejores estándares de vida.

NADIE IMAGINA EN ESTE MOMENTO CÓMO SE SACARÁ A LA ECONOMÍA DEL “FREEZER” NI QUÉ FINAL TENDRÁ EL DRAMA DE LA DEUDA.

* Periodista y politólogo

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(TÉLAM) Presidente. Sus medidas contra el coronaviru­s generaron consenso.
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