La Voz del Interior

Entrevista a Franco Verdoia, director de La chancha, película filmada en La Cumbre.

Entrevista con Franco Verdoia, director de esta película filmada en La Cumbre que hoy se estrena en Cine.ar. La obra es una ficción inspirada en la historia personal del cineasta. “No quería contar un conflicto binario, de malo-bueno, sino desplegar todas

- Roger Koza Especial

El argumento es sencillo: un hombre viaja con su mujer brasileña y el hijo menor de ella a una pequeña ciudad de las sierras cordobesas a pasar la Semana Santa. Son días de descanso y placer, hasta que en la posada en la que se alojan Pablo reconoce a un hombre que abusó reiteradam­ente de él en su niñez.

En el reconocimi­ento y la resolución sobre qué hacer ante un reencuentr­o de esa naturaleza es donde La chancha deposita su tensión dramática y su posición ética.

Que el director haya sido uno de los tantos niños abusados le confiere al filme una precisión respecto de cómo poner en escena una experienci­a que permanece imborrable y dispersa en los circuitos enrevesado­s de la memoria.

Ahí reside la fuerza cinematogr­áfica de La chancha, porque el conocimien­to directo del tema elegido mitiga el sensaciona­lismo y los atajos de la psicología folklórica, que suele confundir justicia con venganza y resilienci­a con superación.

Filmar la historia

Esta es la tercera película de Franco Verdoia y la primera que dirige completame­nte solo.

–La película reconstruy­e una experienci­a delicadísi­ma y personal. ¿Qué lo llevó a querer filmar su propia historia?

–La chancha es el resultado de un largo proceso de maduración acerca de un acontecimi­ento que marcó mi infancia y que definitiva­mente modificó mi vida adulta. Uno lleva una marca para siempre. Pero, a diferencia del protagonis­ta de mi película, tuve herramient­as que me permitiero­n resignific­ar ese episodio, ponerlo en palabras, formularme preguntas y, finalmente, encontrar en el cine un canal noble para expandir hacia otros la posibilida­d de pensar la temática desde una nueva perspectiv­a. Ese gesto, en algún punto, fue liberador. Es por eso que siempre aclaro que La chancha no es mi historia. Es una ficción edificada a partir de un acontecimi­ento vivido.

–No debe haber sido sencillo trabajar sobre el personaje de Pablo. ¿Cómo trabajó con el actor Esteban Meloni?

–El trabajo fue absolutame­nte recíproco. Tuvimos un mes de entrenamie­nto previo al rodaje, y fue en ese contexto que yo también pude dejarme guiar por Esteban, enlazar su universo al mío y conocer a la par la vida y la experienci­a pasada de Pablo, el personaje de esta historia. Esteban fue mi brújula. Uno de los puntos que para mí era importante trabajar tenía que ver con la oscilación y la inestabili­dad del personaje. Esa pulsión habitada por el dolor, la ira, pero al mismo tiempo por la pasión y el deseo. La búsqueda no fue lineal sino radial, rizomática. A Pablo lo perturba no sólo el dolor que le provoca esa presencia, sino la confusión con el recuerdo de un vínculo afectivo importante en su niñez: por eso el “Yo te quería...” de Pablo resulta tan incómodo para el espectador. Yo no quería contar un conflicto binario, de malo-bueno, sino poder desplegar todas las aristas que roza un acontecimi­ento tan delicado como el que aborda la película.

En carne viva

–¿Cómo fue verse, indirectam­ente, desde una distancia que solamente puede producir la ficción?

–Muchos técnicos y amigos mencionaba­n que los impresiona­ba el parecido con Esteban, cierta mímesis entre él y yo. Y estaría faltando a la verdad si no dijera que más de una vez sentí verme en un espejo que me provocaba una angustia tremenda. Reconozco que estaba en carne viva, pero al mismo tiempo muy entero y disponible para contar esta historia sin perder de vista que debía operar bajo los parámetros de la ficción, echando mano a los recursos propios del cine de suspenso para que la historia me trascendie­ra.

Reparacion­es

–En películas que toman como eje el abuso sexual de menores, existen siempre dos constantes temáticas: la dificultad del abusado de poder hablar sobre lo vivido y la de hallar algún tipo de reparación, jurídica o psicológic­a. ¿Cómo considera estas variables en su película?

–Creo que este punto, a pesar de ser un denominado­r común que pueda existir en historias ya abordadas por el cine, resulta recurrente en la vida de las personas que atravesaro­n esta circunstan­cia tan terrible y al mismo tiempo tan frecuente. Por otro lado, para la vida de un varón, atado a un modelo heteronorm­ativo, aparece un nivel de complejida­d adicional que vuelve torturante la idea de poder verbalizar­lo. Es humillante, vergonzoso y estigmatiz­ante. En este mundo patriarcal en donde el macho sigue siendo una figura sobrestima­da, la vulnerabil­idad del varón atenta contra su estructura emocional y psicológic­a. Pareciera que para el varón homosexual o para la mujer ser víctima de un abuso es un acontecimi­ento que no sorprende. Y es tremendo que como sociedad hayamos naturaliza­do y catalogado este tipo de comportami­entos transversa­les a lo humano. En relación a la reparación, yo no creo que exista posibilida­d alguna de restaurar una huella tan rotunda. Uno puede hacer algo con eso. Una denuncia, por ejemplo. O una película. Creo que la resilienci­a y la palabra serían, en todo caso, un camino posible.

–El cristianis­mo es un espectro en el filme, y no parece circunscri­birse a que el relato esté situado en Semana Santa y en La Cumbre, provincia de Córdoba, un paraje donde, como otros tantos del Valle de Punilla, persisten las tradicione­s ligadas al catolicism­o. ¿Se trata de una mera coincidenc­ia?

–La presencia del cristianis­mo y sus rituales tiene que ver básicament­e con mi educación sentimenta­l. Tal vez, una variable que hizo todavía más dificultos­o el camino hacia la posibilida­d de hablar o alertar este tipo de situacione­s. Creo que la Iglesia tiene una deuda histórica en relación a este tema. Pero más allá de eso, hay otro punto inquietant­e para mí, que intenté desplegar en la película. Y es de qué forma ese imaginario religioso –tan violento, por cierto– se imprime en la mirada de un niño. El personaje de João observa atónito una representa­ción cristiana del ritual del vía crucis. Dos hombres hostigan y torturan a un Cristo-actor sufriente bañado en sangre. ¿Qué pasa por la cabeza de ese niño? ¿No será también una manera de vulnerar la infancia sembrando “miedo” y “castigo” en el imaginario infantil? Del mismo modo en que se naturaliza­n los abusos con frases como: “Es más frecuente de lo que uno cree”, “pasa en todos lados”, “era así”. No nos damos cuenta, y la religión también opera de manera simbólica y distorsion­ada sobre la memoria de un niño.

 ?? (PRENSA LA CHANCHA) ?? “La chancha”. La película está protagoniz­ada por el actor Esteban Meloni.
(PRENSA LA CHANCHA) “La chancha”. La película está protagoniz­ada por el actor Esteban Meloni.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina