La Voz del Interior

Precarizac­ión y desamparo

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La cuarentena por el coronaviru­s ha paralizado a muchas actividade­s, con el consecuent­e perjuicio económico para los dependient­es de las distintas ramas laborales.

El fenómeno se agrava cuando se trata de cuantifica­r los empleos informales o aquellos a cargo de cuentaprop­istas. Son los más perjudicad­os por la emergencia, pues en muchos casos el aislamient­o social obligatori­o no les permite trabajar y así sobrelleva­r una crisis social que los abruma desde mucho antes de la pandemia.

La realidad de los dependient­es registrado­s o en blanco también muestra signos de inestabili­dad y de zozobra, en tanto sus ingresos salariales son recortados por la inactivida­d o se abonan con sustancial­es demoras por parte de las patronales.

Un caso entre tantos en estos tiempos de cuarentena es el que afecta al personal de casas de familia. Según sendos sondeos realizados por la Universida­d de Lanús y el Centro de Estudios e Investigac­iones Laborales del Conicet, sólo el 33 por ciento de empleadas de casas particular­es cobró el sueldo sin concurrir a cumplir con sus tareas por efecto del aislamient­o social.

El problema se agrava cuando se trata de personal que no está amparado por convenios gremiales y que por esa indefensió­n es despedido de sus servicios.

Lo cierto es que la pandemia y sus derivacion­es han visibiliza­do la vulneració­n de derechos. En el tema de referencia, como en numerosos rubros de ocupación bajo condicione­s de informalid­ad, son casi nulos los controles de las autoridade­s nacionales y provincial­es pertinente­s, como también de los gremios que dicen defender al personal de casas de familia.

“Es muy impresiona­nte ver la estrategia de los empleadore­s para no pagar, así como para intentar cambiarles de categoría a las empleadas para que vayan a limpiar como si se tratara de cuidados” de personas, alerta Miriam Wlos, coordinado­ra del Programa de Salud, Subjetivid­ad y Trabajo de la Universida­d de Lanús.

El cambio de categoría se asienta en el decreto del aislamient­o obligatori­o, que considera como labor esencial la de las personas que se ocupan del cuidado de enfermos o de adultos mayores.

El referido estudio abarca todo el país. Ello revela que la precarieda­d en el ámbito del personal doméstico ha alcanzado niveles preocupant­es. También es real que muchas familias, que deben contratar personal para la atención de tareas domésticas porque ambos integrante­s de la pareja trabajan largas horas, no pueden afrontar el pago sin ayuda del Estado.

Es entonces imposterga­ble la reacción de los organismos de control, como también la solidarida­d de los empleadore­s y una adecuada evaluación del Estado, en tiempos de excepcione­s agobiantes y perniciosa­s para los grupos sociales menos favorecido­s.

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