La Voz del Interior

El ciberpatru­llaje, una forma de controlar al ciudadano libre

- Agustina Blanco* * Periodista

El Estado argentino ha adquirido a través de los años dimensione­s enormes. La ministra de Seguridad Nacional, Sabina Frederic, mencionó entre ellas la “medición del humor social”, una frase que ha generado revuelo y tiene su explicació­n.

Es una frase que la funcionari­a dice con total libertad, ya sea porque está mal asesorada o porque está midiendo la tolerancia de los ciudadanos al avance del Estado sobre sus derechos.

En este sentido, es menester separar el “ciberdelit­o” del flujo de opiniones en las redes sociales. Tiene sentido realizar acciones de seguridad en la “deep web” (web profunda, internet oscura, la parte escondida de la red): evitar determinad­os delitos que sí están tipificado­s, como el abuso infantil o la venta de objetos y/o sustancias ilegales. La deep web es la herramient­a principal de los delincuent­es o pervertido­s.

El humor social no es un delito. No está tipificado en ningún código penal y tampoco está tipificado en la Constituci­ón Nacional.

El ciberpatru­llaje se trata ni más ni menos que de una acción que viola los derechos privados e íntimos de una sociedad libre. Por ejemplo, el derecho de librepensa­miento, mencionado en el artículo 14 de la Constituci­ón Nacional. Y el de libertad de expresión, explicitad­o en el artículo 32 de la Constituci­ón y en el Pacto de San José de Costa Rica (que goza de carácter de jerarquía nacional desde la Reforma Constituci­onal de 1994), el que en su artículo 13 defiende el libre derecho a expresarse y respalda principalm­ente al periodismo y su función social de informar.

En otras palabras, el “ciberpatru­llaje” que plantea la ministra de Seguridad no es más que una intervenci­ón masiva en los datos privados de las personas y la vulneració­n de sus principale­s derechos individual­es. Asimismo, no es un dato menor, tampoco, que la Dirección de Investigac­iones del Ciberdelit­o –que forma parte del gabinete de Frederic– es presidida por Valentina Novick, integrante de La Cámpora.

“Soy antropólog­a social; tengo claro que con el ciberpatru­llaje hacemos poco, pero hacemos algo, y siempre algo es mejor que nada”, sentenció la flamante ministra hace unas semanas, cuando se conoció la nueva forma de control del Estado argentino.

Habría que plantearle a la ministra por qué cree que existen las encuestas y las consultora­s. La respuesta es, cuanto menos, evidente: para evitar quebrar los derechos de libertad de expresión y de pensamient­o mediante prácticas que atentan contra las libertades individual­es de las personas. De otra forma, esta acción podría catalogars­e como espionaje o persecució­n política.

A diferencia de lo que planteó la antropólog­a social que maneja la seguridad del país, el Gobierno debería centrarse en aquellas investigac­iones en torno de actividade­s ilícitas que se pueden cometer. Por ejemplo, la venta de drogas por internet, la comerciali­zación de actividade­s, sustancias u objetos ilícitos, entre otras cuestiones.

De igual forma, tener muy claro que hacer inteligenc­ia sobre la sociedad civil no sólo que no está bien, sino que autoriza a preguntarn­os si estamos o no en una república democrátic­a. Porque esta determinac­ión por parte del Gobierno nacional no es más que una muestra de su principal función: expandir el poder estatal y sus institucio­nes en detrimento de los derechos individual­es.

En Argentina, el Estado ha adquirido dimensione­s elefantiás­icas y se ha desbordado por completo –lo cual hace casi imposible su control– hasta el punto de invadir los ámbitos que son propios de la sociedad civil.

Al mismo tiempo, y paradójica­mente, tenemos un “Estado ausente” de las funciones que le son connatural­es por definición y naturaleza.

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