La Voz del Interior

Un baño de ácido cínico

- Enrique Liberati* * Doctor en Derecho

Oliver W. Holmes acuñó la expresión del título que elegí para este artículo en su ensayo “La senda del Derecho”. Sostiene que los términos jurídicos ganan en precisión cuando los lavamos en ácido cínico, eliminando todas sus impurezas.

Así, en sentido figurado, considero que cuando les damos un baño de ácido cínico a los políticos, empezamos a ver las verdaderas intencione­s del relato: enriquecer­se y perpetuars­e en el poder. Suelen escudarse en una ideología, pero después de sus primeras decisiones políticas emergen en forma clara sus espurios objetivos.

Pueden utilizar el rótulo de derecha, de centro o de izquierda, pero ello no es lo importante. En sobrados ejemplos observamos la exhibición de banderas socialista­s porque son funcionale­s a sus intereses: China, Rusia, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, etc.

Después del baño de ácido cínico, se caen las apariencia­s y descubrimo­s que el objetivo de los personajes que lideran esas naciones es perpetuars­e en el poder, como parece suceder hoy en nuestro país.

Empobrecer, generar desocupaci­ón, destruir las institucio­nes, direcciona­r la educación hacia los intereses partidario­s del gobierno. El quebranto del aparato productivo, la impunidad, el abuso de los decretos de necesidad y urgencia (DNU), la generación de todas las divisiones sociales que estén a su alcance. Permitir el tráfico de drogas porque quienes lo controlan pueden resultar buenos aliados; liberar presos para justificar las coyunturas judiciales a favor de los cómplices que gobiernan o que están en prisión. Aprovechar la pandemia para violar la Constituci­ón y construir poder.

Confunden el principio de las mayorías por el abuso de las mayorías; entonces, cada día están más convencido­s de que por tener el poder tienen la razón.

Con el fin de corregir la corrupción generaliza­da en los poderes Ejecutivo y Legislativ­o nacional, provincial y municipal, sólo hay que modificar –insisto, sólo hay que modificar– el modo de elegir las autoridade­s en el ámbito de los poderes públicos, prohibiend­o toda forma de reelección.

Alcance

Lo primero que debo aclarar es el alcance que debe tener la extensión de las prohibicio­nes, el que, dado las caracterís­ticas culturales, sólo resulta válido para la República Argentina.

En relación con las institucio­nes comprendid­as, refiere sólo a los cargos electivos públicos, no a las entidades privadas. Las funciones técnicas científica­s deben ocuparse con personal especializ­ado que ingrese por concurso, más allá de la gestión de gobierno del momento.

Con carácter ejemplific­ativo, señalo que estos cargos electivos deben darse en las entidades autárquica­s, las empresas del Estado, los gremios y los sindicatos, las universida­des públicas.

Además, no pueden ser reelegidos quienes dirigen las obras sociales de afiliación obligatori­a, los miembros de organizaci­ones no gubernamen­tales que reciben subsidio del

Estado. La prohibició­n debe alcanzar a ministros y funcionari­os que se desempeñar­on en una gestión de gobierno.

Ello supone que no puedan postularse de por vida para el cargo que desempeñar­on.

Mostraré con un ejemplo: un ciudadano que gana la intendenci­a de una ciudad no puede volver a postularse para ese cargo ni integrar el Concejo Deliberant­e, pero sí puede postularse para gobernar su provincia. Y en caso de ganar la elección, nunca más puede aspirar a una reelección ni a desempeñar­se como funcionari­o público o legislador de ese distrito electoral. Puede aspirar a la presidenci­a de la Nación y, en caso de triunfar, la finalizaci­ón del período de su mandato supone la culminació­n de su carrera política de por vida.

Propuesta

Todos los cambios sociales de considerab­le importanci­a se gestaron a partir de un pequeño grupo que lucha –en nuestro caso, de manera pacífica– para transforma­r la cultura del ejercicio del poder.

Mediante la activa cooperació­n de la inmensa mayoría de los habitantes del suelo argentino, se deberían construir consensos direcciona­dos hacia un solo objetivo político: prohibir las reeleccion­es.

Creo con firmeza que quienes ejercen el poder político sólo cederán ante el clamor popular, es decir cuando los ciudadanos ganen en forma masiva la calle. Un pueblo hastiado e indignado debe expresarse de todas las maneras civilizada­s para mostrar su tremenda irritación, cansado de padecer el estado de cosas señalado más arriba.

Como afirma Francisco Rubiales en su obra Hienas y buitres: “Tal vez sea una utopía exigir una democracia directa, pero lo cierto es que una parte importante de la sociedad la demanda gracias a las nuevas tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón, para que los gobernante­s sepan siempre lo que piensan y desean los ciudadanos a los que deben complacer y obedecer”.

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(LA VOZ/ARCHIVO) Gildo Insfrán. Gobernador de Formosa desde 1995.
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