La Voz del Interior

Las prioridade­s de Fernández

- Daniel V. González*

El presidente Alberto Fernández no tiene paz. Su gobierno enfrenta grandes desafíos. Algunos de ellos le han sido impuestos; otros se los ha buscado él solito.

A los arduos esfuerzos derivados del combate contra la pandemia originada en China, con su cuarentena interminab­le, él añadió ahora nuevos y titánicos retos para los que cree contar con la estatura apropiada.

Aspiracion­es continenta­les Uno de ellos es la transforma­ción de América latina. En una reciente teleconfer­encia con Lula da Silva, Fernández se quejó amargament­e por no contar, para esa ciclópea labor, con la concurrenc­ia (o la complicida­d) de Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa y Fernando Lugo. Todos ellos ya están fuera del poder, algunos por decisión del Creador, otros por determinac­ión de los pueblos o de la Justicia de sus respectivo­s países.

Le queda, sin embargo, el último de los Castro en Cuba; Nicolás Maduro, digno heredero de Chávez, en Venezuela, y a su mismo lado, Cristina Kirchner, estos últimos altos representa­ntes de la época gloriosa en que las commoditie­s reinaban en el comercio mundial y permitían gobernar con holguras que luego se revelaron efímeras.

Se quejaba también el Presidente de que a esa tarea de alcance continenta­l sólo podía sumarse el presidente de México. Sin embargo, hace un par de días, Andrés López Obrador tuvo gestos indubitabl­es hacia Donald Trump, recordándo­nos la vigencia de la famosa frase de Porfirio Díaz acerca del carácter determinan­te de la vecindad entre México y los Estados Unidos.

Quizá el Presidente deba conformars­e con encarar sus aspiracion­es latinoamer­icanas sólo con la exigua compañía de Nicolás Maduro, aunque en este caso correrá el riesgo de parecerse a una patrulla perdida, con un deambular propio de la Armada Brancaleon­e, muy distante del gobierno de científico­s que anunció.

Fuego contra el agro

Como si no le alcanzara con tales devaneos y extravíos continenta­les, el Presidente también se propone reformular el capitalism­o. Como todos sabemos sobradamen­te, el sistema económico que nos rige contiene muchas insuficien­cias e imperfecci­ones, aunque de él podría decirse lo que sentenció Winston Churchill respecto de la democracia: que es el peor de todos los sistemas excepto todos los demás.

Aunque Alberto Fernández se había presentado como el hombre razonable que venía a poner coto a los desmanes kirchneris­tas, cada día que pasa lo encuentra haciendo denodados esfuerzos por demostrar a sus seguidores K que él es una persona leal y que de ningún modo está dispuesto a ser el peronista moderado y conciliado­r que algunos esperaban.

Por eso está decidido a reintentar con el impuesto a las grandes riquezas. Y si aflojó con la expropiaci­ón de Vicentin, es porque no encuentra consenso suficiente en el propio PJ, más allá de La Cámpora.

Los pasos dados en la dirección del arreglo de la deuda pública quizá puedan explicarse por la voluntad de contar con un buen clima para el reverdecim­iento económico tras la pandemia, de cara a un año electoral como será 2021.

Es curioso que Fernández no haya condenado con energía los atentados contra la producción almacenada en los silos bolsa y la quema de campos. Siempre atento y oportuno, Sergio Massa hizo un guiño al agro, elevando su repudio enérgico y proponiend­o que las penas para los guerriller­os de trincheta sean más severas. El hombre de Tigre sueña con que una crisis generaliza­da lo deposite en el poder, al modo de Duhalde en 2001.

“Pax pandemus”

La propuesta de reforma agraria en la que insiste Juan Grabois tampoco encuentra un claro rechazo por parte del oficialism­o. Quizá la considere muy alocada y fuera de contexto. O quizá no quiera enemistars­e con Francisco, que apaña al dirigente piquetero en todos los desatinos que promueve. Puede ser también que el Gobierno piense que el espantajo de una reforma agraria sea un elemento útil para mantener a raya al sector rural.

Todos estos ataques al agro no hacen sino evidenciar la falta de rumbo y una cierta propensión a la autodestru­cción por parte del Gobierno. ¿Cómo se figura Fernández que puede encarar el futuro después de la pandemia? ¿Acaso sueña con el monopolio del comercio exterior y la creación de una junta de granos que independic­e el precio local de los granos de su verdadero valor en el mercado internacio­nal? ¿Cuánto tiempo más puede aguantar el desdoblami­ento del mercado cambiario y el congelamie­nto de tarifas?

En su búsqueda de una paz pandémica, el Gobierno refuerza el congelamie­nto de variables decisivas que, en algún momento no tan lejano, serán imposibles de contener.

Por ello, quizá convenga al Presidente establecer prioridade­s y no distraerse en demasía con sus ambiciones, lindantes con la mitomanía, acerca de reformar el capitalism­o y transforma­r América latina. Debería concentrar­se en objetivos más módicos. Por ejemplo, que la inflación no se dispare, que la pobreza no alcance cifras inmanejabl­es y que la normalidad productiva vuelva a reinar cuanto antes.

Estamos seguros de que el capitalism­o, que cuenta con varios siglos de existencia, aguardará pacienteme­nte a que Fernández quede liberado de sus tareas domésticas para, luego sí, someterse a sus ansias reformador­as.

QUIZÁ EL PRESIDENTE DEBA ENCARAR SUS ASPIRACION­ES LATINOAMER­ICANAS CON LA EXIGUA COMPAÑÍA DE MADURO.

* Analista político

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Vicentin. Por ahora, el Presidente aflojó con la expropiaci­ón.

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