La Voz del Interior

Más de 2.500 comercios y profesiona­les pidieron la baja de la electricid­ad

Es el 2,5% de los clientes T2. Se ahondó la brecha entre bajas y altas en relación a 2019. Del total, el 44% está en mora. Muchos no pueden cancelar el servicio y rescindir contrato.

- Laura González lgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

En lo que va de la cuarentena, 2.559 clientes de Epec de la categoría T2, que comprende a los comercios y prestadore­s de servicios, pidieron la baja del servicio. Los datos correspond­en a los meses de marzo a junio, y son de la distribuid­ora eléctrica.

La cifra representa sólo el 2,5% del total de clientes de la categoría, con demanda de potencia autorizada de hasta 40 Kw, que a junio son

99.969 en toda la provincia (divididos por mitades entre Capital e interior). Pero globalment­e, el número contiene algunos indicios del tamaño de la crisis económica.

La baja de contratos en este segmento es habitual: todos los meses hay comercios que cierran y otros que abren. En general, la cuenta final es positiva: la distribuid­ora tiene más clientes y la economía, más actores. En tiempos de crisis económica, las altas y bajas más o menos se compensan. Así pasó en el mismo período de 2019: se dieron de baja 4.475 clientes y pidieron el alta 4.447.

Pero en esta cuarentena, las bajas fueron 53% más numerosas que las altas: 2.559 frente a 1.673 que pidieron el servicio. La caída neta de clientes para Epec fue de

886. El 71% estaba en Capital y el

29% restante en el interior de la provincia.

Esto refleja que la cuarentena forzada, como reconocen analistas y cámaras empresaria­s, está causando más daño que cualquier otra recesión de la economía.

Lo segundo que muestra el número es la parálisis: los 1.673 que pidieron el alta de la luz equivalen apenas al 35% de los que la pidieron el año pasado.

Igual parálisis se advierte entre los residencia­les: en el mismo período, 10.501 usuarios pidieron la baja del medidor y 12.527, el alta. En iguales meses de 2019, 25.453 usuarios habían solicitado cancelar el servicio y 28.767, conectarlo.

Mismo análisis: el saldo final es positivo y, además, con el doble de movimiento respecto de la cuarentena, que por varias semanas hasta prohibió las mudanzas.

Lo tercero tiene que ver con el contexto. Los 2.559 usuarios que pidieron la baja son los que abandonaro­n el negocio.

Hay un dato global mucho más preocupant­e: de los casi 100 mil clientes de Epec de la categoría,

44.260 está en mora. Otra vez: el

44% de los usuarios comerciale­s y de servicios adeuda de una a tres boletas de la distribuid­ora.

Para la empresa, significa haber vendido y no cobrado 3.427 millones de pesos, el equivalent­e a un mes de facturació­n.

Es probable que muchos de esos morosos terminen también pidiendo la baja, o quizá no hayan tenido recursos siquiera para cancelar lo consumido, un requisito ineludible para dar la baja.

La baja de clientes de Epec es mucho menor de lo que las entidades que representa­n a los comercios han calculado. Fedecom, por caso, sostiene que el 13% de los locales del interior provincial está vacío, con vacancias de hasta el 30% en localidade­s turísticas como Santa Rosa de Calamuchit­a, mientras que en Capital es el 18%. Igual cifra que maneja la Cámara de Comercio de Córdoba.

La divergenci­a refuerza la hipótesis de que quien cerró, aún no se dio de baja porque no pudo pagar.

Qué se hará con esa deuda por cobrar es todavía una incógnita: entre marzo y agosto se pueden adeudar hasta tres boletas a pagar en 30 cuotas, todavía no reglamenta­das por Nación. La venia se extendió luego hasta diciembre, con la chance de deber otras tres más, aunque Epec no adhirió todavía al pago en cuotas.

Lo que no se sabe es cuántos empleos perdidos significan esas bajas y si se compensan, aunque sea parcialmen­te, con los que se arriesgaro­n a abrir.

Sólo en abril, según cifras del Ministerio de Trabajo de la Nación, se perdieron 12.600 puestos de trabajo formales en la provincia. La cifra, además de contabiliz­ar sólo a los registrado­s, refleja también el achique de quienes siguen funcionand­o.

Y también hay un intangible. Un comercio, un estudio profesiona­l, un prestador de servicios que cierra es, además de un proyecto fracasado, una pérdida de valor para toda la comunidad.

La Mamma, por caso, estuvo 38 años en la mítica esquina de Santa Rosa y La Cañada y era un clásico de la ciudad, que ni el turista ni sus clientes habituales podrán seguir disfrutand­o. El Museo Barrilete era el único espacio cultural para niños con una propuesta artística tan didáctica como original.

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(N. BRAVO) Cierres. Los comercios se ven afectados por la cuarentena.

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