La Voz del Interior

Antes de que sea tarde

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El presidente Alberto Fernández les confirmó a los gobernador­es que el ingreso familiar de emergencia (IFE) se extenderá un mes más en todo el país. Pero les previno que, como “es una herramient­a de emergencia”, no va a durar para siempre.

Así, el Gobierno nacional, tras anunciar que la tercera cuota del IFE sólo estaría disponible para el Área Metropolit­ana y el Gran Chaco, pospuso el recorte al menos por un mes.

Fernández reconoció que el bono de 10 mil pesos ayuda a que millones de personas no caigan por debajo de la línea que mide la pobreza. Un fuerte recorte del beneficio haría crecer de golpe dicho indicador, que ya antes de la emergencia sanitaria abarcaba a un tercio de la población.

Desde marzo, por efecto de la cuarentena, se perdieron cientos de miles de puestos de trabajo. Y la flexibiliz­ación del aislamient­o ha demostrado que el rebote de la economía no es inmediato. Por lo tanto, la idea de recortar el IFE allí donde se ha permitido cierta actividad económica mínima, agravaría el cuadro.

Pensemos cómo se resentiría la economía de la provincia de Córdoba si los cerca de 650 mil beneficiar­ios del IFE –casi el 20 por ciento de la población– dejaran de recibirlo.

Todo esto implica que la tensión que Fernández subestimó desde el comienzo de la cuarentena a mediados de marzo, entre economía y salud, sigue vigente: mientras rija el presente cuadro de excepción, el Estado debe asistir a quienes ven afectados gravemente sus ingresos.

Habrá que ir reduciendo dicha asistencia de modo paulatino –no brusco– a medida que se recuperan los niveles de actividad y se procede a adaptarse a la llamada “nueva normalidad”.

Sin dudas los subsidios presionan sobre las cuentas públicas y engrosan el déficit, pero representa­n un estímulo para que la gente cumpla con el aislamient­o total o parcial.

El problema de fondo es la falta de un plan económico. Antes de la pandemia, era preocupant­e que el Gobierno nacional hubiera asumido sin anunciar el programa con el cual revertiría la recesión y la crisis que afecta al país.

Ahora, si la única herramient­a para enfrentar el coronaviru­s es la cuarentena, la ausencia de un plan se ha vuelto un grave problema.

Sin crédito y sin ahorros, y con una merma en la recaudació­n, el aumento extraordin­ario de los gastos sólo se puede financiar con una emisión inusitada.

Ello representa un gran riesgo, de por sí. Pero suspender o cortar de golpe los planes de asistencia a los más necesitado­s también es un riesgo.

Antes de que sea tarde, el país necesita un plan económico respaldado por un amplio consenso político y social.

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