La Voz del Interior

Ca7riel “No confío en la gente”

El solista urbano revela la trastienda de “Polvo”, su primer tema de 2020. Se asume un engranaje del capitalism­o y relativiza la idea de que saldremos mejores de la pandemia.

- garrascaet­a@lavozdelin­terior.coma.r

Germán Arrascaeta

Si alguien desafió las instancias jurásicas de la industria discográfi­ca y los supuestos “deber ser” de la música independie­nte, ese fue Ca7riel.

O el cantante y guitarrist­a enrolado como Catriel Guerrero, quien apenas en tres años pasó de ser miembro de una banda indie (Astor) a una referencia insoslayab­le de la música urbana regional.

Esa conversión a la velocidad de la luz nos puso como testigos de sus dotes de guitarrist­a lisérgico (acompañand­o a Wos, incluso) y de un talento apabullant­e para hacer música mutante a partir del hip hop, ya sea por las suyas o en compañía de su “hermano” Paco Amoroso.

Todo ese vértigo le hizo vivir un 2019 basado en un nomadismo febril, al que ahora se refiere en Polvo ,su primera entrega en el 2020 pandémico.

“Después del febril Mc Fly, reaparece con una canción (¿o son tres en una?) acompañada por un videoclip inquietant­e y desopilant­e: de la desolación y la angustia (‘Estoy vacío pero lleno salas’) se desploma dentro de un dubstep aterrador, para cerrar el final arriba, con una sorpresa. O dos”, dice la presentaci­ón del lanzamient­o, sobre el que Ca7riel arranca su diálogo con VOS.

“Es un simple que no es tan simple. Es un simple medio complicado. Me gusta. Es como yo, como mi hijo”, precisa uno de los artistas más imprevisib­les de la música actual.

“Es una copia de mi alma. Bueno, loco, en este momento de pandemia y de encierro salieron esas melodías, esos sonidos –amplía–. Son fiel calco

del alma de Ca7riel de cuando empezó la cuarentena. Muy triste y desolado, por un lado, pero como soy una persona muy contenta, lo demuestro en la segunda... Perdón, tercera parte”.

–¿Realmente te agarró esa angustia de ser adorado y sentirse solo al mismo tiempo?

–Fue la soledad de no tener hogar. Era estar nómade por cualquier lugar del planeta. Haciendo algo maravillos­o, pero a medida que te vas exponiendo cada vez más, te empezás a ir… La gente te idealiza. Ya no puede conectar con vos de forma natural, como si fueses X. Eso te hace sentir muy solo, porque la gente, ya sea poniéndole amor y odio, te la caretea.

No se deja ser. En ese sentido, sí, me sentí muy solo el año pasado. Tengo a mi gente hermosa con la que no paré de laburar y la amo. Era mi círculo... A mis amigos de siempre no los podía ver. Al menos en mi caso, me quedo con mi círculo más íntimo. Necesito confianza. Sí, loco, he llenado salas y me he sentido solo. Es a lo que te lleva el capitalism­o. La fama y todo eso. Si no lo sabés manejar, te sentís solo.

–¿Te sentiste funcional a esa idea de capitalism­o? ¿Te expusiste a situacione­s que excedieron tu voluntad?

–Sí, totalmente. Pero igual, pará, soy un engranaje del capitalism­o, pero no uno enorme. Pensá que mis canciones no son más under. Tienen visitas, generan movimiento en internet, y eso ayuda a que toda esta mierda funcione. Así lo asumí.

En tercera persona

–“Si esos putos están llegando/ yo ya me voy...”, se te oye en un tramo de “Polvo”. ¿Te sentís un adelantado?

–No sé si un adelantand­o. Un alejado, sí. Ca7riel está medio lejos, le gusta salir por otro lado. Va para adelante. Ca7riel no para nunca de correr. Pero lo hace de una forma muy rara, difícil de seguir. Pero sí hay personas que me siguen: el público y los artistas que me apoyan. Entonces, Ca7riel camina en paralelo y medio alejado. Hablo de Ca7riel en tercera persona como el Diegote, ¿viste? Siento que Ca7riel con el 7 es otra persona en relación con la que soy en casa.

–Para el público general, por llamar de alguna manera al que va más allá del que te sigue, tenés el plus de ser un guitarrist­a excepciona­l... ¿Tenés una relación cotidiana con la viola?

–El año pasado no tenía un lugar donde tocar mi guitarra con el amplificad­or. Apenas la tocaba en el escenario 40 segundos, cuando metía un solo y hacía un piripipí. Ahora que tengo casa acá, que me alquilé mi sitio para pasar la pandemia, puse el amplificad­or al lado de la cocina y la puedo tocar mientras me hago de comer. Había perdido eso. Tengo la facilidad, como alguien que anduvo en bici toda la vida y luego de años sin hacerlo vuelve a andar. Esa mecánica está. Pero me compré otros aparatos, instrument­os del futuro. Botones que me alienan. Amo a la guitarra, hay una magia increíble porque es un pedazo de madera y fue cortada de un árbol en el que debe haber pasado de todo. Me estoy convirtien­do en otra cosa... En un científico.

–En 2017 tenías una banda de rock y ahora sos una referencia de artista de rap sin ataduras. ¿Cómo le explicaría­s esa conversión a la

velocidad a un extraterre­stre recién aterrizado?

–El marciano seguro que está al tanto de la teoría de la evolución: del mono a hombre. Y de hombre yo me estoy pasando a robot. Y creo que todos estamos en eso. Mi necesidad de comer me hizo cambiar el rumbo. Si le tengo que explicar algo a ese marciano, es que hay gente que sabe vender objetos y otra que no. Yo sabía hacer objetos (canciones) y no sabía venderlos. En el momento en que aprendí, me hice más popular. Como cualquier producto. Sacar temas con determinad­o sonido o ritmo, me acercó al trap y para la gente fue más fácil comprarme. Y eso me llenó de comentario­s, energía y dinero. Me permitió crecer y usar otro tipo de caparazón. Esa es la evolución. Si hacés, cambiás. Y si vendés, podés ser funcional al capitalism­o y seguir cambiando. Yo estoy en esa. Pero estoy contento en este lugar.

–“Un pensamient­o es más letal que cualquier arte marcial”, cantás en “La prisión”. ¿Creés que las nuevas generacion­es cambiarán todo desde la toma de conciencia y sin el uso de la violencia?

–No confío en la gente. En mí , sí. Yo sí cambio. Soy “ese” grano de arena que busca que el mundo esté mejor. Camino por mi barrio y voy anhelando que todos estén bien. Pero no sé si todo el mundo quiere eso. Ahora que estamos en pandemia, un pensamient­o es más letal que cualquier arte marcial, pero hay gente que tiene ataques de pánico y sus razonamien­tos pueden ser más destructiv­os que constructi­vos. Mi círculo de gente y yo tratamos de que el mundo esté mejor, pero no veo que todos vayan detrás de eso.

–Colaborast­e con Marilina Bertoldi y con Juan Ingaramo. ¿En qué medida te nutrieron esos intercambi­os?

–Guacho, Marilina me invitó cuando no me junaba nadie. Cuando estaba entrando en la movida del indie, ni siquiera en la del trap. La movida del indie nos requiso, porque nos calzábamos los instrument­os y cargábamos la batería arriba del tren para ir a tocar como todos. Siempre nos bancaron mucho. Marilina nos llevó de gira, loco. Aprendí bocha mirándola en vivo. ¡Y le robé su poder! Porque podés ver videos de Queen y de tus

rockstars favoritos, pero hasta que no sentís la energía de una persona, es todo ficticio. Con Marilina la sentí. Y Juan fue el primero que vino a charlarme para que hagamos un tema. “¿Y vos qué onda?”, me tiró cuando yo era un cachorrito de la calle, con mucha hambre y rabioso. Y eso le pareció simpático. El chabón me readoptó. El primer feat fuerte lo hice con él y Dakillah. Obvio que me nutrí. Me nutro de los personajes que me cruzo en la vida. De todos. Los que me tiran la mejor y los que me tiran la peor. Absorbo todo y aprendo.

Hermandad

–¿Cómo llegó Paco Amoroso a tu vida? ¿Recordás el primer día que lo conociste?

–¿Sabés que no tengo la más puta idea? Tengo el recuerdo de estar en primer grado, con seis años, y verlo a Paco al frente. Las profesoras lo ponían ahí porque ya sabía escribir, hacer cuentas, todos los barrios, todas las provincias, todos los ríos. Nadie sabía cómo carajos sabía tanto. El chabón era muy inteligent­e. Era fanático del Indio Solari y de Independie­nte. Ese es mi primer flash. Y después nuestros padres se pusieron de acuerdo. Porque la mamá de Paquito laburaba mucho y organizaba con la mía para que él se viniera a casa todos los días. Paquito fue un hermano para mí. Nos adoptamos. Por eso mi vínculo es tan fuerte con él. Me emociona zarpado.

–¿Cómo es el proceso creativo con él?

–El disparador fue juntarnos a ver qué onda. Después, a tirar free… Siempre tocamos con Paquito, pero es otro lenguaje. Yo cantaba, hacía esas cosas. Él empezó después, pero la rompió al toque. El disparador fue el hambre... Hambre de todo: de querer cambiar nuestra realidad, de no tener nada en la panza. Después era juntarnos a hacer un tema distinto al anterior. Cuando agarramos ritmo, nos planteamos hacer un tema oscuro y después otro feliz. Ahora estamos distanciad­os, cada uno en cada arco por el coronaviru­s. Es un momento de exploració­n. Tuvimos un año muy alienados. Paramos la bocha, miramos la cancha y podemos decidir jugadas nuevas. Y como nada nos apura... Un año de un trapero es como uno de gato, siete años de un ser humano. Por suerte, apenas vivimos un año y medio así, envejecimo­s una bocha.

–Decís que tus letras son como guiones de cine. Entonces, te doy a elegir: Un documental sobre tu ascenso meteórico o una biopic.

–¡Muéstrenme como un superhéroe! No me pidan nada, no me puedo mirar ni al espejo ni escuchar mis canciones. Un documental me daría cringe. Las historias que son entretenid­as de ver son esas en las que se sufre mucho. Y mi niñez fue muy buena, tranquila... La vida me cagó a piñas de más grande. El documental de Ca7riel no podría ser como el de James Brown, ni a palos. Yo iba al cole todos los días y era repiolita. Así que hagan una película y adórnenla con cosas maravillos­as. Y cuando la estrenen, no me avisen.

A medida que te vas exponiendo, te empezás a ir... Y la gente te idealiza. Ya no puede conectar con vos de forma natural. Te la caretea.

Aprendí bocha mirando a Marilina (Bertoldi) en vivo. ¡Y le robé su poder! Guacho, ella me invitó a actuar en un video cuando no me junaba nadie.

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PRENSA CA7RIEL

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