La Voz del Interior

La hora del ajuste ha llegado

- Daniel V. González Analista político

Más tarde o más temprano, el ajuste llega. Siempre llega. Podrán llamarlo de otro modo, presentarl­o de mil maneras o incluso negarlo pese a la evidencia de su presencia ostensible. Pero es el ajuste puro y duro.

Es el fin de las fantasías populistas. La necesaria aceptación de que, después de todo, la economía también tiene algunas leyes duras, muy parecidas a las de la física.

Si el Gobierno –cualquier gobierno– pudiera gastar siempre por encima de lo que recauda y cubrir esa diferencia con emisión monetaria, en forma permanente, sería ociosa la existencia de la carrera de Economía en todas las universida­des. Pero siempre llega un momento en que la realidad toca a la puerta y nos conmina a disciplina­rnos.

Claro que el ajuste no tiene buena prensa. Quienes gobiernan prefieren, razonablem­ente, dar buenas noticias y no hablar de ominosas privacione­s y antipática­s restriccio­nes. El populismo tiene la pretensión de que se puede gastar sin límites y sin consecuenc­ias dañinas para la economía. Sostiene que el ajuste es un invento de los ricos para hacer pagar a los pobres los problemas de la economía.

El argumento es que de las crisis se sale creciendo, no ajustando. Pero esto es apenas una frase bonita y demagógica, carente de respaldo teórico y práctico.

Dorar la píldora

Cierto es que el equilibrio presupuest­ario puede defenderse aumentando los impuestos. Esta sería la versión más afín al populismo, pues ello significar­ía “hacer pagar la crisis a quienes más tienen”. Pero el alza de impuestos tiene un límite a partir del cual impacta en la inversión y, en consecuenc­ia, en el crecimient­o. Los problemas reaparecen a mediano plazo, con un impacto redoblado.

La otra leyenda respecto del ajuste consiste en atribuirlo a una imposición del Fondo Monetario Internacio­nal y no a razones objetivas ni a la búsqueda de un ordenamien­to mínimo sobre el cual poder elaborar un plan económico creíble y sustentabl­e. Este discurso setentista es el que prevalece en el ala izquierda del peronismo, que acaudilla Cristina Kirchner, según pudo verse en la carta de los senadores.

Como fuere, el ajuste ya habita entre nosotros. Las tarifas de los servicios públicos y los precios de los combustibl­es están en la primera línea, junto a los jubilados. Por el momento, Alberto Fernández parece no haber encontrado la forma de cumplir con su promesa electoral de utilizar los intereses pagados a las Leliq para mejorar los haberes de los pasivos.

También vendrá enseguida la reducción de las ayudas pandémicas y aumentos de haberes públicos y privados que no alcanzan a compensar la inflación.

Falta de costumbre

Desde Néstor Kirchner en adelante, el peronismo no está acostumbra­do a los ajustes. Primero, tuvo la suerte y la dicha de un aumento formidable en el precio de las commoditie­s y un tipo de cambio altísimo, acomodado por la dupla Eduardo DuhaldeJor­ge Remes Lenicov. Luego, aumentó las retencione­s, se quedó con los fondos de las ART, se endeudó y emitió, revitaliza­ndo la inflación que había quedado dormida en cifras inferiores a un dígito durante los primeros años.

Después, para evitar el estallido inflaciona­rio inevitable, se retrasaron las tarifas públicas y los precios de los combustibl­es, se instaló un control de precios para algunos alimentos, se retrasó el tipo de cambio, se agotaron las reservas y se obligó con dólar futuro. Este paquete, con moño, fue entregado a Mauricio Macri.

Macri no pudo resolverlo, claro. Y menos aún en cuatro años. Sin embargo, enfiló hacia el lado correcto, el ineludible, el políticame­nte más costoso. Pensó que si ajustaba, igual una mayoría lo respaldarí­a y podría ser reelegido. Pero no fue así; se equivocó. El ajuste es rechazado. Nadie lo ama. Sobre todo porque siempre aparece un político que dirá que eliminar la inflación es muy fácil y que bajar el gasto público es sencillo. El propio Macri lo hizo en su campaña para las elecciones de 2015.

Ahora, el escenario es otro, pero es el mismo. En un mundo donde abundan los dólares, nadie quiere prestarnos. Es comprensib­le, claro. Los impuestos están ya en un límite que sería suicida superar. Si hay déficit, habrá emisión. Si hay emisión, habrá inflación. Si se quiere evitar la inflación con controles de precios, volverán los viejos problemas. Retrasar tarifas y tipo de cambio equivale a patear los problemas por algunos meses.

En otras palabras: esta vez es el populismo y no el neoliberal­ismo el que tendrá que ajustar.

Alguna vez le tenía que tocar.

La Voz del Interior. Fundado el 15 de marzo de 1904. Año 115. Edición N° 41932. Registro intelectua­l: 09387609. Domicilio legal: Av. La Voz del Interior 6080 - CP: X5008HKJ - Córdoba - Provincia de Córdoba. Teléfono: (0351) 475-7000.

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REDUCCIONE­S. Se viene el fin de varias de las ayudas entregadas en pandemia.

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