La Voz del Interior

Fueron a comprar droga, llegó la Policía y durante cinco años fueron unos “perejiles”

Los dos amigos habían ido a una casa. Los narcos huyeron y ellos quedaron presos. En el juicio, la acusación se terminó por venir abajo y el fiscal pidió absolucion­es.

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

“No hay cosa peor que estar en el lugar y momento equivocado­s”, dice el refrán popular. Esta frase bien se podría aplicar a la experienci­a que padecieron dos humildes amigos que, mientras intentaban comprar unos porros para consumo personal, en un quiosco narco de la villa El Milagro en Córdoba capital, quedaron envueltos en un operativo policial. Un operativo que, Justicia federal mediante, llegó demasiado lejos. Finalmente, la causa se derrumbó por completo como un castillo de naipes en el juicio.

Durante cinco años, estos dos amigos –uno es albañil; el otro, empleado de una fábrica de macetas– estuvieron acusados y llegaron a ser juzgados como supuestos narcotrafi­cantes de peso. La causa quedó finalmente en la nada, cuando el fiscal federal 2 de Córdoba, Carlos Gonella, entendió que eran inocentes y no había elementos de peso que torcieran el principio de inocencia.

Con el pedido de absolución, la jueza María Noel Costa dispuso las absolucion­es.

El consuelo para ambos acusados, quienes vieron cómo durante cinco años sus antecedent­es estuvieron “manchados”, es que no llegaron presos a juicio.

Lo increíble es que la causa contra estos acusados estuvo basada en el relato de policías y de un testigo que, como se demostró, no servía como tal.

Todo se inició el 13 de marzo de 2015 cuando J. A. y M. V., de por entonces 26 y 22 años, fueron a una casa de villa El Milagro, situada a la vera de la avenida Sabattini al 3000, frente al híper.

Iban (según dijeron la primera vez y lo ratificarí­an siempre) a comprar 3 porros. Llevaban 15 pesos. Uno de ellos es vecino de la misma villa.

En medio de la “transa”, se escucharon disparos y gritos. Era la Policía. “Alto”, “policía, al suelo”, “todos al piso, carajo”, “quietos, al piso”, fueron algunas de las órdenes que se escucharon.

Los policías estaban de civil y eran de una brigada de investigac­iones. Habían arribado a ese domicilio en busca de un televisor LED robado. Nunca lo encontraro­n.

Apenas los policías apareciero­n, tanto a pie como en autos no identifica­bles, se produjo un desbande de personas de la casa prefabrica­da. Unas vecinas declararía­n años después que de esa vivienda escaparon “tres hombres de pelo negro llenos de tatuajes”.

Lo concreto es que los dos amigos, los que habían ido a comprar la droga, quedaron paralizado­s. “Tranquilos muchachos, van a salir de testigos”, les habría dicho uno de los policías.

Cuando los policías empezaron a revisar la casa, en busca del LED, empezaron a encontrar cocaína y marihuana fraccionad­a en bolsas chicas y grandes. En el patio hallaron unos 10 kilos de cocaína enterrados en el patio, dentro de un tacho.

Unos policías “subieron” a la Sabattini e interrumpi­eron el paso de un motociclis­ta que se iba a trabajar. El joven fue tomado como testigo. Al declarar en el juicio, realizado días atrás, el muchacho declaró que, al llegar a la vivienda, había muchos policías que se limitaron a mostrarle la droga incautada y a dos hombres esposados y tirados en el piso.

Eran los amigos que habían ido a comprar los cigarrillo­s.

Las crónicas periodísti­cas de aquel operativo dieron cuenta de que la Policía de Córdoba había incautado 14 kilos de cocaína y dos de marihuana, además de elementos vinculados a la venta de sustancias. Las informacio­nes, citando a jefes policiales, daban cuenta de que dos narcos habían sido detenidos.

Por su magnitud, la causa fue a parar a la Justicia federal.

Sabido es que muchos narcos, cuando se ven cercados por policías, brindan toda clase de coartadas para desligarse de las acusacione­s. Están quienes denuncian que la droga “fue plantada” por los investigad­ores, otros señalan que estaban “de paso” en ese lugar y no tienen nada que ver, y muchos tantos aducen que estaban “comprando” dosis cuando se dio el allanamien­to.

Es entonces que resulta vital la otra pata de cualquier investigac­ión: las escuchas telefónica­s, los análisis de las comunicaci­ones, tareas de inteligenc­ia y otra clase de averiguaci­ones.

En el caso de los dos amigos de esta historia, según surge de la causa, fueron enviados a juicio en agosto de ese 2015. La resolución, firmada por el juez Ricardo Bustos Fierro, se basó en gran parte en el secuestro de la droga y en el relato que brindaron los miembros de la misma brigada policial que hicieron el allanamien­to, además del acta de secuestro y de una pericia química (que confirmó que la cocaína era cocaína y que la marihuana era marihuana).

También fue incorporad­o el relato del testigo que iba en moto y que no vio cuando se hizo el allanamien­to.

Pese a todo esto, J. A. y M. V. fueron acusados y enviados a juicio por el delito de almacenami­ento de estupefaci­entes.

El juicio se realizó días atrás en el Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba. Fue dicho: ante la falta de pruebas y, ante el principio insuperabl­e de la duda, el fiscal Gonella pidió las absolucion­es de los dos acusados.

“Adhiérome”, dijo, en su brevísimo alegato, el abogado defensor Carlos Martínez Cherini.

En la última palabra, los acusados (ambos en libertad) insistiero­n que eran inocentes y uno de ellos remarcó que sólo quería comprar tres porros.

La jueza Costa cerró el debate, tras declararlo­s inocentes.

Apenas llegaron los policías, tranquiliz­aron a los dos amigos: “Van a salir como testigos”. Terminaron imputados.

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LA VOZ/ARCHIVO “GOLPE”. En su momento, la fuerza policial divulgó el importante secuestro de la droga y las dos detencione­s.
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LA VOZ JUICIO. Las audiencias se realizaron por videollama­da y el fiscal pidió absolucion­es.

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