Los alumnos de 6° y de 7° quieren presencialidad todo el año
EDUCACIÓN. La expectativa es disfrutar de la escuela, de los amigos y de los rituales del fin de la secundaria. Dicen que aprendieron poco en la virtualidad y temen un nuevo encierro.
Después de un año de aislamiento social, de escuelas cerradas y de la ruptura de una rutina escolar que, entre otras cosas, ordenaba la vida de los adolescentes, vuelve a aparecer la posibilidad del reencuentro el 1° de marzo.
Los chicos están expectantes y ansiosos por volver a verse, aunque la mayoría teme una vuelta atrás de la reapertura de aulas ante una eventual segunda ola de Covid-19. También les tienen miedo a la incertidumbre y a cursar un último año detrás de una pantalla.
Una decena de alumnos consultados, de colegios estatales y privados, de la ciudad de Córdoba y del interior provincial, coinciden en no quieren repetir la historia de los egresados 2020, que se quedaron fuera de los rituales del final de un ciclo.
“Es raro el sentimiento porque sexto año no llegó de la mejor manera.
Entonces, no tuvo la previa que se merece. Es como que pasamos de cuarto año a sexto año directamente y ni siquiera de la forma más normal”, asegura Martina Regueiro, alumna del Colegio de María (las Esclavas).
¿Qué expectativas tienen los estudiantes de la “promo 2021”? ¿Cuáles son sus ilusiones y sus temores? La respuesta es contundente: quieren disfrutar sexto año en la presencialidad, juntos y sin interrupciones.
“Mi expectativa es volver a las aulas en tiempo completo, no tener bimodalidad, porque siento que no aprendemos mucho. Estar al lado de mis compañeros en el curso, con mis profesores, vivir esa experiencia del día a día, que es tan hermosa compartir, porque lo que pasa en el aula no lo vivís en otro lado”, opina Julieta Tecco, del Instituto Santa Juana de Arco, de la localidad de Cruz Alta.
Julieta asegura que todos sus compañeros quieren pasar el último año en las aulas. “La experiencia en casa es mucho más fácil, pero no es lo mismo, no aprendés lo mismo, no lo disfrutás igual”, opina.
La expectativa de Victoria Posadas, de séptimo año del Instituto Provincial de Enseñanza Media y Técnica “Eduardo Simón Nemirovsky”, en Monte Cristo, es llegar al final de camino como siempre soñó. Festejar y presentar la ropa de la “promo” son parte de esa ilusión.
“Estamos expectantes, esperamos vernos, compartir el último año todo el curso junto. Con el sistema combinado, 50% presencial y 50% virtual, tenemos el temor de que no nos vayamos a cruzar o de que no nos veamos si se cierra todo de nuevo por una cuarentena”, apunta Victoria.
“Esperemos que sea un año de educación y no se vulneren nuestros derechos, porque hemos visto en mi curso mucha desigualdad entre aquellos chicos que no tenían internet o ‘compu’ y aquellos que sí teníamos. Que sea un año igualitario para todos”, agrega Victoria.
Fabricio Maino, alumno de séptimo año en el Instituto Técnico Adrián P. Urquía, de General Deheza, espera que tanto docentes como preceptores y alumnos se adapten a la metodología mixta para “minimizar pérdidas de tiempo” y “ver lo más que se pueda de los mapas conceptuales de cada materia”.
“Que podamos adaptarnos mejor a las clases virtuales, que los ‘profes’ tengan una mejor calidad de audio, de video para hacer las cosas más fáciles”, plantea Fabricio, quien tiene la esperanza de que los talleres y las clases en laboratorios sean presenciales. “Nada que ver la presencialidad con lo virtual. No digo que no se pueda aprender con lo virtual. Algo que no se debería perder es toda la práctica porque en la virtualidad no es muy posible que digamos”, remarca. Y agrega: “Tengo la ilusión de que no nos perdamos las charlas de los recreos porque nada es igual virtualmente”.
Lucía Manso, de la Academia Argüello, también dice que deseaba llegar a sexto año para compartir con sus compañeros. “Sexto año tiene muchas campañas y actividades, proyectos. Desde organizar los buzos de promoción y presentarlos a todos los alumnos de la secundaria hasta un almuerzo, un recreo, una clase y anécdotas que se generan y no se olvidan más, que quedan para el recuerdo. Tenía muchas expectativas de llegar a sexto y de que todo fuera normal. Hacer mi vestido de egreso, la fiesta, organizar el viaje, tantas cosas que siempre se sueñan”, cuenta. “Mis expectativas bajaron un 100% porque sé que mi último año no va a ser como yo esperaba”, agrega, y cuenta que su mamá participó de las marchas para pedir la vuelta de clases presenciales.
“Si me preguntás después de haber experimentado un año la virtualidad, sin pensarlo te digo que elijo la presencialidad. Creo que no volvería a la virtualidad. Aún no tenemos los recursos o la capacitación para realmente aprender como aprendíamos en la presencialidad. Algo tan mínimo como la postura, el tono de voz que utiliza el docente para darnos el contenido, para resolvernos dudas, son cosas que en la virtualidad no se pueden apreciar”, remarca Lucía.
Juntos y acompañados
Estábamos en el sillón, viendo en la computadora a la profe, pero tenía el teléfono al lado y me distraía con mayor facilidad. Pilar Farías
Algo que no se debería perder es toda la práctica porque en la virtualidad no es muy posible que digamos. Fabricio Maino
Martina Regueiro y Candelaria López, alumnas de sexto del Colegio de María, esperan un año más “normal” que el anterior.
“Mi expectativa es que por ser sexto año no nos separen en dos el curso, que veamos de conseguir un aula
más grande o el salón de actos, pero que sea nuestro curso entero. No me gustaría ir sólo con 15 compañeros siendo que somos 38”, apunta Candelaria.
Martina coincide: “Lo único que quiero es pasarla con mis amigos. Que no nos separen; si no puedo verlos a todos, me quedo en mi casa”.
Las chicas creen que la virtualidad es “inviable”. “Siento que aprendí muy poco en relación con lo que aprendí los años anteriores en la presencialidad. La responsabilidad quedaba en cada uno porque el que no se sentaba a estudiar era porque no quería. Las clases se dieron, pero no estuvo la presión de la prueba. Los exámenes virtuales no funcionaron”, remarca Candelaria.
“En lo virtual teníamos las clases y estábamos en el sillón de nuestras casas. Yo podía estar viendo en la computadora a la ‘profe’, pero al mismo tiempo estaba más cómoda, en pijama y tenía el teléfono al lado y me distraía con mayor facilidad. En cambio, en el colegio la atención está centrada en el ‘profe’, en el pizarrón y en la clase y en el tema del que esté hablando”, agrega Martina.
Candelaria dice que la presencialidad también es necesaria para recibir orientación sobre las carreras universitarias. “Muchos en el curso no saben qué van a estudiar y al estar en modalidad virtual no le das tanta importancia porque tampoco sabés qué va a pasar el año que viene. Falta el acompañamiento de tus profesores para elegir una carrera”, subraya.
Otro año atípico
Pilar Farías se cambió de colegio el año pasado, en plena pandemia, al Instituto Santa Ana, con la idea de que en julio todo volvería a la normalidad. Pero nunca conoció a sus compañeros. “Las expectativas para este año es que haya un protocolo que nos permita asistir presencialmente, que se priorice la educación. Tengo la ilusión de que 2021 sea un poco más normal, que lo pueda compartir con mis compañeros nuevos y que los últimos recuerdos del secundario no sean a través de una pantalla”, opina Pilar.
Sabe que 2021 también va ser un año atípico, con nuevos desafíos personales, desafíos que nos imponga la pandemia. “Lo encaro más consciente de la importancia del aprendizaje presencial, de estar cara a cara con los profesores y todo lo que se puede aprender en el colegio. No sólo en las clases en sí, sino también lo que conlleva estar en una clase: respetar cuando otro está hablando, aprender a participar, a afrontar la vergüenza de hablar en público”, subraya Pilar.
Y sigue: “El año pasado, uno podía apagar la cámara y el micrófono y es como si no estuvieras en la clase. Los alumnos no sentían la necesidad de participar. Lo encaro agradecida porque, si tenemos que seguir las clases
online, tanto yo como mi colegio contamos con los recursos necesarios para seguir aprendiendo, no como la mayoría de los estudiantes argentinos, para quienes el hecho de ir presencialmente a la escuela es una necesidad básica y una prioridad”, remarca Pilar.