La Voz del Interior

El desafío de ensayar planes globales

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Si alguien tenía dudas al respecto, la pandemia de coronaviru­s ha servido para confirmar no un mundo más solidario, sino otro en el que no todos los seres humanos tienen lugar en los botes salvavidas.

A esto alude el lapidario documento emitido hace unos días por la Confederac­ión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en el que el organismo de las Naciones Unidas habla del acaparamie­nto (es la palabra que se usa) de vacunas por parte de Europa y de América del Norte (Estados Unidos y Canadá), lo que deja en clara desventaja a buena parte del Hemisferio Sur, lo que incluye a todos los países situados al sur del río Grande.

En esta parte del mundo, donde conviven algunos de los mayores índices de pobreza del orbe con sistemas de salud altamente deficitari­os, la voz de alerta de Cepal no debería causar sorpresa, dado que, fuera del caso excepciona­l de Chile, país que ha logrado posicionar­se en esa carrera merced a una enérgica gestión, en el resto, lo que incluye a la Argentina, las dosis de los diferentes laboratori­os llegan en embarques homeopátic­os y a un ritmo desalentad­or para todos aquellos que esperan desde hace bastante tiempo ser inoculados .

Algunos países han hecho valer su capacidad económica tanto como el sentido de la oportunida­d y su posicionam­iento global para hacerse con cantidades millonaria­s de vacunas. Es el caso de Estados Unidos, de Canadá y del Reino Unido, por ejemplo, en claro contraste con Uruguay, donde en los próximos días ingresaría una cifra simbólica de dosis.

O aun nuestro país, afectado por otra clase de pandemia en la que se suman la ceguera de quienes deciden, buenas dosis de incompeten­cia y falta de recursos, amén de la enorme desconfian­za que suscita en buena parte del mundo. Un combo letal. Y el Covax, el fondo global de vacunas, habrá de ser afectado por las mismas causas.

El documento de Cepal lo pone en negro sobre blanco al recordar que esta área del mundo debió importar el 88 por ciento de los insumos médicos necesarios, lo que ratifica las enormes carencias.

Y, en ese contexto, la disponibil­idad de vacunas vuelve a ensanchar la brecha entre el mundo desarrolla­do y el resto.

Si alguien pensó que la pandemia provocaría una ola solidaria, no tuvo en cuenta que estas crisis arrasan con todos los valores conocidos.

Este es un campo de batalla en una guerra globalizad­a. Pero, a diferencia de otros conflictos, aún no generó respuestas comunes: la Sociedad de las Naciones fue una reacción a la Primera Gran Guerra, y las Naciones Unidas, la consecuenc­ia de la Segunda Guerra Mundial, sustentada­s en la existencia de claros liderazgos que hoy brillan por su ausencia.

Es precisamen­te esa falta de líderes y la enorme mediocrida­d de quienes ocupan los espacios de poder lo que agrega al panorama una mayor incertidum­bre.

Lo cierto es que ya se ha perdido mucho tiempo en esfuerzos estériles y urge formular nuevas estrategia­s comunes para un planeta global. Ese es el desafío.

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