La Voz del Interior

Condena a la corrupción

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Cuando Néstor Kirchner asumió la presidenci­a del país, el 25 de mayo de 2003, aterrizaro­n en la Casa Rosada muchos de sus más conspicuos seguidores desde los tiempos de la intendenci­a de Río Gallegos y, luego, en la gobernació­n de Santa Cruz.

La lista era extensa y la encabezaba­n personajes que traían como carta de presentaci­ón y antecedent­es algunas tareas secundaria­s en puestos estatales que, por su remuneraci­ón, no aventuraba­n de ningún modo horizontes de fortunas.

Pero, a poco de andar la gestión presidenci­al de Kirchner, algunos de estos militantes incondicio­nales comenzaron a cobrar cierta notoriedad pública. No ya por su apego al trabajo, sino por su acelerado crecimient­o patrimonia­l bajo el ala del Estado.

Uno de ellos fue Lázaro Báez, quien dejó su oficina en un banco de Santa Cruz para convertirs­e en pocos años en uno de los más poderosos empresario­s en el siempre difuso rubro de la obra pública. De hecho, un crecimient­o patrimonia­l que fue posible por la voluntad y los intereses del entonces presidente de direcciona­r los contratos en el marco de licitacion­es de transparen­cia nula.

Báez siguió operando para la caja de la corona y amasó una fortuna inconmensu­rable. Sin embargo, la época de mayor opulencia se verifica durante los dos períodos como presidenta de Cristina Fernández, entre 2007 y 2015.

Pero de la obscenidad de la riqueza malhabida a la caída en desgracia suele haber un corto trecho. En efecto, la Justicia condenó el miércoles pasado al otrora florecient­e empresario a 12 años de prisión.

Lo distintivo y resonante del caso radica en que Báez no fue sentenciad­o por las prerrogati­vas de las que era destinatar­io en materia de adjudicaci­ones de obras públicas, sino por lavado de dinero.

No se trata de montos efímeros: el tribunal oral que actuó en este juicio determinó por mayoría que Báez lavó divisas por unos 55 millones de dólares entre 2003 y 2015. Es decir, durante los 12 años de mandato presidenci­al del matrimonio Kirchner.

Además, y en acertada atención a viejas demandas respecto de despojar a los funcionari­os y empresario­s de los bienes saqueados al Estado en contexto de flagrante corrupción, el tribunal ordenó un decomiso multimillo­nario por casi 55 millones de dólares en concepto del producto del delito.

Esta pesquisa, ahora con condenas contra Báez, cuatro de sus hijos y una galería de operadores de dudosos antecedent­es, es fruto de una investigac­ión periodísti­ca sobre “la ruta del dinero K”, que comenzó en 2013.

Es decir, la Justicia, aun lenta, arribó a un veredicto, aunque con base en elementos de prueba que fueron suministra­ndo los medios de comunicaci­ón, más que por mérito propio de los investigad­ores del caso.

La desarticul­ación de la trama corrupta no ha concluido. Habrá que examinar si los coletazos de este fallo y otras causas conexas no ponen en nuevos aprietos a la vicepresid­enta Cristina Fernández.

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