La Voz del Interior

El objetivo principal de las vacunas

- Enrique Orschanski Médico

La conmoción mediática surgida en torno de las vacunas, de los privilegio­s y sus prioridade­s parece eclipsar nociones necesarias para comprender este momento sociosanit­ario.

Una noción define el principal objetivo del plan de vacunación: la erradicaci­ón del virus de la comunidad.

Logros intermedio­s como la reducción del número de muertes, de internacio­nes, de infeccione­s moderadas y de contagiant­es son de corto plazo en tanto no se alcance la total eliminació­n.

Esto lleva a una primera certeza: para superar la pandemia, todos debemos ser vacunados.

La segunda noción surge de una frase atribuida al poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “Nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”.

Utilizada ante situacione­s que violentan la equidad ciudadana, esta cita impacta por la simpleza con la que expone un egoísmo obsceno.

Los (hasta hace pocos días) furtivos entramados de aplicación de vacunas a amigos, a parientes y a socios de altos funcionari­os públicos mostraron no sólo la fragilidad institucio­nal para controlar su gestión, sino la naturalida­d de las prerrogati­vas.

Así surge la segunda certeza: “Adelantars­e en cualquier fila” es un delito moral, aun cuando no figure en códigos jurídicos.

¿Cómo vincular estas dos certezas para seguir confiando en una salida favorable a la actual catástrofe sanitaria?

Hay experienci­a al respecto. Documentos prueban que, durante reiterados brotes de viruela en Argentina en la década de 1950, numerosas familias de grupos sociales más beneficiad­os recibieron antes la vacuna. Algo similar ocurrió una década después, ante la poliomieli­tis infantil.

Con otras enfermedad­es como paperas (parotiditi­s), rubéola, sarampión, difteria, tétanos y hepatitis virales, no hay pruebas sobre “adelantami­entos en la fila”, quizá porque el calendario infantil actual es accesible sin prerrogati­vas. Y además porque sólo afecta a niños, quienes por lo general no adoptan posturas fascistas ni se reconocen como burgueses. Sí asustados, pero sólo por el pinchazo.

Vale aquí intercalar una pregunta. ¿Por qué estas enfermedad­es siguen vigentes a pesar de disponer de vacunas seguras, obligatori­as y gratuitas? El motivo principal es la acción de movimiento­s antivacuna­s, quienes a través de su intransige­nte postura ocultan la insospecha­da virtud de no querer ser incluidos en la definición de Brecht.

Lo cierto es que, en momentos de extrema sensibilid­ad social en los que las palabras más nombradas son “muerte” y “terapia intensiva”, es urgente reiterar el principal objetivo de una campaña de vacunación: la erradicaci­ón del agente. Y, para ello, el orden de prioridade­s es imperativo.

Primero deben recibirlas todos aquellos que demuestran mayor riesgo de enfermarse severament­e o de morir por Covid 19; luego, el resto.

En este panorama, proponer o aceptar “adelantars­e en la fila” sólo genera más desánimo ciudadano y mayor repulsa hacia los dirigentes.

Si sobraran dosis, tal vez esta grosera burla pasaría inadvertid­a, pero por el momento las vacunas son un bien escaso.

En un futuro no lejano, cuando el proceso de erradicaci­ón de Sars Cov-2 avance y vislumbrem­os un mejor panorama sanitario, será el momento de volver a conversar con los grupos antivacuna­s a fin de que reconsider­en ser parte del todo.

Mientras tanto, la pavorosa pandemia sigue sorprendie­ndo con revelacion­es agobiantes, como descubrir a ciertas personas tan asustadas que se comportan como fascistas, y otras con capacidad de impedir que el Covid-19 sea erradicado.

Posdata:

ninguna de las explicacio­nes arteras de los burgueses asustados valen lo que la sonrisa de un abuelo al salir del Centro de Convencion­es con el brazo pinchado y el alma en paz.

Es urgente reiterar el principal objetivo de una campaña de vacunación: la erradicaci­ón del agente.

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