La Voz del Interior

Aumenta la población de las villas en la ciudad de Córdoba

En algunos asentamien­tos creció hasta el 60% la cantidad de habitantes en el último año.

- Matías Calderón mcalderon@lavozdelin­terior.com.ar

El empeoramie­nto de las condicione­s socioeconó­micas de muchas familias derivada de la pandemia se está reflejando en un crecimient­o en el número de habitantes de villas y asentamien­tos populares en la ciudad de Córdoba.

Aunque no hay todavía estadístic­as oficiales, estimacion­es de organizaci­ones sociales y de los propios pobladores indican que en algunas barriadas marginales la población creció hasta el 60 por ciento en el último año.

La mayoría de las familias que se ven obligadas a “mudarse” a una villa llegan a dicha situación luego de ya no poder pagar el alquiler de una vivienda, por lo general debido a que el jefe o la jefa de hogar perdió su empleo.

También se incrementó sensibleme­nte la demanda de alimentos en comedores y ollas populares.

Una frase repetida: la pandemia dejó al descubiert­o las desigualda­des sociales. Es cierto, pero también las carencias humanas se hicieron más profundas. En los últimos tres meses, creció la población de las villas y los barrios populares de la ciudad de Córdoba y la extensión de terrenos ocupados transforma­dos en asentamien­tos.

Aunque no hay datos oficiales, este fenómeno trepó hasta un 60 por ciento en algunos rincones de la Capital, según estiman los propios habitantes de los asentamien­tos y de las organizaci­ones sociales que asisten a las familias.

El 24 de mayo pasado, La Voz llegó hasta la calle Oncativo al 2700. En aquel entonces el hambre parecía haber tocado un pico histórico. Los habitantes de esa barriada que se extiende hasta la avenida Ricardo Balbín, a escasos metros del acceso este a la ciudad por avenida Circunvala­ción, comían una sola vez al día.

El jueves pasado los vecinos observaron con sorpresa que alguien volvía a saludarlos. Entre aquel informe y la nueva visita de este medio continuaro­n igual de solos que antes, según dijeron. Pero había una diferencia: el total de casillas se multiplicó por seis, pasando de tres a 20.

“Esto creció una barbaridad en los dos últimos meses. La gente ya no tiene dónde vivir, así que viene con sus bolsas de nailon y sus cartones para armar una pieza. El baño es el descampado abierto y la ducha es un fuentón o una botella no retornable de una gaseosa”, relató Betiana Marín en la puerta del asentamien­to.

Las historias de vida que se entrelazan en esas calles improvisad­as, que serpentean una zona dominada por malezas y escombros, hacen atragantar a toda la comitiva que recorre el barrio.

Marlene Córdoba y Betiana colaboran con la olla popular y merendero “Entre todos podemos”. “Nació como una emergencia. Acá la gente empezó a llegar porque no viene nadie, ni a reprimir ni a ayudar. Y cada uno aporta un paquete de alimentos, o lo que tenga, y de ahí comemos todos”, contó Marlene, preocupada porque los víveres siempre son escasos.

La falta de comida, analizó la joven, es el correlato del imprevisto crecimient­o que se evidenció a inicios de este año. “Hay mujeres solas, con hasta seis hijos, que en medio de la pandemia quedaron en la calle porque sus maridos las golpeaban. No tuvieron a dónde ir y están acá, pasando frío y hambre”, lamentó.

Todos coincidier­on en que el frío y las inundacion­es luego de las lluvias, son dos de los problemas centrales. “De repente, hay un 60 por ciento de gente viviendo en un lugar donde no hay luz ni agua corriente. Con una manguera llevan agua y la gente tiene que pagar cuatro mil pesos para que les tiren un cable y les pongan unas lámparas”, dijo Betiana.

Necesidade­s intactas

Algo todavía más doloroso: las casas que habían llegado hasta allí un año atrás, que eran unas seis, continúan en iguales condicione­s. “Algunos pudieron hacer algunas mejoras gracias a la solidarida­d de la gente. Pero acá no hay dinero. Los chicos, cuando ven un paquete de galletitas, preguntan qué es eso porque nunca pudieron tener uno”, relató Marlene sobre las condicione­s en que viven.

“La ruta del comedor” es un corredor que los vecinos de esa zona transitan una y otra vez. Matías es el encargado de cocinar en la olla popular y de hacer la merienda. “La gente nueva, que es muchísima, hace cola para llenar su bol de comida. La única preocupaci­ón es esa porque de otro modo no pueden comer, ya que en las ‘casitas’ no hay cocina”, comenta.

El joven nació en esa zona y dijo que nunca vio un crecimient­o tan repentino de la población. “Estoy desde siempre acá. Y al que llega se le da una mano. Porque son personas que vienen arrastrand­o necesidade­s”, mencionó emocionado.

Entre ellos conversan sobre la situación. “Acá la situación no da para más. La gente necesita trabajo y no hay. Los vecinos no pueden seguir viviendo entre cartones”, dialogan.

Antes de la despedida, el grupo de vecinos que salió al encuentro de este medio pidió por la solidarida­d de la gente. La falta de chapas, de material de construcci­ón, de alimentos y demás insumos contrasta con la voluntad de ese gentío. Todos saben algún oficio y van levantando las casas como pueden. Dejaron un número telefónico (351 152122681) para recibir colaboraci­ón.

Los artesanos de la vivienda

El trayecto siguió hacia barrio Los Artesanos, en la zona sur de la ciudad. Allí el anegamient­o de las calles por las lluvias de la semana pasada no impidió el vistazo del fenómeno. En ese barrio están naciendo los “rascacielo­s de los humildes”, tal como lo nombró una vecina.

Una foto del mismo barrio en un mapa de Google muestra un paisaje todavía plano, con algunas construcci­ones de dos pisos. “Acá la gente se va para arriba porque no tiene mucho espacio para construir”, dijo Nery Huanambal, que vive en el barrio hace 11 años.

Esto creció una barbaridad en los dos últimos meses. La gente ya no tiene dónde vivir, así que viene con sus bolsas de nailon.

Betiana Marín

Vecina

Acá la gente se va para arriba porque no tiene mucho espacio para construir. Ha crecido el número de habitantes.

Nery Huanambal

Vecina

Según Nery, las familias que habitan el barrio siguen siendo las mismas. Pero los hijos van haciendo familia y construyen encima de la vivienda familiar. Hay módulos que llegan hasta los cinco niveles. “En estos últimos meses de la pandemia se frenó un poco la construcci­ón”, lamentó.

Un nuevo asentamien­to

El crecimient­o poblaciona­l también se registró en la zona sudoeste de la ciudad. En el área de las tomas de barrio Cabildo nació uno nuevo. Alberga a 69 familias que antes de 2021 alquilaban. “Acá vive gente que estaba trabajando y perdió sus ingresos. Muchos eran changarine­s, de profesión albañiles y empleadas domésticas. Vivían al día y tuvieron que decidir entre alquilar y comer”, comentó Soledad.

Luis Alveroni visita a menudo la villa La Vaquita, en la zona sudeste de la ciudad. La Voz comenzó allí un recorrido por asentamien­tos y villas el 3 de septiembre de 2018. Y este último año, según aseguró el referente, se registró el mayor movimiento poblaciona­l. “Hubo un crecimient­o. No fue exponencia­l, o más grande del que ya se venía registrand­o. La gente termina haciendo la casa en el patio”, relató Alveroni, que integra la Coordinado­ra de Barrios Eva Perón.

Según datos de la organizaci­ón, la expansión se observa en terrenos ya habitados. “En los últimos tres meses, donde había un medidor de luz, ahora hay tres. Porque hay tres familias donde antes había una”, detalló.

En el final del recorrido va quedando atrás el barrio donde los medidores se han triplicado, según el relevamien­to de los propios pobladores.

Sin embargo, queda fija en la retina la imagen de una ciudad antigua, industrial, pujante, que ya no existe. Y va ganando terreno la necesidad humana más honda, con miles de niños, de hombres y de mujeres viviendo en casillas de cartón, nailon, madera y chapa. Privados de lo más básico.

Buscá el audiovisua­l en LaVoz.com.ar con un recorrido por los barrios y las villas.

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FOTOGRAFÍA­S DE JOSÉ HERNÁNDEZ EN ALTURA. En Los Artesanos no abunda la tierra y la construcci­ón es hacia arriba.
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VULNERABLE­S. Hay zonas en la ciudad de Córdoba donde emergieron nuevas casillas con personas que ya no puede alquilar.
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