La Voz del Interior

Wanda y Juan, dos nombres propios de la violencia y la urgencia

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El paisaje de las barrancas con sus nuevas casitas de cartón, plástico, madera y algunos ladrillos es impactante. Esa zona de barrio Barranca Yaco no experiment­aba un crecimient­o parecido desde su conformaci­ón, hace más de 50 años. En tres meses, hasta allí llegaron personas desesperad­as en la búsqueda de un techo.

Juan se asomó detrás de una pila de bloques que consiguió hace poco para construir una casa. “Tengo seis hijos y necesito que vivan en algún sitio. Soy un vendedor ambulante que se quedó en la calle porque no podía pagar un alquiler”, expresó.

En diciembre, un accidente doméstico le provocó quemaduras en la pierna izquierda. Tras este desafortun­ado episodio, no pudo seguir con la venta de pastelitos. Antes, una empresa lo había despedido de su puesto de trabajo.

“Soy un hombre que siempre se mantuvo con su trabajo. Ahora estoy con las manos vacías y el orgullo golpeado, viviendo aquí sin mis hijos. Por eso quiero terminar la construcci­ón para volver a rehacer mi familia”, confesó entre lágrimas.

Al frente vive Wanda, una mujer de 30 años. A lo largo de su vida, cuenta, tuvo que soportar la violencia de su exmarido. Y tras la última denuncia, una orden de exclusión la dejó en la calle.

“La casa está a nombre de sus padres así que me tuve que ir”, comentó. Tras calmar su llanto, mostró su improvisad­a vivienda. Una cortina la separa de la intemperie, donde de igual manera cocina, se baña y realiza sus necesidade­s.

“Hice un sin fin de denuncias y ahora no puedo estar con mis hijos, que son cinco. No los puedo tener acá, así que están con mis padres. Después de soportar la violencia ahora tengo que enfrentar esto”, planteó consuelo.

Wanda mira con ojos cansados las condicione­s desfavorab­les que se le impusieron en la vida. Con 17 años tuvo a su primera hija y desde entonces no ahorra en esfuerzo propio.

“Todos los días salgo a vender alfajores de maicena que cocino en una parrilla, con brasas. No me importa que llueva. Si no lo hago no como ni yo ni mis hijos”, relató.

Su casa se inunda con la lluvia. Los cables de la luz están expuestos y sostenidos por la rama de un árbol de paraíso. En esa situación, todos los días estudia para terminar su secundaria en el Cenma de la zona.

“Necesito una mano. Siento que nadie me escucha. Necesito una mano”, repitió. Para ayudar a Juan y a Wanda, sus vecinos pusieron a disposició­n un número telefónico (351 152122681).

La imposibili­dad de pagar un alquiler implica buscar un espacio marginal en alguna villa de Córdoba.

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JOSÉ HERNÁNDEZ TESTIMONIO. Wanda vive en la pobreza desde que tuvo que abandonar su casa.

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