La Voz del Interior

Petición de imposible cumplimien­to

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En breve, Argentina recibirá del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), en concepto de derechos especiales de giro (DEG), el equivalent­e a unos 4.300 millones de dólares. El bloque de senadores kirchneris­tas quiere que el ministro de Economía, Martín Guzmán, los destine a gastos extraordin­arios para paliar los problemas sociales y sanitarios originados por la pandemia.

Por las fuertes restriccio­nes a la libre circulació­n de personas que impulsa el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, con el apoyo de La Cámpora, podría sospechars­e que de aquí debieran salir los fondos para relanzar el ingreso familiar de emergencia (IFE).

En ese sentido, el bloque oficialist­a de la Cámara Alta ha presentado un proyecto de declaració­n, cuyo autor es el senador Oscar Parrilli, presidente del Instituto Patria, con la expectativ­a de que sea tratado en los próximos días en el recinto parlamenta­rio. Por supuesto, no tendría el valor de una ley. Pero implicaría un gesto político muy fuerte si una o las dos cámaras legislativ­as lo aprobasen.

El primer problema es que la petición tiene como punto de partida lo que el resto de los mortales calificarí­a como un error grave. Los DEG no son plata contante y sonante, sino una unidad de cuenta que sólo sirve para pagos entre países o con organismos multilater­ales.

Por caso, la deuda que debemos pagarle dentro de poco al Club de París, que ronda los 2.400 millones de dólares y que forma parte de las actuales negociacio­nes entre el ministro Guzmán y las autoridade­s del FMI. En otras palabras, se trata de una asistencia técnica para que Argentina y otros países solucionen compromiso­s inminentes sin echar mano a sus reservas. Sólo eso y no una especie de lluvia de dólares.

Ahora, como se trata del kirchneris­mo el que moviliza la propuesta y no es la primera vez que comete este tipo de errores, es imprescind­ible analizar la cuestión como parte de su tendencia a la transgresi­ón de las normas, tanto en el ámbito nacional como en el internacio­nal.

Hace unos meses, estos mismos senadores le reclamaron al FMI que refinancia­ra nuestra deuda con el organismo a 20 años, cuando sus estatutos estipulan un plazo límite de 10 años.

Piden cosas imposibles, como si el mundo debiera cambiar sus reglas de juego especialme­nte para la Argentina.

El segundo problema es la falta de diálogo con la oposición. Los senadores de Juntos por el Cambio no saben si se trata de “una marcada de cancha” al ministro de Economía –una más, en medio de la siempre tensa interna oficialist­a– y se preguntan si esta declaració­n favorecerí­a o entorpecer­ía sus negociacio­nes con el FMI.

El kirchneris­mo elige no responder, como si la oposición no mereciese recibir informació­n sensible sobre el curso de las gestiones.

Claro que si no vota de manera favorable, se la acusará de “antipatria”.

¿Entenderem­os algún día que el diálogo con quien piensa distinto es consustanc­ial a la democracia?

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