La Voz del Interior

Un orden precario, sólo para la zona roja

- Edgardo Moreno emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

La elección de este año será para renovar la integració­n del Congreso y será también un plebiscito de la gestión nacional. El resultado final podrá leerse según la cantidad de bancas que obtenga cada bloque político. O podrá interpreta­rse según quién gane en la sumatoria general de votos. Aunque fuese sólo por uno.

Valga la advertenci­a: se votará en todo el país, pero la tradición política argentina tiende a hacer una reducción. El triunfo o la derrota que acapara las portadas nacionales en las elecciones de medio término es aquel que ocurre en el distrito más poblado: la provincia de Buenos Aires.

Los antecedent­es abundan. Puede trazarse una parábola desde aquella derrota del alfonsinis­mo ante el peronismo renovador en 1987, hasta el triunfo de Esteban Bullrich sobre Cristina Kirchner en 2017.

Con ese horizonte en vista, los bloques políticos dieron el primer paso hacia la elección con la inscripció­n de candidatos para las primarias. Si se dispersa la hojarasca, se puede observar que en la zona roja –el electorado bonaerense–, el oficialism­o nacional consiguió armar una lista de unidad y el principal espacio opositor redujo a dos sus opciones competitiv­as, con el PRO y la UCR a la cabeza.

Esa concentrac­ión apenas se percibe desde el interior del país, porque fuera del área de Buenos Aires lo que se impuso fue una amplia fragmentac­ión. Pueden advertirse, a modo de ejemplo, la detonación de la oferta electoral en la provincia de Santa Fe (que viene de lamentar la pérdida de dos de sus principale­s referentes políticos: Miguel Lifschitz y Carlos Reutemann) y la tribalizac­ión cruzada en Córdoba.

No por anunciada, la división del oficialism­o cordobés deja de ser un dato fáctico. Con la migración consumada del expresiden­te partidario Carlos Caserio a los ultramuros del PJ. Y el retorno a la batalla territoria­l orgánica de quien fuera el segundo ariete del kirchneris­mo en Córdoba, Eduardo Accastello. El primero fue el coimero confeso Ricardo Jaime.

Fue más sorpresivo el abrupto intercambi­o de parejas con el que sorprendió la oposición provincial. Vino así a transparen­tar dos fragilidad­es estructura­les de su armado nacional. La primera es que Juntos por el Cambio sólo pudo ordenarse –y con severas dificultad­es– en los distritos donde todavía gobierna. La segunda es que Mauricio Macri no pudo disciplina­r a sus aliados en un territorio donde siempre lideró con predicamen­to.

Dos tiempistas de larga trayectori­a sacaron ventaja en la dispersión. Mario Negri puede mostrarle a la UCR cordobesa que entre las bancas que su partido renueva y las candidatur­as que propone, si triunfa en las primarias habrá logrado ubicar más radicales que su nuevo adversario interno, Rodrigo de Loredo. Patricia Bullrich puede decirle algo parecido a los dirigentes del PRO: cualquiera fuese el resultado, pueden sorprender­se para bien si se ponen a explorar el reparto por sistema D’Hondt.

Son especulaci­ones, segurament­e aviesas, que obligarán a Luis Juez a poner la lupa en la conducta de sus aliados de última hora. Sin boleta única, siempre acecha el fantasma del corte de votos.

Un largo camino

Si se amplía la mirada al resto de los distritos, ni el oficialism­o ni la oposición pueden ufanarse de ordenamien­to y concordia. Los dos responsabl­es del armado central focalizaro­n sus esfuerzos en sus propios territorio­s. Cristina Kirchner, en la definitori­a provincia de Buenos Aires. Horacio Rodríguez Larreta, en el área metropolit­ana de Buenos Aires. Porque desde el triunfo de María Eugenia Vidal en 2015 –de la mano de Macri– el PRO sostiene que la avenida General Paz no es un límite para los consumos culturales y las migracione­s políticas que comparten los porteños con los cordones cercanos del conurbano bonaerense.

Como sus adversario­s no podrán hablar de unidad hasta después de las primarias, Cristina tomó la delantera, exhibió su lista unificada y estrenó un discurso con variacione­s que no deben pasar inadvertid­as.

La más relevante: bendijo el pago de vencimient­os al FMI con los derechos especiales de giro asignados debido a la pandemia. Un alivio para Martín Guzmán y una señal tibia para sofrenar al dólar. Y una traición a las recientes proclamas patrias de su núcleo de seguidores más duro.

La oposición también ensaya un cambio de discurso. Dice, para ganar tiempo y de manera más bien genérica, que su candidato es la república, y su adversario, la sociedad autoritari­a. Pero el camino hacia las primarias recién comienza. Y en cada declaració­n de sus referentes crujen algunas costuras.

La oferta electoral, entre la concentrac­ión y la fractura.

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FRENTE DE TODOS FDT. Mostró unidad en la provincia de Buenos Aires, clave en la elección.
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