La Voz del Interior

Etiquetar alimentos será beneficios­o para todos

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El proyecto de ley de etiquetado frontal de los alimentos, que cuenta con media sanción del Senado de la Nación, pasó sin cambios las evaluacion­es de las comisiones en la Cámara de Diputados, de modo que en breve debiera tratarse en sesión plenaria y –cabe suponer– ser aprobado. El objetivo que se promueve con esta medida es cambiar el rotulado de alimentos y de bebidas sin alcohol envasadas. La propuesta contempla la inclusión de un sello de advertenci­a en la cara principal del producto por cada nutriente crítico en exceso: azúcar, sodio, grasas saturadas, grasas totales y calorías.

La misma indicación se usará ante valores superiores en cafeína o el contenido de edulcorant­es no recomendad­os para niños y adolescent­es. Los productos así marcados no podrán ser vendidos en los colegios.

El formato del sello quedará pautado por la ley hasta en pequeños detalles. Deberán ser octógonos negros, con bordes y letras de color blanco en mayúsculas, y su tamaño no podrá ser inferior al cinco por ciento de la superficie de la cara frontal del envase.

El abordaje de la cuestión ha sido lento, engorroso y plagado de desconfian­zas. En la práctica, ha implicado un innecesari­o enfrentami­ento, por ejemplo, entre los industrial­es de la alimentaci­ón y los nutricioni­stas, como si se tratara de buscar culpables en vez de acordar mejores mecanismos para que el consumidor ejerza sus derechos.

Mientras unos pretenden seguir discutiend­o opciones y ponen como referencia las normas del Mercosur para intentar homologarl­as aquí, otros se muestran ansiosos por aprobar el proyecto tal cual está, ya que cualquier modificaci­ón lo haría volver al Senado. En realidad, aun si el proyecto es perfectibl­e, las distintas organizaci­ones de la sociedad que participar­on en su elaboració­n y análisis legislativ­os deben comprender que necesitamo­s avanzar hacia su promulgaci­ón y puesta en vigencia.

Toda ley es perfectibl­e. El paso del tiempo y la recepción social permitirán detectar, en un futuro, las reformas que requeriría. El consiguien­te diálogo entre los distintos sectores implicados permitirá hacerlo posible. Si en lugar de ello se fuerzan los acuerdos alcanzados en pos de un ideal, nunca tendremos ley.

Hay países de la región que la tienen hace años. Uruguay la puso en vigencia en 2018, luego de que el Mercosur aprobó el proyecto macro para la identifica­ción de alimentos con alta presencia de grasa, azúcar y sal. Y siguió lineamient­os recomendad­os por la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

Para entonces, Chile ya había sancionado la suya, que contemplab­a un cronograma que daba plazos a la industria para que se adecuara al nuevo esquema . Por cierto, en Chile se realizaron numerosas encuestas para dimensiona­r los resultados de su puesta en funcionami­ento: en un tiempo relativame­nte breve, 80 por ciento de los chilenos afirmaron que habían modificado sus hábitos de alimentaci­ón gracias a las etiquetas de advertenci­a.

No se trata, entonces, de perjudicar a alguien, sino de legislar para beneficio de toda la ciudadanía.

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