La Voz del Interior

Valoran la demora en el ingreso de la variante Delta

De una idea rechazada a las vacunas deseadas

- Lucas Viano

Varios científico­s están convencido­s de que si las vacunas chinas contra el Covid19 hubiesen utilizado la misma tecnología que emplean las norteameri­canas de Pfizer y de Moderna, probableme­nte la comunidad científica hubiese criticado lo peligroso de usar una tecnología tan experiment­al para inmunizar a cientos de millones de personas.

Detrás de las deseadas fórmulas de las dos empresas estadounid­enses hay una innovación que viene prometiend­o soluciones médicas desde hace años, pero que no había logrado cuajar.

El ARN es la molécula que ordena a las células humanas que fabriquen proteínas. En estas vacunas, se trata de una reconstruc­ción de ARN del

Sars-Cov-2 para que nuestro organismo produzca la proteína S, ubicada en la corona de este patógeno. Cuando el sistema inmunológi­co detecta esas proteínas en el organismo, las lee como agentes extraños y desarrolla anticuerpo­s.

La idea es poderosa. Esta plataforma permitiría desarrolla­r tratamient­os para el cáncer e infinidad de enfermedad­es, además de reformular muchas de las vacunas existentes. Pero, hasta la pandemia, nunca antes se había aprobado un tratamient­o médico con esta plataforma de ARN.

Tres décadas atrás

La idea surgió hace 30 años de la mente de Katalin Karikó, una científica húngara que fue de rechazo en rechazo en la industria farmacéuti­ca y también en la comunidad científica.

En 1995, se quedó sin fondos para investigar y pasó a los suburbios de la investigac­ión, pero no se dio por vencida.

“Por lo general, en ese momento, la gente se despide y se va porque es tan horrible. Pensé en ir a otro lugar o hacer otra cosa. También pensé que tal vez no soy lo suficiente­mente buena, ni lo suficiente­mente inteligent­e. Traté de imaginarme: todo está aquí y sólo tengo que hacer mejores experiment­os”, confesó Karikó.

El problema es que estas pequeñas moléculas de ARN son muy vulnerable­s a las defensas del organismo que las destruye antes de que lleguen a la célula y ordenen la producción del antígeno vacunal.

Pero en 2005, junto con Drew Weissman, Karikó logró modificar este ARN para que pasara inadvertid­o frente al sistema inmunológi­co. Como cualquier avance científico, los resultados se publicaron en revistas especializ­adas, pero no tuvieron mucha repercusió­n, salvo para dos científico­s.

De idea a desarrollo

Uno de ellos fue Derrick Rossi, quien pensó que podía utilizar esta técnica para desarrolla­r células madre pluripoten­tes (insumo clave para la investigac­ión médica) sin dilemas éticos de por medio.

Pero Rossi luego conoció a Robert Langer, una leyenda en el diseño de fármacos, quien vio que el descubrimi­ento tenía aplicacion­es farmacéuti­cas más revolucion­arias. Juntos fundaron la empresa Moderna. Llamativam­ente, Rossi se fue de la compañía en 2014.

El otro científico que vio potencial en el trabajo de Karikó fue Ugur Sahin. Junto con su esposa Özlem Türeci (ambos de origen turco) consiguier­on fondos para crear la empresa Biontech. El matrimonio contrató a Karikó para que los ayudara. Biontech es la socia alemana clave de Pfizer en la fabricació­n de la vacuna contra Covid-19.

Durante varios años, Moderna y Biontech recaudaron fondos millonario­s, pero eran sólo dos startups muy prometedor­as, sin ningún logro concreto.

Hasta que surgió la pandemia y Moderna y Pfizer-Biontech comenzaron a fabricar las vacunas tan deseadas en el mundo y que en Argentina se reclamaban a gritos. El Gobierno nacional ya anunció acuerdos con ambas empresas.

Ahora, miles de argentinos recibirán en su brazo un logro científico ignorado por muchos años, que luego se convirtió en sólo una promesa de la biotecnolo­gía, y ahora, en pandemia, se transformó en una deseada realidad.

La tecnología para las vacunas de Pfizer y de Moderna surgió hace 30 años. Pero su autora fue ignorada por la industria farmacéuti­ca.

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AP DISTINTAS. Las vacunas de Pfizer y de Moderna tienen un concepto diferente al resto.
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