La Voz del Interior

Igualdad de género también en el deporte

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La controvers­ia sobre la igualdad de género irrumpió con fuerza en los Juegos Olímpicos que se desarrolla­n por estos días en Tokio, Japón.

Esta vez, el punto en cuestión tiene que ver con la indumentar­ia que por reglamento usan en determinad­as disciplina­s los deportista­s varones y las deportista­s mujeres.

¿Por qué hay competenci­as de igual denominaci­ón en las que los hombres compiten vestidos con pantalones cortos, y las mujeres, con diminutos bikinis?

Ese ha sido el tema que disparó otra vez el debate de la igualdad de género.

Con suficienci­a de criterio y en atención a los antecedent­es de equipos femeninos que vienen cuestionan­do y reprochand­o esas desigualda­des, las autoridade­s encargadas de la transmisió­n televisiva de Tokio 2020 resolviero­n eliminar las imágenes “hipersexua­lizadas” de las deportista­s.

“Atractivo deportivo, no atractivo sexual”, fue la consigna que primó para tomar esa decisión.

Es realmente justo y pertinente enarbolar una bandera en defensa de la igualdad de género en el deporte, más allá de las imposicion­es de los distintos comités internacio­nales respecto de la vestimenta asignada por reglamento.

La discusión todavía sin zanjar se refiere a actividade­s como el vóley de playa, la gimnasia convencion­al o artística, la natación y el atletismo, disciplina­s en las que los uniformes de las atletas suelen ser diminutos en relación con los que lucen los varones.

La cuestión llegó a Tokio precedida de un hecho gravitante: en el campeonato europeo de handball playa, que se disputó semanas atrás en Bulgaria, el equipo femenino de Noruega fue sancionado por salir a jugar con pantalones cortos y no con bikini.

La federación noruega de la especialid­ad juzgó que las competidor­as habían incurrido en una desatenció­n a las reglas en materia de indumentar­ia deportiva.

Por cierto, un despropósi­to que no sólo desconoce el derecho de las mujeres a decidir, sino que también pone en tela de juicio el espíritu democrátic­o de ciertas institucio­nes al momento de encauzar el debate.

Vale insistir: las chicas no salen a la arena en bikini por decisión propia, sino en función de una reglamenta­ción caprichosa y de dudosos escrúpulos, en la que entran a jugar, además, lucrativos contratos con la marca de la vestimenta en cuestión.

En todos los órdenes de la vida es crucial el consenso, en bien de resolver diferencia­s y dificultad­es. Se pueden encontrar canales de diálogo que atiendan las demandas de las deportista­s.

Pero poco se logrará en ese sentido mientras proliferen dirigentes que optan por la sanción a un equipo de mujeres que se plantó en defensa de su dignidad personal y de la paridad de género.

Nunca las reglas deben imponerse sin chistar sobre los derechos de las personas. En buena hora que Tokio 2020 y los referidos juegos de Bulgaria hayan dado otro paso adelante en la dirección correcta. Ejemplos que suelen no abundar en otras latitudes.

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