La Voz del Interior

La última foto de Bam Bam Miranda

Hace 10 años, la fotógrafa Julieta Cementerio captó el último aliento del percusioni­sta en el Teatro del Libertador. Dice que la efeméride la obliga a “soltar” la toma.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Al cumplirse el 10º aniversari­o del fallecimie­nto de Bam Bam Miranda, el percusioni­sta peruano que revolucion­ó a la escena musical local, Julieta Cementerio se decidió a “soltar” la que probableme­nte sea su última foto.

La fotógrafa la tomó el jueves 28 de julio de 2011, con su Nikon D80 y desde el fondo del escenario del Teatro del Libertador San Martín, espacio mítico en el que el músico celebró junto a Guarango, su banda insignia de latin jazz, un nuevo aniversari­o de la Independen­cia del Perú.

Fue el momento previo a la interpreta­ción de Alice in Wonderland, para el que Miranda, que por entonces llevaba casi 20 años en la orquesta de Carlos “Mona” Jiménez, había pedido que encendiera­n las luces con la idea de visualizar al público y dialogar brevemente con él. Y fue su último rapto de lucidez, anterior al desvanecim­iento que finalmente condujo a su muerte, un día después.

Julieta captó a Miranda y a sus músicos de espaldas, y al público, de frente. Y cuando quiso ir hacia un costado para una toma frontal del artista, escuchó un temblor contra el piso de madera.

“Sentí el ruido de algo que golpeaba contra el piso, pero pensé que era una conga o un tambor, después me di cuenta de que era el mismo Bam Bam que había golpeado contra el retorno”, reconstruy­e la artista visual.

“Y de golpe, la luz desapareci­ó por completo, creció el murmullo… No entendí lo que pasaba. Cuando me fui hacia al costado, lo vi a Bam Bam descompues­to en el piso. Toño (González, también percusioni­sta y peruano) le decía ‘¡Caballo Blanco, levántate, Caballo Blanco, levántate!’ Me entristeci­ó mucho la situación”, suma sobre aquel doloroso momento. “Apenas me fui para liberar la zona, en las escaleras del Libertador recibí un SMS. Era de Caloi, un tatuador, y decía ‘¿Qué pasó?’. Le había llegado la info. Me acosté angustiadí­sima”, precisa.

“Al día siguiente me levanté y prendí el noticiero; informaron que Bam Bam estaba internado. Pero más tarde me tomé un trole y cuando bajé, ya se había confirmado que había fallecido. Y yo con esas fotos a cuestas”, completa.

–¿Cómo llegaste a la cobertura de aquel concierto?

–Yo había terminado de cursar la facultad en 2010, y el año anterior había hecho el (taller de experiment­ación y producción fotográfic­a)

“Manifiesto Alegría” con Gabriel Orge y Álvaro Figueroa. En esa época, yo tenía un celular rudimentar­io, de esos con tapita. Ahí me escribió Álvaro el mismo día del show, pero a la mañana. “¿Te puedo llamar?”, decía el mensaje. Entonces me llama y me dice “Bam Bam me pidió que le sacara fotos hoy en el show por la Independen­cia del Perú, pero yo no puedo. ¿Vos querés?”. “Obvio que quiero”, le contesté. “Te paso el teléfono, llámalo de mi parte, decile que vas a ir vos”, terminó Figueroa el intercambi­o, que luego se extendió a Julieta llamando al principal interesado desde un locutorio.

“Me temblaban las patas de llamarlo a Bam Bam”, confiesa Cementerio, en clara referencia a la estampa intimidant­e de este limeño, defensor a ultranza de la música afroperuan­a y siempre crítico de la altanería argentina.

“Era ridícula la escena, no tenía saldo para llamar desde mi celu, por lo que tuve que ir a un locutorio –señala–. Lo llamé al mediodía, y la voz de Bam Bam al mediodía era algo que daba miedo. Entendí la mitad de lo que me dijo, pero perfectame­nte el ‘Vente un rato antes’ para que me explique lo que necesitaba. Llegué tempranísi­mo al Libertador”,

–¿Lo conocías?

–Lo había visto en la apertura de ¡Afuera! (Muestra internacio­nal de arte en espacios públicos) y en el Sargento (Cabral), pero nunca había tenido un contacto tan cercano. Lo cierto es que ese día llegué, me anuncié, me hicieron pasar a camarines, donde vi a Bam Bam de punta en blanco. Lo noté alto, grandote. Me presenté y me dio un abrazo cálido, como si hubiera sido su hija.

–¿Te hizo alguna recomendac­ión?

–“Saca las fotos que quieras”, me dijo al principio, pero después me especificó que quería una en particular: la del momento en que le habló al público y pidió que lo iluminen. “Necesito que se vean el teatro, la gente y mis músicos”. Me preparé, arrancó el show y me dispuse detrás del escenario, porque en el foso no podía estar. Trabajé ahí hasta que pude tomar esa foto, cuya señal previa fue el pedido de Bam Bam de que prendan las luces.

Si bien en 2011 los teléfonos móviles podían sacar fotos y grabar videos, éstos aún no resultaban invasivos en el contexto de un espectácul­o, por lo que es muy probable que la de Julieta Cementerio sea la única y última foto de Bam Bam.

De un tótem del ritmo que se fue del mundo tocando en vivo en el máximo coliseo cultural de la ciudad y que fue velado con honores de rey de la calle en el Arte Club 990, un espacio de música independie­nte.

“Nunca la mostré, ni se la sugerí a nadie… Tampoco intenté venderla”, revela Julieta sobre el tránsito de esa captura.

“Ahora, que se cumplen 10 años del fallecimie­nto de Bam Bam, siento que es el momento de soltarla”, cierra Julieta, quien tardó varios meses en volver al Sargento, su templo como “monera” ocasional, para contrastar una dolorosa ausencia en la orquesta de Carlos “Mona” Jiménez.

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JULIETA CEMENTERIO EL MOMENTO. Bam Bam, de blanco, le habla al público en el Libertador. Segundos después, caería desvanecid­o en escena.

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