La Voz del Interior

Mucho más que una medalla de bronce

- Gabriela Martín gmartin@lavozdelin­terior.com.ar

El selecciona­do de rugby seven consiguió ayer a la mañana la primera medalla para la delegación argentina en los Juegos Olímpicos de Tokio, en la que fue la primera presea para una selección de mayores de este deporte en una cita de esta magnitud.

Tras la victoria ante Gran Bretaña por 17-12, en el Tokyo Stadium todo fue alegría, emoción y desahogo. Alegría por el logro obtenido; emoción por las condicione­s en que se transitó el camino hacia el tercer puesto del podio, superando los obstáculos que apareciero­n en el camino, como las dos bajas en los últimos dos partidos del torneo por la expulsión del cordobés Gastón Revol y por la lesión ligamentar­ia en la rodilla izquierda de Matías Osadczuk; y desahogo por todo lo atravesado en los últimos (pandémicos) 16 meses.

En la previa, tanto los chicos argentinos como el entrenador Santiago Gómez Cora manifestab­an que para aspirar a una medalla había que ganarles a los “poderosos”. Y lo hicieron. Dos derrotas en seis partidos, ante Fiji y ante Nueva Zelanda, los dos equipos que subieron al podio en el primer y segundo lugar, respectiva­mente, y un objetivo que comenzó a gestarse hace seis años.

Un grupo que trabajó intensamen­te y que logró una comunión tan grande que, como los mismos protagonis­tas afirman, se convirtió en una gran familia. “Con un padre” como Gómez Cora, un hermano mayor como “el Negro” Revol, a quien cariñosame­nte lo llaman “el abuelo”, y con un grupo de chicos que sueñan en grande.

El plan con París 2024 (la próxima edición de los Juegos Olímpicos) como meta tiene una base firme, que se construyó desde la detección de talentos, un programa de desarrollo que la sustenta y un grupo de jugadores que va más allá de los 13 guerreros de Tokio (Franco Sábato viajó como reserva). En todo momento, los jugadores argentinos, en especial los cordobeses, se acordaron de Fernando Luna, otro gran referente del plantel a quien una seria lesión lo dejó fuera de sus segundos Juegos Olímpicos.

Cada festejo traerá a la memoria el esfuerzo realizado; los viajes en auto de los cordobeses a Buenos Aires para entrenarse junto con sus compañeros; los primeros meses de moverse en casa, o el añorado reencuentr­o en una cancha pero sin poder abrazarse o pasarse la pelota. La fiesta no tiene fin y ellos se lo ganaron; en el pospartido y antes de recibir la medalla prometiero­n hacerle honor a lo conseguido con “asadazo” y fernet, y Revol “invitó” a que algún amigo o integrante de su familia lo acompañara a cumplir la promesa de ir caminando hasta la Virgen de Lourdes, en Alta Gracia, para agradecer “que una vez se les dio”.

“Estábamos de colados en este baile, pero ahora somos felices de ser protagonis­tas”, expresó Gómez Cora, quien no se conformó con ser un espectador en la máxima cita del deporte mundial, transformó la adversidad y puso en escena a un equipo resiliente.

“Mirá al frente” y “corré”, escribió en sus botines el cordobés Lautaro Bazán Vélez. “Simplement­e es un poco de automotiva­ción, de correr y de mirar siempre al frente, nunca tener la cabeza baja. Para nunca dejar de correr”, explicó en la cuenta oficial de Los Pumas seven. Y ese mensaje se cristalizó en la cancha y no sólo “Lauti” miró al frente y corrió. Lo hicieron todos, en busca de esa meta que se habían propuesto puertas adentro. Los Pumas 7s son de bronce, pero esa medalla vale oro.

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