La Voz del Interior

El caso Rossi impactó en Córdoba

- Julián Cañas jcanias@lavozdelin­terior.com.ar

La polémica salida de Agustín Rossi del gabinete nacional, por no acatar una orden del presidente Alberto Fernández de declinar su precandida­tura a senador en Santa Fe, complicó de la estrategia de campaña del Frente de Todos cordobés.

Para sacar del medio al ministro de Defensa, el jefe del Estado estableció una regla que afectó al resto de los funcionari­os nacionales que son candidatos: quien se postula a un cargo debe abandonar la gestión.

Esta decisión política afectó al secretario de Obras Públicas de la Nación, Martín Gill, primer candidato a diputado nacional por el Frente de Todos.

Precisamen­te, el dirigente villamarie­nse fue impulsado para encabezar la lista frentista por su relación de gestión con los intendente­s cordobeses en los últimos 19 meses.

La estrategia del espacio peronista que responde a la Casa Rosada fue poner a un cabeza de lista que pudiera competir con el aceitado aparato del PJ provincial que conduce el gobernador Juan Schiaretti, con mucha llegada a los intendente­s.

En su última visita a Córdoba –junto con el presidente de la Nación, el pasado 25 de junio–, el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, aseguró que el Gobierno federal está ejecutando “más de 300 obras” en distintos municipios cordobeses.

La mayoría de esos proyectos pertenece al programa Argentina Hace, que administra la secretaría que, al menos hasta ayer, conducía Gill.

La candidatur­a del villamarie­nse se gestó en Córdoba, pero recibió la aprobación y el respaldo del Presidente y de la vicepresid­enta Cristina Fernández.

Es más, cuando Gill puso algún reparo a su postulació­n, con el argumento de que tiene licencia como intendente de Villa María, en la Casa Rosada le dieron un ultimátum: los funcionari­os deben “poner el cuerpo” al proyecto político nacional.

Cinco días después de la oficializa­ción de su precandida­tura, el caso Rossi pateó el tablero oficialist­a: los funcionari­os nacionales que son candidatos deben dejar sus cargos.

Hasta el miércoles pasado, esto no era así. De hecho, Gill había acordado pedir licencia recién desde el 18 de agosto, fecha a partir de la cual los funcionari­os tienen vedado hacer actos de gestión, para no interferir en la campaña.

Por aquellas raras parábolas de la política, Gill fue impulsado como candidato por el cargo que ocupaba, pero ahora debe dejar la gestión por integrar la lista del Frente de Todos.

Ningún albertista o cristinist­a lo admitirá en público, pero, para salir de la encrucijad­a que le planteó el ahora exministro Rossi de sostener su precandida­tura a senador en Santa Fe, el Presidente aplicó un regla que impactó en el plan del oficialism­o nacional en varios distritos, entre ellos Córdoba.

Nadie puede medir con precisión el impacto que tiene en el electorado de cada localidad o ciudad el apoyo del intendente, pero todos los partidos se esmeran en buscar el respaldo de los jefes comunales.

El aparato

El PJ provincial que conduce Schiaretti sustenta su potencia electoral en el apoyo de más de 250 intendente­s oficialist­as (no todos son peronistas: hay vecinalist­as y de otros partidos) en cada campaña.

Antes Unión por Córdoba, y ahora Hacemos por Córdoba, las alianzas electorale­s en las cuales el PJ local es la columna vertebral se convirtier­on en una máquina de ganar elecciones ejecutivas provincial­es y locales.

No así en los comicios legislativ­os nacionales, en los cuales no les fue bien a las listas que armó Schiaretti. Pero esta es una campaña especial para el gobernador. Así lo hacen saber sus funcionari­os más cercanos.

Schiaretti afronta un desafío electoral que le planteó un sector histórico del PJ provincial, encabezado por el senador Carlos Caserio, que se sumó al Frente de Todos que responde a la Casa Rosada.

Por eso el gobernador, que transita la mitad de su tercer mandato no consecutiv­o, es el protagonis­ta central de la campaña del oficialism­o provincial. No deja ningún detalle al azar para tratar de sumar más votos que el otro frente peronista.

“Ustedes (los periodista­s) decían que era imposible que renovemos las tres bancas de diputados que ponemos en juego. Ahora ya no lo afirman con tanta seguridad”, analizó optimista, y con una cuota de revanchism­o, un schiaretti­sta paladar negro.

Schiaretti puso en funcionami­ento el aparato del peronismo cordobés, mientras, de reojo, mira las derivacion­es del caso Rossi, que ya impactaron en el Frente de Todos cordobés.

Gill es candidato por ser secretario de Obras Públicas. Ahora debe dejar el cargo por integrar la lista del Frente de Todos.

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