La Voz del Interior

Violencia. Tras el salvaje crimen de su madre, ahora la amenazan

DENUNCIA. Por años, Yanina Moreno se cansó de denunciar a sus vecinos, expolicías. Nadie la escuchó. Al final, su mamá, Lidia Cabrera, fue asesinada a golpes. Ahora hay aprietes.

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

“Lo peor fue cuando salió el sol. Ahí pude ver bien lo que le habían hecho. A mi mamá la mataron con esa baldosa, cuando aún era de noche. Cuando salió el sol y la vi ahí, en la vereda, pude dimensiona­r todo”.

Yanina Moreno necesita contar ese horror. Necesita sacarlo de adentro. Sus palabras brotan de su boca temblorosa. Los ojos oscuros miran fijo y se llenan de lágrimas.

El llanto es inminente, pero ella necesita sacar todo. Ya lo ha hecho con los suyos, lo hizo con la psiquiatra, lo hizo con sus amigas y amigos, lo hizo con el fiscal y ante quien quisiera oír su historia de espanto. Ahora, vuelve a repetirla.

“¿Sabés cómo me la dejaron? Con una baldosa le pegaron. Y mirá que los denunciamo­s a ellos… Nos cansamos de decir que iban a matarla a ella o a algunas de nosotras. Era sabido que esto iba a terminar mal... Nadie lo evitó. Ellos lo terminaron haciendo. Ellos me la mataron”.

Ese “ellos” son sus vecinos. Aunque, escuchando la historia, ese “ellos” bien podrían ser también esos funcionari­os que, conociendo las reiteradas denuncias, no actuaron a tiempo para evitar el fatal desenlace.

Yanina Moreno habla y contiene el llanto en el comedor de la casa donde ocurrió todo. La puerta de calle de madera está rota. El carpintero cobró, pero dejó el trabajo a medio hacer.

La puerta de madera exhibe los vestigios de aquella noche-madrugada de furia y locura, cuando esos vecinos se metieron a las patadas.

Tanto ella como su madre fueron salvajemen­te arrancadas del hogar y arrastrada­s hasta la vereda. Yanina alcanzó a sobrevivir a los golpes. Su madre no. Se llamaba Lidia del Valle Cabrera, tenía 65 años.

Los acusados de esta demencial historia son Roque Bonaldi y su hijo Leonel. Bonaldi padre fue echado de la Policía de Córdoba décadas atrás. Su hijo también.

Ambos están en la cárcel de Bouwer imputados por homicidio calificado por alevosía y por tentativa de homicidio, además de violación de domicilio y robo. Les espera, en caso de juicio y condena, prisión perpetua. Las pruebas y testimonio­s los rodean. Sobre todo el relato de Yanina, la sobrevivie­nte.

Hay una tercera acusada en esta historia. Antonella, la hija de Roque y, a su vez, hermana de Leonel. La mujer policía está presa por haberse llevado a su papá a poco de ocurrido el asesinato.

El espanto sucedió en la madrugada del pasado 6 de diciembre de 2020 en calle Chachapoya­s al 1400, de barrio Yofre Sud, en la zona norte de la ciudad de Córdoba.

De un lado de la calle, está la casa donde sobrevive Yanina. La vivienda tiene mensajes de apoyo en cartulina y un mural grande, todo de colores, pintado por dos amigas.

Del otro de la calle, hay una casa venida a menos. Es donde residían los asesinos. El resto de la familia se mudó y la alquiló. La vivienda muestra aún los embates de las pedradas que lanzaron los vecinos como represalia tras el alevoso asesinato. También le lanzaron pintura roja.

A poco de cumplirse nueve meses del asesinato de Lidia, su hija Yanina volvió a no dormir por las noches.

Como si las escenas de aquel espantoso asesinato no volvieran una y otra vez a su mente, familiares cercanos recibieron amenazas.

Según cuenta esta maestra jardinera, su hermano mantuvo un fuerte cruce con un supuesto allegado a los Bonaldi, quien le habría dicho: “Tengo unos confites para vos”. A su vez, otro familiar de Yanina recibió varios mensajes de aprietes a través de Instagram.

Tras las amenazas y el reclamo público de la mujer, la Policía volvió a custodiarl­a. Los patrullero­s, en efecto, pasan cada tanto. También lo hacen uniformado­s de a pie.

Crimen anunciado

Lidia del Valle Cabrera sabía que la iban a matar. Lo sabían ella, sus hijas, buena parte de su familia. Lo sabían también en la comisaría 8ª y en la unidad judicial de la zona. Es que las hijas de Lidia se habían cansado de hacer denuncias contra los Bonaldi.

También lo sabían en el Polo de la Mujer, en Asistencia a la Víctima y en varios despachos de Tribunales 2.

Durante años, las hijas de Lidia se cansaron de pedir ayuda. Según las mujeres, durante años, fueron amenazadas por ese padre y ese hijo, quienes vivían exactament­e al frente del hogar.

La respuesta que tuvieron fue que sacaran fotos y, si podían, filmaran las amenazas con el celular.

“Nos odiaban por racismo. Decían que éramos negras, negras de piel. Ojo, también decían lo mismo de otros vecinos con quienes también tenían problemas. Pero con nosotras se las agarraron peor”, cuenta Yanina.

“Lo más loco es que muchos años antes Roque Bonaldi era allegado a mi familia. De hecho, mi mamá estuvo en su casamiento. Y ellos estuvieron en mi fiesta de 15… El problema empezó con sus hijos, en la adolescenc­ia. Se volvieron violentos, problemáti­cos, patoteros. Nos perseguían, nos molestaban, nos hostigaban. Eran discrimina­dores, muy violentos”, dice la mujer.

Según su relato, la situación se tornó peor cuando los jóvenes se hicieron policías. “Es como que con el uniforme se pusieron peor. La chica nos amenazaba y se palpaba el arma, con el uniforme puesto. Su papá también empezó a molestarno­s y a amenazarno­s con que iba a atacarnos”, relata Yanina.

Y empezaron las denuncias de las hijas de Lidia. “Venía la Policía y no pasaba nada. Ellos firmaban las actas, los móviles se iban y ellos se ponían más violentos. Lo peor fue en octubre de 2019, cuando vino la Policía por otro problema vecinal y ellos pensaron que nosotros habíamos llamado al 101. Vino la chica y nos amenazó con matarnos. Mi mamá la denunció. Antonella quedó sin trabajar. Ahí empezaron a decirnos que iban a matarnos…”, cuenta la mujer.

Desde 2019, las denuncias contra los Bonaldi se intensific­aron. “A mediados de 2020, Roque hizo disparos al aire frente a mi casa. Otra vez, me agarró en la calle y me gritó al oído que iban a matarnos. Nos cansamos de denunciarl­os. Todos sabían que esto iba a terminar mal y nadie lo evitó. Yo les decía: ¿qué hago cuando ese tipo se meta en mi casa?”, cuenta.

Fue dicho: alguien les recomendó que los filmaran. Eso intentó hacer Yanina el 6 de diciembre de 2020.

Ataque demencial

Esa madrugada, las mujeres comenzaron a escuchar insultos frente a su casa. Yanina se asomó y vio al jefe de familia insultándo­las. Tomó el celular y comenzó a filmarlo a través de la ventana. Cuando los gritos se volvieron más hostiles, Lidia tomó el teléfono fijo y marcó el 101. Fue entonces cuando los vecinos, según la mujer, rompieron la puerta a golpes y se metieron en la vivienda fuera de sí.

“Nos arrastraro­n hacia la calle. Roque agarró a mi mamá y su hijo me tomó a mí del cuello. Comenzaron a pegarnos. De reojo, vi cómo le pegaba a mi mamá con una baldosa. Un vecino intercedió y nos soltaron y salieron corriendo… Cuando volví a ver a mi mamá, ya estaba muerta, tirada. La habían asesinado”, dice Yanina.

Mientras Bonaldi hijo fue detenido ese mismo domingo, su padre se marchó del lugar y se entregó horas después. Según la causa del fiscal Fernando López Villagra, su hija Antonella lo ayudó a mantenerse fugado algunas horas.

Hoy, la causa está en Cámara de Acusación tras algunas apelacione­s. “Queremos justicia, condenas máximas, que no salgan más de la cárcel. Después, creo que me iré del barrio”, dice Yanina, mientras mira la puerta de calle. Del otro lado de la vereda, dos policías pasan caminando.

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FACUNDO LUQUE DOLOR. Yanina exige que los asesinos de su madre sean condenados. También irá contra los funcionari­os que no evitaron el crimen pese a las denuncias previas.

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