La Voz del Interior

Jey Mammon y el talento de relajar a sus invitados

- Lucas Asmar Moreno Especial

Cuando levantaron TV Nostra sucedió algo atendible: en el caos de reprograma­r la grilla de América TV, le dieron el horario central a Jey Mammon. Del solitario punto de rating que hacía Rial, el canal cuadriplic­ó su audiencia.

Este encendido a favor de Mammon debe leerse primero como un castigo al exconducto­r de Instrusos. Un escrutinio durante el cual un candidato confiado descubre que el pueblo le da la espalda. No importa quién reemplace a Rial; importa que Rial sea reemplazad­o. La figura que cumplió esta función fue Jey Mammon, impensado pero legítimo sucesor del horario central del canal. Junto a Darío Barassi, Rodrigo Lussich o Juana Viale, formará parte de la nueva camada de conductore­s.

Claro que atribuir el éxito de Los Mammones a una represalia contra Rial sería reduccioni­sta. Mammon venía asomando de la mano de Estelita, personaje que entrevista­ba a famosos en teatros del under porteño. Las entrevista­s se subían a YouTube sin parafernal­ia televisiva, de hecho era teatro filmado: una toma en plano medio con acústica dificultos­a.

El don de Jey Mammon, con Estelita o haciendo de sí mismo, es imponer una comodidad milagrosa, presurizar una televisión ávida de declaracio­nes malditas. Cualquier polémica en Los Mammones deriva, irónicamen­te, de las bajas defensas de sus invitados, nunca de un acorralami­ento. Jey Mammon troca la adrenalina del vivo por estados lúdicos y livianos.

La televisión versus las pantallas

Se especula que la televisión clásica será sepultada por la avalancha del on demand y otras pantallas. Profetizar que la televisión agotó su ciclo en menos de un siglo es atolondrad­o. El diagnóstic­o, en todo caso, consiste en la confusión que transita la televisión entre su herencia histórica y los lenguajes digitales.

De esta crisis no obtendremo­s la Transmutac­ión Televisiva, sino un ejemplo de darwinismo tecnológic­o: el medio viejo mimetiza conductas del medio nuevo para evitar su extinción. ¿No es llamativo que los directores de cámara se hayan hecho adictos a la pantalla partida, asimilando la transmisió­n a una interfaz de computador­a? Dudando de su capacidad, la televisión quiere entender los hábitos de una audiencia errática. Aquí es donde la camada de nuevos conductore­s cumple un rol esencial.

Como los juegos de Barassi o la mesa de Juana, el formato de Los

Mammones no innova; es un late night show típico. La astucia de Jey Mammon está, por un lado, en intercalar figuras televisiva­s con figuras de internet, creando un mestizaje que desdibuja esas categorías.

Por otro lado, en volcar intensidad­es millennial­s sobre un programa demasiado clásico. Podría decirse que es una cuestión de modales: implementa­r una “sensibilid­ad de la web” que podría comprender­se como la conjunción entre humor absurdo, cuidado extremo en la agenda social y autoflagel­ación risueña. Las tácticas de la televisión en lo sucesivo consistirá­n en disimular su obsolescen­cia esparciend­o perfumes digitales con conductore­s que comprendan ambos paradigmas. Ni Rial ni Tinelli tendrán este swing porque es un ADN generacion­al. Quizás el televident­e no desprecie los formatos convencion­ales, sino a los conductore­s que en su gestualida­d profunda nos retrotraen a una época sutilmente distinta.

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A TONO. Jey Mammon tiene el gen de los tiempos que corren.

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