Sputnik V, tan argentina como rusa
Lucas Viano
Sputnik V fue un éxito de la ciencia rusa. A pesar de su complicada aprobación, anticipada por el presidente Vladimir Putin en agosto de 2020, el desarrollo del Centro Gamaleya demostró una gran eficacia y seguridad. No fue casual: esta institución tiene una larga historia en la investigación sobre vacunas y Rusia fue pionera en la vacunación.
A su vez, la estrategia de utilizar dos componentes distintos fue inteligente, porque de entrada plantearon una vacunación heteróloga, como la que ahora se quiere probar con otras fórmulas.
Cada dosis es un vector viral diferente. Esto evita que el sistema inmunológico se sensibilice con la primera inyección y provoque una respuesta inmunológica más baja con la segunda dosis.
Es lo que le ocurrió a AstraZeneca, también con plataforma de vector viral. La mejor salida para esta fórmula fue espaciar más las dosis para que el organismo “se olvide” del vector viral inyectado la primera vez.
Buenas y malas
Rusia jugó fuerte para posicionar a Sputnik V como una herramienta de
soft power, para extender su importancia geopolítica en el mundo. Con o sin intenciones, pero seguramente guiado por la desesperación de conseguir vacunas con urgencia, el Gobierno nacional se dejó seducir por la Sputnik V.
En cierto sentido, la decisión fue exitosa para el país, porque accedió a una vacuna muy efectiva. Sólo basta mirar lo que ocurrió en Chile y en Uruguay, donde la mayoría se vacunó con Sinovac, una fórmula mucho menos efectiva. En la nación rioplatense, utilizarán Pfizer como tercera dosis.
El problema surgió con la segunda dosis, cuya fabricación es más compleja y estuvo llena de contratiempos. Eso provocó escasez de este componente en el país y quejas entre las personas que desde hace tiempo esperan esa segunda inyección.
Quedará la polémica de si fue acertado apostar por Sputnik V y no apurar las negociaciones con otros fabricantes. Sin embargo, la primera apuesta del país fue AstraZeneca, cuyo principio activo se fabricó en tiempo y forma en Argentina, pero el despacho final sufrió demoras en México.
Triunfo ruso
Lo que está claro es que Rusia salió ganando de la “sociedad” que forjó con Argentina. Por varios motivos:
Vacunados y vacunadas. Argentina ya vacunó a más de nueve millones de personas con la primera dosis de Sputnik V y a cerca de 2,5 millones con el segundo componente. Ante el mundo, nuestra campaña de vacunación es la mejor prueba independien
te de que la vacuna rusa es segura y efectiva.
Ciencia. Argentina tiene una capacidad científica muy importante y respetada a nivel global, que se puso al servicio de la vacuna rusa. Estudiaron su efectividad real, la extensión del intervalo entre dosis, su protección frente a otras variantes y, ahora, la combinación con otras fórmulas.
Transparencia. Con estos estudios, los científicos y las científicas argentinas le dieron varios sellos de calidad a la vacuna. Pero también aportaron transparencia en la comunicación de los resultados, algo en que los investigadores rusos se mostraron muy reticentes.
Producción. Finalmente, el laboratorio Richmond apostó por la producción de la vacuna rusa en el país. Los primeros lotes nacionales de ambos componentes se elaboran con la materia prima importada desde Rusia.
Pero, en unos meses, es probable que la “vacuna rusa” que apliquemos en el país, en realidad, sea made in Argentina. Aunque mucho de lo que sabemos de ella es gracias a la ciencia local y a los ciudadanos que pusimos el brazo.
Demostró ser una vacuna segura y exitosa, pero las demoras por la segunda dosis generaron dudas. Rusia ganó al asociarse con el país.