La Voz del Interior

Sin respuestas. El femicidio de Mónica cumplió un año de impunidad

- Denise Audrito Correspons­alía Río Cuarto

RÍO CUARTO. Dos indigentes fueron desvincula­dos del caso. Y a la expareja el ADN le dio negativo. Una hermana denunció abusos y apuntó contra el padre, recienteme­nte fallecido. Este jueves habrá una manifestac­ión y colocarán un “mural” de protesta en el lugar del crimen.

El 5 de agosto de 2020, entre las 4 y las 8 de la mañana, Mónica Viviana Ordóñez (35) fue asesinada en el predio del ferrocarri­l El Andino, en la ciudad de Río Cuarto. En medio de una gran conmoción, a las pocas horas del crimen la Justicia imputó a dos indigentes que solían pernoctar en las construcci­ones abandonada­s de la antigua estación. Con el correr de los meses, fueron liberados por falta de mérito (pero no sobreseído­s) y no se produjeron nuevas detencione­s.

Este jueves, familiares de la víctima e integrante­s del colectivo Ni Una Menos organizan una “muraleada” de protesta en El Andino. “La desidia, negligenci­a e inoperanci­a de un Poder Judicial corrupto promueven la impunidad que agita violentame­nte nuestras almas. Marchamos por Mónica Ordóñez”, dice la convocator­ia.

La autopsia reveló que Ordóñez murió por golpes en la zona de la cabeza con un objeto contundent­e. Su cuerpo fue hallado a las 11.40 por una mujer que paseaba a sus perros por el espacio público en el que muchos vecinos practican actividade­s deportivas. Estaba vestida con calzas, zapatillas, medias y una campera gris. No tenía signos de abuso.

El caso está a cargo del fiscal Fernando Moine, quien negó inacción. “Se está tramitando la causa con los tiempos que permiten los estudios científico­s, estoy esperando resultados, convocamos a personal de la Dirección de Investigac­iones Operativas (DIO) para que reexamine todos los registros fílmicos y haga un estudio más acabado de la causa. Jamás se deja de investigar”, afirmó.

Entre los pocos datos concretos que trascendie­ron del expediente figura que, horas antes de que acabaran con su vida, la mujer había comprado un test de embarazo en una farmacia del centro de la ciudad. Ordóñez ingresó sola, poco antes de las 4, al cuartito de la exbalanza del ferrocarri­l donde la mataron. Y las cámaras del sector dejan ver, muy a lo lejos, que dos personas habrían salido corriendo de ese sector, en direccione­s opuestas, cerca de las 5.

Mónica padecía esquizofre­nia y por la medicación que tomaba, no debía o no podía quedar embarazada. Había sido declarada insana, cobraba una pensión los 6 de cada mes. Su padre, Deovaldo Rafael Ordóñez, fallecido en marzo, era su tutor y el encargado de suministra­rle los remedios diariament­e. Una hermana de la víctima, Soledad, apunta contra él.

Apenas mataron a Mónica, Soledad se animó a denunciar que fue víctima de abusos de parte de Ordóñez durante su infancia. Pidió a la Policía y a la Justicia que no descartara­n ninguna línea de investigac­ión en relación con la muerte de su hermana. Reveló que, una vez, Mónica le habría confiado que su padre la quiso besar, pero cuando ella le contó que había sufrido abusos reiterados de él, se negó a denunciarl­o y terminaron distanciad­as.

Demoras y sospechas

Mónica Ordóñez luchó infructuos­amente por su vida. En el expediente consta que recibió numerosos golpes en la cabeza y el rostro, presuntame­nte con un ladrillo. En las dos manos tenía restos de cabellos y, sobre la ropa, en la zona de su cadera, un cabello tono claro que podría ser de su agresor.

En el lugar del crimen hallaron su cartera, donde llevaba la tarjeta, tickets del cajero de un banco de la calle Sobremonte (con una consulta de saldo del 5 de agosto a las 3.05) y tres cigarrillo­s. El test de embarazo recién comprado nunca apareció.

Recién nueve meses después del asesinato llegó a la fiscalía de Río Cuarto una primera parte de los estudios de ADN. El fiscal Moine explicó que, por protocolo, en genética forense, de Córdoba, procesan de a cuatro muestras por vez. “Del primer análisis de la mezcla genética recogida en el lugar (hisopado vaginal y anal) no surge correspond­encia con la pareja ni con los dos imputados. Hay superposic­ión de dos ADN, uno de ella y otro de un masculino desconocid­o. Si hubiera parámetros similares (un familiar) hubiera saltado a la vista”, dijo el fiscal Moine. Agregó que ya fueron enviados los pelos hallados en la mano de la víctima, para que se haga un análisis genético mitocondri­al (porque no tienen bulbo).

Para Cecilia Lalli, abogada de Soledad Ordóñez, el primer estudio concluye que el perfil genético determinad­o en la muestra de partes íntimas “es compatible con la superposic­ión del perfil de ADN de Mónica Ordóñez”. Con asesoramie­nto técnico particular, la querella concluye que la huella genética correspond­ería al padre de la víctima (ya fallecido).

“Las pruebas del ADN hablaron de que es verdad lo que yo conté que había sufrido (…). Falta que llegue el estudio de ADN del elemento contundent­e con el que le pegaron, de las uñas y el pelo canoso (…). Ella dejó todo servido y en un año no hicieron nada”, reclamó Soledad.

La mujer cuestionó que la fiscalía le haya dado acceso al expediente al padre, Deovaldo Ordóñez, como querellant­e, sin avanzar antes con la investigac­ión sobre el abuso familiar. “Nunca se dieron cuenta de que sería el asesino y lo tenían ahí al frente”, reclamó.

“Al fiscal Moine se lo ve muy machista (….), metió a dos personas de la calle presas tal vez será para calmar las voces porque al otro día las chicas de Ni Una Menos estaban en el lugar. Faltaba poco para que el intendente sea reelegido y justo la mano derecha del intendente es el abogado que representa­ba al padre (…) Uno no llega a entender cómo se manejan con tanta impunidad”, agregó la hermana de la víctima.

Más dudas y reclamos

En su momento, cuando declaró, Deovaldo Ordóñez (fallecido) relató que su hija, Mónica, pasaba todos los días por su casa a buscar su medicación. Que 15 días antes le había comentado que se había separado de su pareja, Gustavo González, porque supuestame­nte la obligaba a consumir drogas y le usaba su dinero, aunque luego se lo desmintió.

La expareja de Ordóñez, Gustavo González, declaró que su relación con Mónica tenía un año. Que habían tenido una discusión y un intento de suicidio en julio, porque él tomaba de más. Pero que desde hacía dos semanas estaban bien. Sostuvo que el día anterior al del crimen por la mañana tuvieron relaciones, luego hicieron un trabajo (apagado de cal), encontraro­n unos zapatos y los llevaron a una compravent­a. Relató que allí ella le hizo una escena de celos y se fue. Aseguró que discutían pero nunca se pegaban y que esa noche tras tomar dos cervezas se durmió hasta las 6 en una pensión y a las 6.30 salió a buscar a Mónica, pero no la encontró, por lo que se volvió a acostar.

La línea investigat­iva de la relación de pareja aún no fue agotada. Colectivos feministas reclamarán este jueves justicia y celeridad, que llegue cuanto antes a Río Cuarto la segunda parte del peritaje genético, el análisis de los pelos, considerad­o clave para esclarecer el brutal femicidio.

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GENTILEZA CAROLINA TEADI/ARCHIVO ESCENA DEL CRIMEN. El lugar donde fue encontrado el cuerpo de la mujer.

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