La Voz del Interior

Sushi y fusión en la Tejeda

Sushiworld propone platos con influencia peruano-japonesa y con creativida­d, pero también con algunos recursos que pueden mejorar.

- Nicolás Marchetti nmarchetti@lavozdelin­terior.com.ar

La historia del sushi en Córdoba es un poco triste. Del impulso inicial a esta parte, nunca pudo consolidar variedad de pescados en las cartas y mucho menos podrá hacerlo ahora, teniendo en cuenta que los precios en dólares se fueron por las nubes.

Tal vez el problema haya estado en que nunca pudo sumar pescados de la costa argentina. Esto se debió en parte a que el público no quiso salirse del salmón rosado (importado de Chile) y a que los restaurant­es no insistiero­n con pruebas utilizando la biodiversi­dad regional.

A fin de cuentas, casi todos los especialis­tas (restaurant­es o deliveries) hacen más o menos lo mismo y el salmón rosado es el patrón del sabor. Por supuesto que se puede tener una buena experienci­a, pero siempre queda esa sensación de que estamos muy lejos de la mejor versión del pescado fresco.

En la tejeda

En el Cerro de las Rosas, el local de Sushiworld en calle Tejeda es uno de los más imponentes, sobre todo por el diseño de interiores. Luce un arreglo de lámparas orientales que llama la atención, incluso desde afuera.

En esta visita, la primera sorpresa fue encontrar la puerta de ingreso (un panel de vidrio) cerrada con llave. Cuando alguien por fin nos ve, explica que se debe a razones de seguridad. Acto seguido, nos acomodamos en un salón espacioso, lleno de comensales que buscan el reparo gourmet.

Nos sentamos y percibimos otra sorpresa (en realidad lo hicimos cuando entramos): el sistema de extracción de grasas no funciona tan bien como un lugar elegante como este lo amerita.

Luego sí, leemos la carta por QR y, como tercera sorpresa consecutiv­a, empezamos a notar ausencias notorias en la carta: no hay tiraditos y no hay salmón entre los principale­s, materia prima omnipresen­te, pero que esta vez quedó solo para abastecer la demanda del sushi.

Con una gran sonrisa, nos adaptamos y, como siempre, vamos en busca de lo mejor.

¡”Booms”!

Como entrada, pedimos booms ($ 440): bolas de queso crema envuelto en láminas de salmón, cubierto en masa tempura con salsa teriyaki. No era un rebozado liviano y crujiente, pero sí esponjoso, sabroso, y con una leve capa crocante. Cada uno amerita dos o tres bocados. Digamos que es una entrada suculenta y bien acompañada con la salsa teriyaki.

Seguimos con una tabla de sushi, un combo de 15 piezas ($ 1.340), con tres unidades de cinco variedades: pasion roll, crispy roll, honey, green world, quinoa roll. Como adelantamo­s, todos tienen como protagonis­ta al salmón rosado, en distintas combinacio­nes.

Tenemos palta, palmito, batata crocante, tamago, salsas especiadas, y hasta panceta carameliza­da. Esto muestra variedad en las combinacio­nes y creativida­d a la hora de buscar nuevas sensacione­s, teniendo en cuenta la monotonía del producto principal.

Por último, probamos un plato que no estaba en carta, pero que el mozo supo ofrecer ante la falta de alternativ­as en los platos fuertes. Fue un saltado de lomo ($ 740), un clásico peruano reversiona­do con estilo.

Saltado de lomo

Sobre un plato de cerámica redondo y oscuro, se sirve una base de arroz yamaní con toppings de un salteado colorido compuesto por cubos de lomo de vaca bien dorados, cebolla morada, chips de papa y tomates, con salsa de soja. Es un plato muy bueno, pero llegó casi sin temperatur­a.

Probableme­nte por la gran demanda que tenía en salón en ese momento, quedó postergado esperando al runner, que nunca llegó a tiempo.

Bebidas y postre

Para acompañar esta cena, optamos por Chandon Aperitif 187 ($ 290). Es uno de los últimos lanzamient­os de la tradiciona­l bodega mendocina, pionera en vinos espumosos en el país.

Este es un espumoso bitter, infusionad­o con naranjas amargas y otros ingredient­es, y que se bebe con hielo y en un copón.

Estos dos últimos detalles no fueron tenidos en cuenta a la hora de su servicio. En el baño, sí, todo se mostró limpio, ordenado y moderno. Cuando regresamos, ya estaba el postre sobre la mesa, que era el único paso dulce disponible durante este servicio de lunes por la noche.

El postre

El Suspiro Limeño ($ 370) es otro clásico de la cocina peruana, solo que aquí no logró su mejor versión. Además de agregarle trozos de cucurucho a la crema, lo cual dispersa notablemen­te el intenso sabor que lo hizo famoso, llegó servido en un frasco muy pintoresco pero diminuto e incómodo a la hora de levantar con la cuchara las capas de merengue y la de “manjar de yemas” a la vez.

En fin, Sushiworld es un lindo lugar para vivir la experienci­a del sushi en el Cerro de las Rosas, con precios bastante acomodados, pero con algunos faltantes que no logran generar una experienci­a elevada.

Cumple, pero queda la sensación de que, con poco, puede dar para (mucho) más glamour y placer.

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SUSHIWORLD SUSHI. La tabla tiene variedad de piezas e ingredient­es.

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