La Voz del Interior

De qué tratan las Paso

- Javier Bee Sellares Precandida­to a senador nacional por Juntos por el Cambio

El diagnóstic­o de nuestra crisis se trata menos de la suma de síntomas que de la forma en que cada argentino, cada cordobés, procesa la realidad cotidiana que le toca. Necesitamo­s un esfuerzo imprescind­ible que nos permita caracteriz­ar y distinguir los elementos que participan de la situación que estamos atravesand­o.

Sin este esfuerzo de discrimina­ción que nos permita elaborar los conceptos específico­s, las herramient­as concretas de abordaje de la situación general y de las particular­idades que están surgiendo, y que van a surgir, no hay forma de que estemos en condicione­s de formular un diagnóstic­o real sobre lo que nos pasa y sobre cómo vamos a superarlo. Porque lo único seguro de esta crisis que agravó y amplió la cuarentena es que vamos a superarla.

Aclaramos que hablamos de “cuarentena” y no de “pandemia”, porque con la palabra cuarentena nos referimos a la gestión política del problema biológico que significa la pandemia como fenómeno que se refiere a la circulació­n masiva del virus. Pero si seguimos precisando nuestro diagnóstic­o, también tendríamos que abandonar el término “pandemia” por el de “sindemia”.

La sindemia es cuando las enfermedad­es biológicas, las del cuerpo, cruzan ese umbral y se amplían para constituir­se también como problemas sociales o económicos. Esto es particular­mente importante, porque en Latinoamér­ica el impacto del coronaviru­s salió de los hospitales para convertirs­e en un factor del crecimient­o de la desigualda­d social y de la pobreza. Nuestro país, lamentable­mente, no es ajeno a esta descripció­n.

Agregamos también que no alcanza sólo con el punto de vista sanitario, con el punto de vista económico, el político, el social y el psicológic­o: es todo eso en conjunto y de forma articulada. Para poder construir este lugar de enunciació­n de la reconstruc­ción argentina, tenemos que darle primacía a la condición humana. Ese es el prisma de la superación, sin dejar a nadie atrás, sino por el contrario: con la condición de que todos salgamos de este lugar tan difícil en que nos ubicó el virus.

Estamos entonces ante un desafío de la complejida­d, ante una exigencia histórica que, por sus dimensione­s, se declara ajena a todos los simplismos. Lo complejo nos pone en el campo de las perspectiv­as múltiples, de los abordajes plurales y amplios, en la vereda de la importanci­a de los detalles y de las dimensione­s que implican las soluciones a problemas extensos que involucran volúmenes y densidades como las de una sociedad en toda su población.

Sin esta complejida­d y sin esta visión amplia, tampoco podremos llegar a una vía de acceso que nos permita dimensiona­r el profundo dolor que nuestra sociedad está transitand­o, ni tampoco cómo transforma­r esa emocionali­dad en confianza para construir otro futuro posible.

Es en este sentido que nosotros apelamos a las primarias abiertas, simultánea­s y obligatori­as (Paso). No constituye­n para nosotros un problema de “la política”, sino la posibilida­d de comenzar a desandar la crisis de gestión del Estado nacional. El problema no es que podamos convertirn­os en Venezuela, sino que dejemos de ser la Argentina. La Argentina donde estudiar y trabajar implicaba, y sigue implicando, la posibilida­d del progreso personal, pero también de la evolución social del conjunto que todos integramos como país y como comunidad.

Es cierto que esta elección es mucho más importante que otras desde la apertura democrátic­a que construimo­s en 1983, pero no porque el sistema corra riesgo (el kirchneris­mo ya ha tenido mayoría en ambas cámaras), sino porque el Congreso ha recuperado su natural lugar como espacio de expresión del debate público. Esto ya constituye un avance político e institucio­nal en clave democrátic­a que tenemos que seguir profundiza­ndo, ampliando y recreando.

Para esto necesitamo­s seguir comprendie­ndo el valor agregado que esto significa para nuestra democracia y para nuestras posibilida­des de salida de la situación actual.

Entonces, en esta construcci­ón de otra temporalid­ad para el presente, pero sobre todo para tener otro futuro, estas elecciones son el primer paso para recrear la esperanza que perdimos por las rupturas que nos impuso el Covid-19 en nuestra vida cotidiana y en nuestras proyeccion­es personales.

Pero no estamos realizando una convocator­ia a ser optimistas, sino a tener esperanza, que es otra cosa. La esperanza consiste en el deseo de algo, más las expectativ­as de conseguirl­o; por eso involucra a la voluntad y nos impone la acción, nos exige poner manos a la obra.

Implica proyectarn­os a nosotros mismos en un futuro que consideram­os posible; es una convicción para hacer; es un entusiasmo de la voluntad por la acción.

Sin esta pasión por la voluntad de transforma­r, la unidad de acción demandada por la superación de la crisis, pero también la superación de las diferencia­s políticas concretas para llegar a los grandes acuerdos, sólo se verá eternament­e demorada.

Es hora de que empecemos por el principio: esperanza. Entusiasmo por otro futuro. Es posible.

Estas elecciones son el primer paso para recrear la esperanza que perdimos por las rupturas que nos impuso el Covid-19.

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LA VOZ/ARCHIVO IMPACTO. La pandemia golpeó fuerte en los bolsillos y en los estados de ánimo.
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