La Voz del Interior

Mejor perspectiv­a para las causas

- Francisco Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Puede decirse que la Justicia provincial ha evoluciona­do de tal forma que el abordaje de las causas de violencia de género tiene una mejor recepción y un tratamient­o más adecuado. El mero repaso de causas de comienzos del siglo 21 sirve para apreciar diferencia­s palpables en cuanto a cómo fueron resueltas.

Además de los cambios en la legislació­n de fondo, muy importante ha sido para este nuevo paradigma la capacitaci­ón de los agentes judiciales para que se adapten a la nueva mirada para estos casos.

Hoy en la Justicia, por principio, les creen a las víctimas que se acercan a denunciar y, salvo algunos malos ejemplos, el tratamient­o que reciben esas mujeres es muy superador en relación con años atrás.

Esta semana se conocieron los fundamento­s de la reciente condena al golfista Ángel “Pato” Cabrera por agresiones a una de sus exparejas, Cecilia Torres Mana, acciones por las que está cumpliendo dos años de prisión efectiva.

Esta causa puede ser paradigmát­ica por numerosos elementos que se dieron en la instrucció­n, en el juicio y en la condena. Más allá de lo atípico que resultó el período que Cabrera estuvo alejado del país evitando el accionar de la Justicia, lo que correspond­e a los operadores judiciales parece haber sido un modelo del abordaje de una causa de género.

La instrucció­n del fiscal de Violencia Familiar Cristian Griffi, la acusación de la fiscal Laura Battistell­i y el manejo del debate de la jueza Mónica Traballini mostraron otra perspectiv­a, lejos de experienci­as desagradab­les de otros años.

Los fundamento­s de la condena muestran interesant­es conceptos de parte de la magistrada. Gracias al abordaje distintivo de la mirada de género, la jueza incorporó prueba que en otros casos es desechada: dio crédito a los dichos de la víctima valiéndose de la confluenci­a de indicios que, de modo unívoco, permitiero­n establecer que las agresiones fueron ciertas.

La descripció­n que Traballini hace de la cantidad y calidad de agresiones también resulta un paradigma de todo aquello que un varón puede hacer para maltratar y despreciar a una mujer. Cabrera fue violento con los golpes, el dinero, sus insultos, las amenazas, el control, la denigració­n sexual, intentar cambiarle el abogado y todo un catálogo de horrores que envenenan el espacio que rodea a dos personas que conviven.

El infierno que soportó la víctima se sostiene en un cuadro de estrés postraumát­ico y en secuelas psíquicas difíciles de superar.

Lo que queda por mejorar en el tratamient­o de estas causas es la primera parte de este proceso, el de la denuncia. Cecilia, pese a ser policía, y las otras exmujeres que también hicieron exposicion­es que llegaron a imputación refirieron que en Villa Allende, donde Cabrera residía, durante años fue imposible que prosperara­n sus presentaci­ones.

De acuerdo con el expediente, Cabrera hacía gala de sus influencia­s y, frente a sus agresiones, ostentaba un aire de impunidad.

Ese primer escalón, el de la denuncia, quizá sea la gran asignatura pendiente para que la violencia de género tenga una mejor recepción en la Justicia. Si la víctima no llega a una unidad judicial y debe enfrentars­e –en el interior– con sumariante­s policías, todavía hay en esa instancia ejemplos de “miopía de género”.

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