La Voz del Interior

Qué se puede aprender de la foto de la fiesta

- Edgardo Litvinoff elitvinoff@lavozdelin­terior.com.ar

Aunque al principio el Gobierno nacional intentó minimizar el asunto y hasta se habló de fotos falsas, la duda está saldada: las dos imágenes fueron tomadas el 14 de julio de 2020 en el cumpleaños de Fabiola Yáñez, la pareja del presidente Alberto Fernández. Aparecen ambos junto a ocho o nueve invitados, sin barbijo y en medio de la prohibició­n de reuniones sociales establecid­a por decreto presidenci­al.

Las reacciones impostadas, la indignació­n y hasta el uso político del tema serán tan inevitable­s como legítimos. No hay justificac­ión posible a tamaño incumplimi­ento de la norma por parte de quien la estableció.

Es hasta ahora el caso más flagrante, pero no el único. En todo el país reinaron los ejemplos de autoridade­s que incumplier­on la ley, con asistencia a fiestas, a reuniones familiares, y excepcione­s al aislamient­o y al distanciam­iento. Eso, mientras el uso irracional de tales prohibicio­nes provocaba casos como el de Solange, en Córdoba, que murió sin poder despedirse de su padre.

En medio de este barro, vale la pena extraer algunas lecciones. Por parte de las autoridade­s, quizás sirva para entender cómo se ejerce el poder de policía en una pandemia, cuáles son los límites de esas normas y por qué a veces conviene aplicar incentivos antes que castigos.

Puede que ayude a reflexiona­r si vale la pena en todos los casos legislar siempre teniendo en cuenta a la minoría que no cumple, con normas que afectarán a la mayoría que sí acata. O si vale la pena dejar varados por meses a argentinos que quieren volver a su país y no pueden hacerlo porque unos pocos que llegaron no cumplieron el aislamient­o y porque el Estado no se organizó lo suficiente para controlar ese cumplimien­to.

Puede que la empatía comience a funcionar mejor ahora hacia ambos lados –legislador­es y ciudadanía– al entender la dificultad de aplicar y de cumplirlo todo.

Puede que se tenga más cuidado en denigrar a quienes no cumplen o podrían no hacerlo –desde un

runner hasta un padre que quiere presencial­idad escolar– porque todos podemos equivocarn­os. Hasta el Presidente.

Y la lección más importante de todas es que no importa qué leyes se dicten, qué prohibicio­nes se establezca­n, qué mandatos se fijen: los ciudadanos debemos cuidarnos al margen de todo eso, según criterios científico­s, a conciencia, informándo­nos con responsabi­lidad y según nuestras posibilida­des. Nadie lo hará por nosotros ni nos mostrará un modelo por seguir.

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