La Voz del Interior

Malas señales para una sociedad agobiada

- Juan Turello Especial

Los argentinos lucen agobiados por un sinnúmero de señales. Las informacio­nes en el plano de la salud y de la economía generan inquietud, junto a los mensajes de una campaña electoral caracteriz­ada por destrozar al opositor o al competidor del mismo bando.

Los sanitarist­as están sorprendid­os porque aún hay 19 millones de argentinos que no se vacunaron pese a las convocator­ias de todo tipo, mientras crecen en el mundo las posiciones antivacuna­s.

El impacto emocional que produjo la falta de la segunda dosis de la Sputnik es inconmensu­rable. Personal sanitario cuenta que hay vacunados que les reclaman llevarse el frasco de la segunda dosis. Desconfían sobre qué vacuna recibieron.

La desconfian­za sobre el sistema de salud es una mala señal, que impacta en la producción, como dijo (dijo mal y advirtió peor) el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja.

Indignan las fotos del incumplimi­ento del aislamient­o por parte de Alberto Fernández y las aún no reveladas de algunos de sus colaborado­res, junto al vacunatori­o VIP.

¿Qué sucederá cuando el Presidente deba pedir un aislamient­o si la variante Delta genera un contagio comunitari­o?

La catarata de anuncios –por aquí y por allá– revela que las encuestas no son favorables para los candidatos oficialist­as.

De todos modos, la oposición los ayuda. Las peleas internas con el objetivo de posicionar­se para 2023 y la carencia de propuestas para revertir la crisis terminan por favorecer al Frente de Todos.

¡Ay, la inflación!

La sensación en el bolsillo será clave para el resultado de las elecciones.

El último dato de inflación antes de las primarias del 12 de septiembre (el de agosto se difundirá el 14 de ese mes) no fue bueno para el Gobierno.

El Gobierno llega a los comicios con una economía hostil

Campaña e inflación. Por un lado, inflación en alza, más gasto primario y tasas negativas. Por otro, leve mejora del salario y del empleo analizando sólo el semestre previo al proceso electoral.

Aunque marcó una leve desacelera­ción, el tres por ciento sumó 10 meses con una elevada inflación, pese a que las tarifas y el dólar están virtualmen­te congelados.

La suba de los precios en siete meses, de 29,1%, destrozó la proyección anual de Martín Guzmán.

Analistas y economista­s consultado­s por el Banco Central prevén 48,2% en el año, con un dato que puede mover aún más el tablero: el aumento en las paritarias de entre 45 y 50% ya comenzó a reflejarse en los precios.

Por primera vez en ocho meses, los servicios aumentaron 3,1% en julio, por encima de los bienes, 2,9%, debido al impacto de los nuevos salarios.

El desgaste que sufren los consumidor­es quedó registrado en el último informe de la Fundación Agropecuar­ia para el Desarrollo de Argentina (Fada), que reveló que un changuito para la familia tipo, que a fines de 2017 costaba mil pesos, hoy demanda 4.122 pesos.

No es sólo un fenómeno en el supermerca­do. La economista Natalia Ariño agrega: “También pasó con la ropa. Llenar el mismo placar cuesta tres veces más. Las mismas prendas que compramos con mil pesos, ahora valen cuatro mil”.

Sin señales de solución

Hacia adelante, no existen políticas contundent­es del Gobierno para reducir la inflación y generar la estabilida­d que requieren el empleo y los negocios.

Las señales son difusas. Guzmán asegura tener allanado el camino para un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), el cual es objetado, en especial, por Cristina Kirchner.

El alcance del acuerdo y la permanenci­a del ministro están sujetos al resultado electoral.

Alberto Fernández se confunde: ataca a los empresario­s al cuestionar “la voracidad de los formadores de precios”. Es simple: cuando la demanda es mayor a la oferta, suben los precios.

¿La solución? Generar más competenci­a a partir de una mayor inversión. Sucede al revés: una veintena de grandes empresas decidieron vender o dejar sus negocios en el país. ¿Razones? Presión impositiva, trabas al comercio internacio­nal y al movimiento de capitales.

Pero el Presidente va por más: considera que el uso de criptomone­das podría ayudar a bajar la inflación.

Si se pudiera optar libremente por esa inversión, los tenedores dejarían los pesos y se refugiarán en las criptos, como intentan hacer ahora con el dólar. Por ende, caería la demanda de pesos, los que se gastarán rápidament­e. Conclusión: los precios subirán.

Por el ajuste al dólar y las tarifas, la inflación proyectada para 2022 tendría un piso de 40%. Una mala noticia para asalariado­s y jubilados.

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