La Voz del Interior

De los Pomar a Eduardo Saad

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

El sábado 14 de noviembre de 2009, Fernando Pomar, su esposa Gabriela Viagrán y sus pequeñas hijas Candelaria y Pilar, de 6 y de 3 años, subieron a su Fiat Duna Weekend rojo para viajar los 256 kilómetros que separan a las localidade­s bonaerense­s de José Mármol y Pergamino. Pero nunca llegaron a destino. Durante 24 días, “los Pomar”, como los bautizó la prensa, fueron objeto de todo tipo de especulaci­ones. Una búsqueda desorienta­da, seguida con mucha atención por los medios, que pronto pasó a ocupar el principal espacio de la atención pública.

Se dijeron las más disparatad­as hipótesis: un ajuste de cuentas, una fuga planificad­a por deudas, un crimen familiar y hasta la pista de un desarmader­o de autos. El operativo de búsqueda, repetían jefes policiales y funcionari­os judiciales, era “impresiona­nte”. “Es como si se los hubiera tragado la tierra”, era la afirmación que más se escuchaba a medida que pasaban los días y no llegaban novedades.

Pero el martes 8 de aquel diciembre de 2009, en la banquina del cruce de las rutas 7 y 31, el camino lógico que la familia debía haber tomado para realizar el viaje planeado, los policías encontraro­n el auto dado vuelta, con los cuatro cadáveres en su interior. En el asfalto, aún estaban las marcas de una frenada desesperad­a que no alcanzó para evitar la tragedia. Un albañil había avisado, 22 días antes, que desde su asiento en el ómnibus había visto un vehículo tumbado entre los yuyos. Nadie le hizo caso.

El hallazgo del vehículo y de los cuerpos puso fin a tanto enigma y a tantas elucubraci­ones insólitas. Pero dio comienzo a uno de los mayores papelones de la Policía Bonaerense, una fuerza que suele ser foco de críticas varias.

¿Cómo pudo ser que la respuesta más lógica fuera la última en aparecer en esta búsqueda?

Desde el mediodía del jueves último, más de 11 años después del “caso Pomar”, los cordobeses no dejan de repetir la misma pregunta tras el hallazgo del cadáver del jubilado Eduardo Saad (77) en el “punto cero” de la desaparici­ón: el galpón donde él trabajaba, ubicado en el domicilio de su exmujer en barrio Escobar, de la ciudad de Córdoba.

Fueron 43 largos días de una búsqueda agotadora. La última vez que lo habían visto con vida, el pasado 30 de junio, Eduardo había dejado su camioneta frente a la casa de su exesposa, en calle Las Playas al 1300. Sus hijos denunciarí­an su desaparici­ón horas después, cuando descubrier­on que el rodado continuaba estacionad­o allí y no había manera de contactarl­o. El hombre había dejado su celular en su departamen­to de barrio San Martín y ya no daba ninguna señal.

Un equipo especial de Protección de las Personas, de la Policía de Córdoba, primero bajo directivas del fiscal Ernesto de Aragón y luego con el mando del fiscal Horacio Vázquez, trazó diversas hipótesis: un ajuste de cuentas ligado al juego (Eduardo era ludópata), un suicidio, una desaparici­ón voluntaria por deudas.

Una tras otra, cada teoría se fue derrumband­o. Eduardo no tenía enemigos, tampoco acreedores y no había elementos, como una carta o un mensaje de despedida, para pensar en una autodeterm­inación.

Se rastrearon cámaras, las márgenes del río Suquía, los grandes espejos de agua de la provincia, se relevaron las cámaras de los casinos, fueron entrevista­dos compañeros de juego, pero no surgió ni un solo dato firme.

Hasta que alguien en la investigac­ión aportó otra lógica: “Sabemos cómo y cuándo llegó hasta ahí (por el domicilio de barrio Escobar). Pero no cómo salió”.

Si bien ya se había realizado una inspección ocular en el galpón que Eduardo utilizaba para almacenar los objetos de metal que compraba y vendía, ese “punto cero” no había sido tenido en cuenta hasta el momento, ya que la familia había denunciado que creían que el hombre se había ido de esa casa. El fiscal sabía que la familia de Eduardo podía molestarse si ordenaba allanar la vivienda. Por eso, optó por diagramar para esta semana una suerte de procedimie­nto simulado: observar con mayor detenimien­to la vivienda y el galpón, pero intentando evitar que la exmujer y los hijos se sintieran bajo sospecha.

Nada de esto se llegó a hacer. Fue el propio hijo de Eduardo, Javier quien el jueves cerca del mediodía llamó a uno de los investigad­ores de Protección de las Personas abocado a la búsqueda de su padre y le pidió que se acercara cuanto antes hacia el galpón. Un fuerte olor lo había llevado a descubrir la peor noticia en un hueco disimulado entre las altas pilas de bolsas con restos de metal.

Si bien aún faltan los peritajes forenses, estudio que de un momento a otro puede cambiar todo lo que se piensa hasta aquí, por ahora los indicios apuntan a que Saad jamás salió de esa galpón después de haber ingresado en la mañana del 30 de junio. Su cadáver estaba donde debió haber comenzado la investigac­ión.

 ?? JOSÉ GABRIEL HERNÁNDEZ ?? GALPÓN. El fiscal ordenó que el sector donde fue encontrado el cuerpo de Saad quede precintado para que nadie lo toque ante posibles nuevos peritajes.
JOSÉ GABRIEL HERNÁNDEZ GALPÓN. El fiscal ordenó que el sector donde fue encontrado el cuerpo de Saad quede precintado para que nadie lo toque ante posibles nuevos peritajes.
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