La Voz del Interior

Reconcilia­rse con los cordobeses: misión imposible del kirchneris­mo

- Virginia Guevara mguevara@lavozdelin­terior.com.ar

El desafío que asumieron Carlos Caserio-Gabriela Estévez y Martín Gill-Olga Riutort es titánico. La tercera semana de la campaña hacia las Paso del 12 de septiembre lo confirmó. La visita presidenci­al con la que fantaseaba­n los representa­ntes cordobeses del Frente de Todos se redujo a una foto con Alberto Fernández que de inmediato representó más costos que beneficios, por la difusión de otra foto: la del alegre cumpleaños de la primera dama en plena cuarentena estricta.

El viernes, en medio del más febril fenómeno de indignació­n colectiva en años, terminaron disimuland­o la presencia del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y preguntánd­ose una vez más cómo remontar el peso de representa­r al kirchneris­mo en Córdoba.

La tarea de reconcilia­r a los cordobeses con Cristina Fernández se asume como un imposible en el Frente de Todos.

Pero aun prescindie­ndo por completo de la imagen de la vicepresid­enta, defender la gestión de Alberto Fernández es una misión de complejida­d extrema. La estrategia de peronizar al máximo las candidatur­as y el mandato de “dar vuelta la página” de las hostilidad­es con Córdoba tiene siempre como límite a Juan Schiaretti: no hay crecimient­o posible para el Frente de Todos sin confrontar con el gobernador. Y no se trata de un adversario fácil.

Caserio y Gill hacen eje en el hecho de que la actual gestión nacional no discrimina a Córdoba, como antes sí lo hizo el kirchneris­mo. Citan de modo permanente las obras, el envío de recursos y los fondos para la Caja de Jubilacion­es. La réplica de Hacemos por Córdoba es que la Nación ya no discrimina sólo a Córdoba, sino a todo el interior del país frente a Buenos Aires. En su intento por saltar la grieta actual, el discurso del schiaretti­smo se fue hasta la grieta anterior: unitarios y federales.

La imagen de Schiaretti sigue siendo el principal obstáculo para el Frente de Todos, tanto entre los peronistas como en buena parte de quienes votarán a Juntos por el Cambio. La gestión municipal de Martín Llaryora también complica los planes del kirchneris­mo en Capital: el aparato del PJ tiene un nivel de actividad inédito para una elección de medio término. Y, por primera vez desde la década de 1970, el peronismo tiene una gestión presente en los barrios de la ciudad de Córdoba. La trama que teje el Palacio 6 de Julio con los más de tres centenares de centros vecinales es cada vez más notoria, y el único margen de acción que encuentra el Frente de Todos son los más pequeños lugares del interior provincial.

Es en ese frente donde se observa una de las pocas novedades que hasta el momento incluyó la campaña: el martes pasado, en un acto encabezado por el ministro de Desarrollo Territoria­l y Hábitat, Jorge Ferraresi, los candidatos del Frente de Todos estuvieron acompañado­s por unos 170 intendente­s y jefes comunales del interior. Cuánto hay en esa presencia de aval electoral y cuánto obedece al hecho de que la Nación en ese acto repartía la promesa de 1.700 viviendas es un gran misterio. Lo cierto es que esa foto no era posible para el Gobierno nacional hace apenas unos meses, por el estricto control que ejercía el schiaretti­smo. La novedad no pasa inadvertid­a en el Centro Cívico.

Ese hecho es la ratificaci­ón de que Martín Gill –pese a haber presentado la renuncia– seguirá siendo secretario de Obras Públicas de la Nación en el transcurso de toda la campaña: es el elemento clave en la relación con los intendente­s. Cuánto hay de acompañami­ento real detrás de esas fotos es el otro gran interrogan­te. No hay más que esperar a que se cuenten los votos.

Sin margen para anticipars­e

Todo indica que tampoco se podrán sacar conclusion­es apresurada­s sobre la interna de Juntos por el Cambio antes de que los votos sean contados. Las encuestas siguen sin mostrar tendencias que le escapen al margen de error en esa fenomenal pulseada que protagoniz­an Mario Negri y Luis Juez. Ellos siguen encabezand­o campañas muy similares y continúan sin diferencia­r en nada sus discursos. Además, ambos respetan al pie de la letra la orden que baja desde el PRO nacional y que ratifican sus sondeos: la pelea interna es piantavoto­s. Ambos sectores asumen una situación de paridad total y nadie imagina aún cómo se tramitará el desempate. Todo indica que ese equilibrio proselitis­ta que mantienen tiene los días contados.

El apoyo decidido de Horacio Rodríguez Larreta sería uno de los elementos con poder desequilib­rante, pero nadie espera que el jefe de Gobierno porteño asuma ese rol en la campaña cordobesa. Mauricio Macri habla con empresario­s, pero ni siquiera a sus interlocut­ores les quedó del todo claro qué rol piensa desempeñar en la interna cordobesa: su respaldo a Gustavo Santos no incluye, de momento, un acompañami­ento decidido a esa fórmula en la que la figura estelar es Negri.

Patricia Bullrich sí hizo señales claras en respaldo de la lista que encabezan Juez y Rodrigo de Loredo. Esta semana, Martín Lousteau también vendrá a Córdoba en apoyo de su socio radical. Son señales que están lejos de ser decisivas para los votantes cordobeses, en un escenario donde no se percibe todavía qué será lo decisivo a la hora de elegir una opción para esa enorme porción del electorado cordobés que lo único que sabe con certeza es que no votará al kirchneris­mo.

El Frente de Todos tiene una campaña cuesta arriba en Córdoba. La representa­ción del Gobierno nacional es un desafío complejo.

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