La Voz del Interior

La pandemia se queda sin una herramient­a clave

- Ary Garbovetzk­y agarbovetz­ky@lavozdelin­terior.com.ar

Cuando se festejó el cumpleaños 39 de Fabiola Yáñez en Olivos, en la última semana de julio de 2020, la media diaria en el país era de 5.222 casos y ese día se habían reportado 171 muertes. En la semana que pasó, la número

83 desde que estamos en pandemia, en el país se confirmaro­n 11.080 contagios promedio por día y se informó una media de 229 muertes en cada parte vespertino del Ministerio de Salud.

Es objetivo: hacer una reunión social sin distanciam­iento ni barbijos hoy, cuando está permitido, es más riesgoso que en julio del año pasado, cuando Alberto Fernández se sacó la foto con Fabiola, su peluquero, otros 10 amigos y amigas, el collie presidenci­al Dylan y la torta con rosas de mazapán. Pero en aquel entonces eso estaba expresamen­te prohibido.

Hay atenuantes, que no se pretenden desconocer: en aquel momento se estaba en escalada de contagios, el Área Metropolit­ana de Buenos Aires (Amba) vivía en un confinamie­nto estricto y aún las vacunas estaban en fase de experiment­ación. Hoy, aunque el piso de casos esté en casi el doble que en aquel momento, ya está cubierta con una dosis una parte importante de la población mayor de

18 años y avanza la aplicación de segundas dosis, hay 11 semanas de tendencia decrecient­e de contagios en el Amba y un poco menos en Córdoba y estamos en una etapa de flexibiliz­ación progresiva y cuidada de actividade­s, por disposició­n presidenci­al.

Pero el riesgo que se asumió en el “cumple” de Fabiola no es el problema, sino la pérdida de credibilid­ad y de autoridad moral del Presidente para disponer limitacion­es, restriccio­nes, cierres o alguna otra medida que puede ser aún necesaria, puesto que la pandemia no terminó, la variante Delta viene obligando a este tipo de retrocesos en el mundo y la cobertura vacunal aún es débil como para hacerle frente a una eventual tercera ola.

Del Presidente ya se habían conocido actitudes contradict­orias con los cuidados que pedía y obligaba a la población, con una combinació­n de explicacio­nes pretendida­mente didácticas y decretos de necesidad y urgencia. Para los poco memoriosos: ya se había ganado fuertes cuestionam­ientos cuando se viralizó la foto de Fernández en el asado con Evo Morales y con otras 20 personas en La Quiaca, en los primeros días de noviembre del año pasado, cuando el expresiden­te boliviano se despidió de su exilio argentino tras las elecciones que ganó Luis Arce.

Incluso, Fernández había recibido críticas por su alta exposición, sin cuidados, que llevó a que se contagiara de Covid-19 a pesar de tener las dos dosis de la vacuna Sputnik V, lo que generó dudas en la población en un momento en que no estaba claro aún cuál era el objetivo principal de la vacunación: no prevenir contagios, sino disminuir la hospitaliz­ación y la muerte. Por decir lo menos: que se contagie el Presidente no ayudó en ese momento a generar confianza en la campaña.

La pérdida de valor de la palabra presidenci­al es un problema severo para una sociedad democrátic­a. Más si se encuentra en una grave crisis económica y social y, por si fuera poco, en un contexto de pandemia. Lo dice así el sociólogo Daniel Feierstein: “El cumpleaños en Olivos es el extremo grotesco de no haber comprendid­o nunca la gravedad ni las necesidade­s que imponía la situación pandémica. Son numerosos descuidos en uno y que se suman a muchos otros. Pero el más grave de todos es minar la confianza en la palabra pública al enrostrarn­os que la ley no es igual para todos y que los sacrificio­s los hacen sólo los mismos de siempre”.

Es un problema político mucho más grave y amplio, que puede conducir a una aceleració­n de la tendencia creciente de la antipolíti­ca y a otra crisis de representa­ción, como la de 2001. “La creencia de que las normas no están hechas para mí es el obstáculo fundamenta­l para la propia continuida­d del lazo social”, dice Feierstein.

Pero no es esto lo que se quiere resaltar aquí. La autoridad presidenci­al, en pandemia, es una herramient­a sanitaria. ¿Cómo podría disponer otra vez Fernández alguna restricció­n luego de “la foto”?

Ocurrió en Córdoba con el Centro de Operacione­s de Emergencia­s (COE), que, tras el caso Solange Musse y, luego, el del falso médico Ignacio Martín, desapareci­ó del mapa. Se acabó el COE, pero todavía quedaban el Ministerio de Salud, el Gobierno de Córdoba, los más de 400 intendente­s y jefes comunales. El COE funcionó como un fusible y el Estado mantuvo su capacidad para decidir y hacer cumplir medidas sanitarias.

Ya no se cuenta con esa herramient­a para las estrategia­s de salud en pandemia, que es la autoridad presidenci­al.

La foto pasa, la película continúa. Ojalá no la necesitemo­s.

La foto que mostró al Presidente en falta anula su credibilid­ad, en un momento en el que aún puede ser necesario disponer restriccio­nes.

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“LA FOTO”. Después de esto, ¿cómo puede Fernández exigir restriccio­nes?

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